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El banquete anual de la cofradía de sepultureros (Mathias Énard)

En su última novela, casi 500 páginas, el autor galo Mathias Enard trabaja con la idea de la transmigración de las almas. En un primer momento el desarrollo de la novela podría hacernos pensar en algo parecido a la película Bienvenido al norte, cuando un fulano arriba a una comunidad cerrada para poco a poco irse haciendo con el paisanaje y el paisaje. El protagonista es David, etnólogo que abandona París y su pareja opositora, temporalmente, con una beca bajo el brazo, para ir al estudio de unos lugareños franceses situados a tres horas de tren, al sur de Nantes. Alojándose en el Pensamiento Salvaje. David irá registrando a modo de entradas en un Diario las personas que conoce, las cosas que hace y aprende, las conversaciones que mantiene y mantendrá, etc. La comunidad se va abriendo a su persona y este a su vez cada día se encuentra más a gusto, entre aquella gente. A partir de la página cien, David pasa a ser un personaje más, observado por un narrador omnisciente. Poco después la trama se aventura por el derrotero de la trasmigración de las almas, algo que da mucho juego a la narración, pues permite al autor saltar de época en época, de siglo en siglo, de personas a animales a tormentas a anélidos, en una cadena (y condena) de reencarnaciones infinitas. De tal manera que un mismo personaje contiene en su interior siglos de vivencias y experiencias que Enard nos refiere en un horizonte que se abre ilimitado. Más tarde las aguas vuelven a su cauce, para finalizar la novela de nuevo con David como protagonista, polvo enamorado, escribiendo en su Diario y adoptando el autor entonces un tono más crítico con el papel que la ganadería y agricultura juegan en el cambio climático. Un final esperanzador. La idea de querer salvar el mundo ya entraña la semilla del cambio.

Entremedias, 170 páginas van dedicadas al banquete anual de la cofradía de sepultureros que da título a la novela. Enard despliega ahí, a mi parecer, su mejor prosa, desbordante, delirante, humorosa, festiva, pantagruélica, tanto como lo es el desfile casi infinito de viandas y bebidas que asoman en las páginas; páginas voluptuosas, sensuales, con una terminología embriagadora (a la traducción Robert Juan-Cantavella), celebración de la escritura y del pensamiento, a ratos, salvaje.