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Memoria de mis putas tristes

«No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la mujer dormida ni intentar nada parecido.»

Yasunari Kawabata,
La casa de las bellas dormidas

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El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible. Nunca sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios. También la moral es un asunto de tiempo, decía, con una sonrisa maligna, ya lo verás. Era algo menor que yo, y no sabía de ella desde hacía tantos años que bien podía haber muerto. Pero al primer timbrazo reconocí la voz en el teléfono, y le disparé sin preámbulos:

-Hoy sí. Sigue leyendo

El café italiano

Factura cafetería de Milán Son muchos las platos que Italia ofrece para deleitar al viajero. Hasta una simple focaccia es una delicia para el paladar, o una costratta para acompañar el café. Qué decir del café.

En Italia el café sabe diferente, mucho mejor que en España. Quizá porque lo miman más. Aquí se sirve de cualquier manera, en cualquier bar hay una cafetera que hace cafés, la mayoría infumables. Para tomar un buen café hay que encaminarse a sitios dedicados sólo a eso como los Greiba, o el Templo del Café por citar algunos.

En Italia, sirven cafés en pequeñas dosis, muy concentrados que embelesan por su aroma. Además de ser mucho más sabrosos tan bien son más baratos. Si aquí te cobran más de un
euro, hasta dos, si te lo tomas en una terraza, en la mismísima ciudad de Milán te puedes tomar un café, de auténtico lujo por 0,85 €, acompañado por un brioche, otra delicatessen que tampoco llega al euro.

Así que ya lo saben si van a Italia, gocen con el café que les ofrecerán o hínquenle el diente a la auténtica mortadela de Bologna o las cebolletas al «sotto olio». !Dios se me está haciendo la boca agua! y es que no son horas.

Disparos en el Lejano Oeste

Los Estados Unidos parecen una película del Oeste cuando uno lee que a un hombre negro de 23 años, el día que celebraba su despedida de soltero, a la salida de un club, a las 4 de la madrugada, le pegaron 50 balazos, porque el local estaba bajo sospecha y uno de los agentes creyó oir “saca la pistola”. Los agentes ni cortos ni perezosos comenzaron la balacera que se saldó con cincuenta balazos que impactaron sobre el joven, el cual no iba armado. Ni él ni otros dos jóvenes que iban con él, que resultaron heridos. Si hubiera ido armado, ¿se necesitan 50 balas para reducir a un sospechoso?, o la policia en estos casos tiene la orden de abatir o matar al “presunto” delincuente. Quizá se trate de otra variante del presidente y filósofo Bush, creador y adalid del “ataque preventivo”, que consistiría en: primeros disparamos y luego ya veremos si estábamos en lo cierto.

Los policias son profesionales que saben disparar o eso se presupone, así que en casos como estos no entiendo como no disparan a órganos no vitales, afinando la puntería y no masacrando al “presunto delincuente”. Parecido ocurre con las palizas que los agentes de la ley dan a los que trincan. Imágenes en las que se ven a media docena de policías pateando sin miramiento a personas indefensas que no pueden defenderse de las patadas y puñetazos de los que son objetos. ¿En Estados Unidos no hay “presunción de inocencia”?. Veremos que les pasa a estos agentes que reconocieron que se equivocaron, y mataron a un civil desarmado, dudo que alguno de ellos pise la cárcel. Cumplíamos con nuestro deber dirán, existían indicios que nos obligaron a actúar así apostillarán. En el país de las armas, muertes como esta, forman ya parte del paisaje polvoriento del Lejano Oeste.

Trabajar menos para conciliar vida laboral y familiar. Problema o solución.

Los españoles somos los que más horas pasamos en la oficina calentando la silla y los menos productivos. ¿Cómo se mide el rendimiento de un trabajador?. Analizando las llamadas de teléfono contestadas, las personas atendidas, las reuniones mantenidas, la permanencia en el asiento, los expedientes finalizados, los informes cumplimentados. Es una forma de verlo. Lo lógico sería que cuando una persona cumpla la tarea asignada para cada día, se fuera para su casita. Para ello sería necesario saber cual es esa “carga diaria de trabajo” asignada a cada trabajador, lo cual es imposible de determinar en muchas empresas y dificil de llevar a la práctica en aquellas del sector servicios, en la que el empleado debe atender al público durante toda su jornada de trabajo y su actividad depende de las personas o llamadas recibidas (no se va a ir a casa porque no suene el teléfono durante media hora)

Las empresas deberían contemplar la posibilidad de reducir la jornada laboral de aquellos empleados que así lo solicitasen, permitiendo el acceso al mercado laboral de otras personas que ocuparían esas “horas vacantes”. Uno de los argumentos es que de este modo, se fomentaría el empleo, pero si se trabaja menos horas también se cobra menos, y al que cobra 1000 €, los denominados mileuristas, reducirle la jornada, y el sueldo quizá no le parezca una buena idea. Sigue leyendo