Las vigilantes va de muchas cosas. Una de ellas son los vínculos, sean filiales o no. Así Julia, la narradora, regresa de los Estados Unidos a Méjico y comparte con su madre el espacio común de los recuerdos. Ambas perdieron algo muy valioso hace muchos años: una hija y una hermana: Celeste. La herida, como se ve, sigue abierta. Y la escritura siempre ofrece la esperanza de la imposible cauterización del la misma.
Mi madre logró que el dolor de perder a mi hermana no la transformara en un ogro que vive escondido en las profundidades del bosque. Logró que su sufrimiento no exigiera tratos especiales de los demás, ni lástima ni mimos. Que nadie nos malcriara, que nadie viera en nosotros la tragedia.
Julia se maneja bien con el lenguaje, gusta de las lecturas y la escritura y decide ofrecer sus servicios en un centro, comandado por unas monjas, donde unas mujeres hacen tiempo hasta dar a luz. Cada mujer tiene sus razones para estar ahí. Las circunstancias previas pueden ser una violación, un embarazo no deseado… Luego deben decidir si abortar o no. Si seguir adelante con el embarazo. Si, finalmente, cuando llegue el alumbramiento, darán sus hijos en adopción o no. Si quieren saber el sexo de la criatura antes de nacer. Si van a darles un nombre.
Julia, que no es madre, vive todo ese proceso con curiosidad y un distanciamiento que se irá achicando día a día, cuando en su órbita entre la joven Silvia, a la que Julia enseñará a leer, comenzando por identificar las letras, por afianzar las distintas grafías. La escritura puede ser un espacio común, una vía de acercamiento, una forma de cruzar el umbral de la intimidad, pero como se dice en la novela todas ellas están solas. Silvia sabe bien cuales son sus circunstancias, de dónde viene y qué futuro, o no futuro, le espera a su criatura, si decide quedársela.
La mirada aquí no es complaciente porque la herida supura y las ausencias pesan demasiado y el duelo parece un horizonte infinito. Por lo tanto no hay finales felices, más bien puntos de fuga y despedidas a la francesa.
Las vigilantes se erige como el testimonio de una experiencia vital para Julia, un aprendizaje íntimo, una vía de conocimiento, merced a un análisis profundo y consistente, a través de la ficción, de esos vínculos que nos mantienen unidos y sustancian nuestra naturaleza tan frágil y vulnerable.
Las vigilantes
Elvira Liceaga
las afueras
2025
302 páginas
