lafinalidaddeluniverso

¿Por qué? La finalidad del universo (Philip Goff)

En este ensayo de algo de más de 200 páginas, y a lo largo y ancho de siete capítulos, el filósofo británico Philipp Goff reflexiona acerca de cuál es la finalidad del universo. No se trata por tanto de buscarle un fin o un sentido a la vida humana, sino de alzar la mirada de nuestros ombligos y buscar el encaje de nuestras existencias dentro del universo.

Uno de los capítulos lleva por título Porque es probable que Dios no exista. La palabra probable aquí toma todo el sentido, dado que en su ensayo Goff no maneja datos y sus hipótesis tienen mucho que ver con la probabilidad. De tal manera que él propone diferentes hipótesis y reflexiona acerca de cuál de ellas le parece más probable que ocurra.

Lo interesante y novedoso del ensayo es que Goff, dado que los científicos han llegado a la conclusión de que el universo no tiene conciencia, puesto que no hay ninguna evidencia científica que lo avale, es dejar la ciencia de lado (en cuanto que la finalidad cósmica no se toma en cuenta como supuesto científico) para abordar el asunto desde un punto de vista filosófico. Una de las teorías que explicarían nuestro universo, y que Goff desdeña, sería el multiverso, de tal modo que si existen infinitos universos, en alguno de ellos, como el nuestro, podrían darse los números necesarios, toda vez que las leyes físicas hiciesen su trabajo, que hubiese permitido la creación del universo y la vida en ella. Es lo que Goff denomina ajuste fino.

Goff cree que el cosmos atiende a un fin, que el universo, y también las partículas más elementales, tienen conciencia y plantea tres explicaciones de la finalidad cósmica:

La hipótesis de un diseñador heterodoxo; las leyes teleológicas (Goff no cree que haya un Creador, ni un Omnidios, en tanto que si para un ser todopoderoso es inmoral crear un universo como el nuestro, entonces, o bien nuestro universo carece de creador, o bien ese creador no es todopoderoso ni de bondad perfecta); y el cosmopsiquismo teleológico (teoría según la cual partimos del siguiente axioma: el universo cuenta con un conocimiento completo de las consecuencias posibles de todas las opciones que tiene a su alcance. Y avanzando un poco más Goff afirma que lo que mueve al universo es el intento de maximizar el bien). Goff se decanta por la tercera opción.

Para el autor el panangecialismo es un paso más hacia adelante viniendo del panpsiquismo, según la cual la conciencia permea el universo y es una propiedad fundamental del mismo. En el panangecialismo, las raíces de la agencia están presentes en el nivel fundamental de la realidad física. Para ello hay que definir qué es la Agencia, como suma de la protoagencia y la comprensión experiencial (se parte de la premisa que el pensamiento y la intelección tienen que ver con la conciencia), siendo la protoagencia la capacidad de una partícula para responder a su inclinación inmediata a realizar una acción específica en el aquí y el ahora. En resumen la Agencia sería la capacidad de un organismo para perseguir objetos de deseo desplegados en el espacio y el tiempo.

Un ensayo este de Goff muy recomendable para todo el lector curioso y aplicado (pues ha de llevarse una lectura concienzuda y a ratos muy exigente) que al levantar la mirada inquisitiva hacia el cielo se pregunte ¿qué pintamos por estos lares y cuál es la finalidad y el sentido de todo este sindiós? Un ensayo que nos permitirá tomar conciencia de un sinfín de cuestiones que nos llevan trayendo de cabeza desde nuestra llegada a la Tierra, en el ejercicio de nuestro intelecto.

¿Por qué? La finalidad del universo
Philip Goff
Traducción de Fernando Ballesteros
Bauplan
2025
230 páginas

Manuel Fernández Labrada reseña Cuando el corazón se cierra hace más ruido que una puerta en Saltus Altus

El escritor y crítico literario Manuel Fernández Labrada reseña mi novela Cuando el corazón se cierra hace más ruido que una puerta en su imprescindible blog literario Saltus Altus.

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Donde el bosque se espesa. La Canilla Teatro

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No hay aquí una magdalena ingerida por el narrador como puerta de acceso al pasado, sino una caja con las hechuras de la Caja de Pandora, cuya apertura puede conllevar nefastas consecuencias. Si por nefasto entendemos remover el pasado, aunque hiera.

Está por ver quién fue Rafael Cobreces, dado que a menudo las historias, como los rumores, pasan de mano en mano sin que nadie se atenga a comprobar su veracidad. El contenido de la caja que obsesionaba a una anciana al morir será la que permitirá a sus descendientes, a Antonia y a su hija Ana, tener hilos de sobra de los que tirar para recorrer el pasado familiar. La caja contiene postales, medallitas, fotografías, cartas, cajas de cerillas…)

El viaje valioso además de horizontal ha de ser vertical si queremos que sea transformador para el viajero. De esta manera, Antonia y Ana desoyendo las recomendaciones del marido y padre, Zoran, al comprar los billetes que les llevará lejos de Santander, hasta los Balcanes (a Banja Luka) descubrirán en el seno familiar el horror con mayúsculas, la muerte y la destrucción que caracterizó el siglo XX, con dos guerras mundiales y otras muchas locales, como los exterminios perpetrados en los Balcanes o nuestra guerra civil española. Los acontecimientos sitúan los hechos en los campos de exterminio nazi, en los campos de internamiento en Francia, adonde fueron a parar los republicanos que huyeron y cruzaron la frontera al acabar la Guerra Civil española.

Todo este caudal de hechos y acontecimientos dramáticos y violentos son servidos con una puesta en escena muy sofisticada, que cifra muy bien la complejidad de la trama, así como todos sus meandros y vericuetos. Funciona muy bien ese bar o cabaret en donde la obra echa a andar, Ahí el narrador, o charlatán -muy bien interpretado por Miguel Ruiz- da la bienvenida a todos los muertos, una legión incontable. Espacio que sirve también para convertir la historia en un esperpento, como tan bien se manifiesta en la conversación que Hitler mantiene con uno de sus lacayos, convertido en marioneta, el führer croata Ante Pavelic (quien mató a cientos de miles de serbios, judíos y romaníes) y que hoy descansa en el cementerio de San Isidro en Madrid.

Más allá de los cientos de millones de muertos que dejan tras de sí todas las guerras, están los que sobreviven, los vencidos y humillados y también los vencedores. O los que de repente pasan de ser vencedores a vencidos pero logran hacerse una nueva identidad o blanquear su pasado. Sucedió después de la segunda guerra mundial con la fallida desnazificación, con los torturadores argentinos reconvertidos en entrañables abueletes o con los militares más sanguinarios de la dictadura en España reabsorbidos por la incipiente democracia.

Cuando Antonia y Ana viajen a Yugoslavia descubrirán los pormenores de las atrocidades cometidas por La Ustacha creadora del estado independiente de Croacia sembrando el terror a través de la limpieza étnica, en el Campo de concentración de Jasenovac. Por eso este viaje será vertical, porque a su regreso Antonia y Ana, después de conocer más cosas sobre el pasado de Zoran ya no pueden ser las mismas, quizás por como dejó dicho Faulkner “El pasado nunca está muerto. No es ni siquiera pasado”. En Donde el bosque se espesa, el pasado revive, renace y dolerá tanto como un parto.

En escena, en el teatro Ideal calagurritano, a rebosar, ocho actores y actrices muy metidos en el papel: Susana Reinares, Marta Martínez, María Ángeles Antoñanzas, Alberto San Emeterio, Laura Reyes, Inés Sáez Benito, Borja Merino y Miguel Ruiz.

La memoria histórica mueve tanto como conmueve, quizás porque, nos guste o no, somos memoria viva y La Canilla Teatro con esta obra: Donde el bosque se espesa, dirigida por Daniel Rubio, sobre la obra de Laia Ripoll y Mariano Llorente, da muy buena muestra de ello.

Caja de juegos reunidos

Caja de juegos reunidos (Antonio F. Rodríguez)

A Antonio lo conozco porque es el responsable de la bitácora literaria La antigua biblos, que este año cumple 15 años de andadura. Siempre ha sido para mí su blog un referente para orientar mis lecturas en el océano de publicaciones recientes y pasadas. Ahora Antonio se pasa al lado oscuro y resbaladizo y comparece aquí, no como un juicioso, voraz y esmerado lector, sino en calidad de escritor. Y lo hace con un libro de relatos bajo el brazo que lleva por título Caja de juegos reunidos.

Recuerdo en mi infancia, en la casa de mis abuelos, echar unas cuantas horas con mi hermano y amigos entretenidos con una de estas cajas. Es un título que casa muy bien con el espíritu de los relatos. Pensemos que al leer nos desplazamos también por un tablero, o bien por una rayuela, de tal modo que volvemos a ser niños, trayendo el pasado al presente.

De esta manera Antonio va al pasado y sitúa uno de su relatos, Azul y gris, en un colegio de monjas, explicitando muy bien los distintos tipos de alumnas allí congregadas y procediendo a un puntilloso análisis tanto de las alumnas como de las monjas. Siguiendo con los colores, el relato Verde y negro ofrece la magra biografía de un narrador. Aquí las monjas son reemplazadas por los curas. Aquella España de la dictadura educada en la religión, no parece haber dejado marcas indelebles y en todo caso, lo que aquí se transmite es un aprendizaje, una suerte de educación sentimental que no escatimaba la violencia física: las collejas, los moquetones, los tirones de orejas… en la creencia de que la letra con sangre entraba. A pesar de todo, quizás porque se tenía la piel menos fina y se venía de una España de posguerra, la gente estaba más curtida, y asentaba todas estas experiencias como algo inevitable que debía formar parte de su currículo vital.

Regresando al presente, Antonio ofrece relatos ingeniosos como la Historia de un charco o bien pone a hablar a los objetos, ya sea un abrigo en El abrigo o bien unos zapatos en La vida secreta de los zapatos. Al igual que con el relato Catorce entre tres, Antonio, cifra bien en ellos su ingenio, humor y capacidad de inventiva. O deja que el absurdo desquicie un relato como sucede en Inconsciente.

Tampoco descuida Antonio el lenguaje -muy cuidado y sugerente- en el relato Normalidad, ni la realidad ni la crítica social. Muestra de ello es el relato Cotidiana, con una conversación entre un periodista y un político, afines y ambos sin el menor escrúpulo, que de buena gana intercambiarían sus roles.

Lo prosaico pide la palabra y habla por boca del relato Costumbre y silencio, donde un anciano normal encuentra en una actividad ilícita el aliciente para darle algo de lustre a la soledad.

Presentes en los relatos las parejas, algunas de tres miembros y de cuatro, como en Dos cafés, donde está por ver si los cuernos reconvertidos en poliamor resultan una fórmula eficaz o no.

Y hay algo que aquí es una música de fondo: la necesidad de cariño, de amar y ser amado. Puede ser incluso una ilusión, una presencia incorpórea como le sucede a Elena en Molde y figura, o algo más real, como el amor que surge entre dos jóvenes, en ¿Qué quieres de segundo?; jóvenes que van a aprendiendo de sus anteriores relaciones amorosas, de cara a ir corrigiendo lo que no les gusta, afinando en sus sentimientos y deseos, ahormando su mundo al de aquel que puede llegar a ser parte indisoluble de su mundo.

Y el relato que creo que más difiere de todos los anteriores es Tres en dos, donde nos sitúa en algún país de habla hispana al otro lado del charco. Ahí tenemos al docente Camino González convertido en todo un capo de las aulas.

En definitiva, dieciséis relatos diversos, humorosos y vivaces; unos sirven al autor como herramienta para recordar, o bien para fabular, también para criticar la realidad o trascenderla desde el absurdo (como en el relato Barba). En todo caso, como decía al comienzo, nos sirven para desplazarnos por el tablero, para movernos en volandas en unas ocasiones o para caer en el pozo en otras. Pero una vez lleguemos a la casilla final, sentiremos una suerte de bienestar. O esa sensación me queda.