El próximo Oriente crítica película de Fernando Colomo

El próximo Oriente cartel película Fernando Colomo se traslada al barrio de Lavapiés madrileño, a esa torre de Babel de etnias y nacionalidades para contarnos una bonita historia acerca de la integración del mundo islamista y el cristiano, a través de una pareja, ella musulmana, Aisha y él cristiano (o se se entiende aunque en ningún momento lo veamos ir a misa o confesarse católico) de nombre Caín, que por circunstancias de la vida deciden casarse cuando la chica se queda embarazada del hermano de Caín, un picaflor llamado Abel que encuentra tiempo fuera del matrimonio (con dos hijas) para flirtear con otras mujeres.

Antes de que la chica sepa que está embarazada Abel decide romper con Aisha y se va a trabajar a Canarias para su entidad bancaria. La chica asume la separación tirándose por el balcón. Caín que ya tenía fichada a Aisha pues va a comer con frecuencia al restaurante que tienen los padres de la chica, la acompaña al hospital. El «salto al vacío» se salda con unos rasguños y un poco de escayola. Allá la familia y también Abel reciben la noticia de que Aisha está embarazada y como ésta lleva consigo una llave de la casa de Caín y de Abel, todas las miradas se centran en Caín, el cual decide dar el callo, y asumir la paternidad del próximo bebe, convertirse al Islam y casarse con la chica.

Caín rezará sus cinco veces al día, respetará el Ramadán y en su casa no habrá en ese periodo ni carne, ni embutido, ni alcohol, pero se lo toma con buen humor. Durante la boda el padre de la chica sufre un tamacuco y es envíado al hospital, pasando Caín a convertirse en el referente masculino en la familia de Aisha. Así Caín deja o alienta que tanto la madre como las hermanas de Aisha se dediquen a lo que les gusta: escribir, pintar, cantar.

En ausencia del padre, incluso adecentan el restaurante, el cual no cumple con los requirimientos que marca la ley y lo convierten en un bar de copas, con música en directo, donde oímos la bonita voz de Aisha (Nur Al Levi).

La historia se nos cuenta con un tono desenfadado, en clave de comedia, donde está fábula se mueve con desenvoltura, con unos gags que funcionan unos mejor que otros, donde el mayor acierto de la misma es que sin pretender hacer un análisis social de esa sociedad multicultural, existente en muchas ciudades y pueblos españoles, todas las personas que aparecen en la película se nos muestran humanas, con sus inquietudes, sueños, sentimientos universales, independientemente de que unos lleven bonete y largas barbas y otros no, donde la religión no es un problema, sino una opción, donde Colomo no pierde ocasión para sutilmente poner en liza lo mejor de cada una de las religiones, apareciendo asuntos como la usura, el trato a los mayores, las infidelidades, en las charlas que mantienen Caín y el padre de Aisha, Shakir.

El próximo Oriente más allá de haberme hecho pasar un buen rato y provocar unas cuantas carcajadas es una apuesta por la integración, que defiende el diálogo, y el derecho a la diferencia y a no «señalar con el dedo» al que no es como nosotros.

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