Archivo de la categoría: Roberto Vivero

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La Torre (Hugo von Hofmannsthal)

Hugo von Hofmannsthal hizo en La Torre (1927) la versión de La vida es sueño. Es una versión muy particular, y esto lo veremos claramente si leemos previamente la obra de Calderón de la Barca. Ya desde el título hay una diferencia. Aquí el objeto central de la obra es la torre, convertida en cárcel, en imposibilidad, en sueño del que es imposible despertar. El desarrollo guarda algún parecido con la obra original. El rey es Basilio, rey de Polonia. Creyendo en lo que dicen las estrellas tiene a su hijo Segismundo encerrado, evitando así que lo mate. El mundo se filtra a través de Julián y Antonio, ayo y criado. Basilio decide dar una oportunidad a su hijo, llevarlo a palacio narcotizado, y comprobar que su hijo es una bestia salvaje ¿qué esperaba, si este no ha recibido nunca amor?

Aquí no hay apenas personajes femeninos, y ni Estrella ni Rosaura. Ni objeto de deseo ni figura maternal, sino una sombra espesa, viscosa, capaz de devorarlo y devolverlo al anonimato. Las algaradas populares quieren deponer a Basilio y aupar en el trono a Segismundo, el cual no está para estas luchas intestinas.

Si en la obra de Calderón el final era un final feliz al uso, con Segismundo perdonando a su padre y encontrando esposa, aquí Hugo von Hofmannsthal, mata a Segismundo, para el cual no existe la promesa de un porvenir sino el aciago devenir de la muerte, sin haber conocido otra cosa que oscuridad y silencio. No importa que aquí la vida sea un sueño o no, porque para este Segismundo no ha habido vida, ni vivida ni soñada.

Dad testimonio de que he estado aquí, aunque nadie me ha conocido, concluye Segismundo.

La Torre
Hugo von Hofmannsthal
Ápeiron Ediciones
Traducción y edición de Roberto Vivero
Año de publicación: 2023
138 páginas

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Una conversación con Enrique Gallud Jardiel (Roberto Vivero)

No sé si me equivoco al decir que Enrique Gallud Jardiel es el autor español vivo más prolífico, con más de 300 libros publicados. En un apéndice al final del libro hay un catálogo ordenado temáticamente (filosofía y religión, filología, narrativa, teatro, cine, historia, lexicografía, autoayuda, ediciones, y traducciones) de los libros publicados por Enrique entre 1983 y 2023.
Hace casi una década que leí Historia estúpida de la literatura de Enrique y me gustó mucho.

El libro es una sustanciosa conversación entre dos escritores, Enrique Gallud y Roberto Vivero. Las preguntas son extensas, y las respuestas también. Sobre las respuestas hay nuevas preguntas o bien asintiendo o discrepando de lo afirmado por Enrique. No se trata de sentar cátedra aquí sobre ninguno de los temas tratados (que tienen que ver con el humor, la creación con palabras, la lectura, la zarzuela, o la India, entre otros muchos temas), sino de avivar nuestra pensamiento y espíritu critico.

Lo idóneo es leerse la conversación. Son 73 páginas, no obstante, a continuación reproduzco algunas palabras de Enrique que me han hecho reflexionar.

En lo referente a la dificultad de escribir algo dramático cómico, las razones se entienden bien. Lo dramático pide cercanía, empatía, Así, si cuentas que que el lector se meta en la piel del personaje. el niño cruzó la calle y el camión lo aplastó y lo mató, todo el mundo se conmueve aunque lo cuentes muy mal: aunque te repitas, aunque construyas mal las frases y elijas mal las palabras, aunque tu prosa sea infame. Y eso, porque la gente se centra en el qué y no en el cómo. De ahí el éxito de tantos escritores dramáticos que escribían de pena. Ahora bien: prueba a contar mal un chiste, a cambiar las partes de lugar, a repetirte o a no elegir bien las palabras y conseguirás que pierda toda su gracia.

Si hubiera dedicado demasiado tiempo a pensar cómo se escriben los libros, no podría haber escrito ninguno. Así es que tendré que analizar a posteriori por qué y cómo hago lo que hago.

Las escuelas de escritura no pueden enseñarte cómo escribir, sólo cómo no escribir, lo cual es imprescindible, pero nunca suficiente.

En gustos literarios, como en todo, soy especie única, que diría Unamuno. Soy individualista, porque los seres humanos debemos serlo, porque de la misma manera que los otros no puede respirar por nosotros ni hacer la digestión por nosotros, no deben pensar ni elegir por nosotros.

Cuando me consideran como escritor, decir que me parezco a otro es un insulto, aunque nadie parezca darse cuenta de ello.

Escribo para escribir, porque el proceso (pensar cómo hacer el libro, estructurarlo, tomar notas, redactarlo, corregirlo luego) me encanta per se y aparte de otras consideraciones de prestigio o crematístico.

El Estado no tiene obligación de cambiar el gusto de la gente, pero sí de conservar el patrimonio cultural del país.

En general, los actores españoles de teatro no saben pronunciar. Los de televisión y cine, menos aún. Mucha gente me confiesa que ve las series españolas poniendo los subtítulos para enterarse de algo.

Ahora, cualquiera sienta cátedra y cualquier influencer, sin hacer nada, tiene miles de seguidores. Con ello, la calidad, la meritocracia, la creatividad mueren.

Antonio Machado gusta porque es facilito, porque se le entiende sin tener que hacer esfuerzo, porque eso de esforzarse para leer no se lleva. De ahí el olvido en que está Góngora.

Queda por comentar la figura del pícaro, del gracioso, que superaba a su amo en ingenio y recursos, adquiriendo cada vez más importancia. El teatro cómico de finales del XIX y principios del xx incorporó su actualización, su modernización en el personaje del «fresco» un hombre sin recursos que salía adelante a base de simpatía, de engaños y de venderles la Giralda a los turistas ingleses. Era un carácter muy divertido que existía de veras y que reflejaba una España pobre que agudizaba el ingenio de los desposeídos. La España del bienestar, por el contrario, crea unas generaciones de conformistas de ínfimo nivel mental, completa falta de criterio y personalidad, y que realmente tienen poco que ofrecer.

Y el libro se cierra con unas palabras muy interesantes de Enrique sobre la India, un país que le ha regalado mucho a nivel intelectual, espiritual, social, cultural y personal. Asimismo explica por qué considera el sanscrito como la lengua más perfecta. Como resultado los upanishads, a las que considera las obras más importantes que se hayan escrito jamás: ni más ni menos.

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Hugo Wolf: Spanisches Liederbuch, Nietzsche y literatura (Roberto Vivero)

Hugo Wolf: Spanisches Liederbuch, Nietzsche y Literatura, El Corregidor Libreto de Rosa Mayreder para la ópera de Hugo Wolf y Recuerdos de Hugo Wolf: Entre el cariño y la polémica son los tres libros que Roberto Vivero ha dedicado a Hugo Wolf, los tres editados por Ápeiron Ediciones.

Este que nos ocupa es Hugo Wolf: Spanisches Liederbuch, Nietzsche y Literatura es un ensayo, para el que el autor, según nos cuenta, no ha investigado nada, sino que «he leído y he escrito sobre lo que he leído […] además cuando he leído de forma sistemática para escribir este libro, yo ya había leído a Wolf y sabía de qué iba a tratar el libro […] En un ensayo lo crucial no son los datos transmitidos, sino las impresiones y el juego del autor […] Un ensayo es un juego de ajedrez en el que las piezas, que son los libros, dictan las reglas del juego, un juego que ya no consiste en destruir al rival, porque no hay rival, sino en hacer una hermosa combinación de movimientos entre en el autor, el lector y los libros.

El ensayo presenta una extensísima bibliografía de 43 páginas dividida en siete secciones, que en lugar de ir al final del libro, va a continuación de la presentación.

En el tercer apartado, La biblioteca de Hugo Wolf, encontramos libros sobre los que Wolf se explayará más extenso en sus cartas. Además de Goethe, Heine, Aristófanes, Kleist, Nietzsche, Eduard Mörike, y otros muchos, aparecen también autores españoles como Pedro de Alarcón y Miguel de Cervantes.

El cuarto apartado va dedicado a las Spanisches Liederbuch/Cancionero español. Wolf se interesa por España y lo meridional. Finaliza el cancionero en 1890, compuesto de 44 canciones divididas y agrupadas en canciones sacras y profanas. El cancionero, de escasa calidad literaria es una traducción al alemán hecha por Geybel y Heyse. Un cancionero que podría ser el paso a la ópera, ya que dos canciones del mismo fueron orquestadas para la obra inacabada Manuel Venegas. Un cancionero que según el autor nos expone ante la cuestión de lo exótico (lo español, lo italiano, el sur) en la obra de Wolf. España suscitaba interés entre los contemporáneos de Wolf. Decsey decía de España: Donde el arte se disuelve en religión y la cultura en culto.

En el siguiente apartado, Nietzsche o el sur, trata el autor a través de todo lo leído de establecer la relación que hubo entre Nietzsche y Wolf, los cuales no llegaron a conocerse personalmente. Nietzsche escribe un artículo sobre Wagner, al que Wolf adora y aunque no comparte lo ahí expuesto por Nietzsche nace el interés hacia él, como se verá en la cartas que Wolf escribe a Rosa Mayreder, a Paul Müller, a Grohe, etc. En dichas cartas aparecen fragmentos de las obras de Nietzche, comentarios a las lectura de sus obras, o de biografías, como la escrita sobre Nietzche por su hermana. La primera mención a Nietzsche en un texto de Hugo Wolf tiene lugar en una carta de 21.05.1890 a Kauffmann en la que habla de Brahms y de la melancolía de la impotencia.

Wolf era un genuino hijo de su tiempo que entiende/explica/interpreta la existencia a través de Nietzsche (nota del autor).

para decirlo de otra manera, lo importante es que en Nietzsche encontró las palabras exactas que le permitieron decir lo que llevaba que dentro, lo que por falta de ese lenguaje más que saber, intuía (aunque a veces, como hemos visto en sus recensiones y en especial en el caso de Brahms, en una asombrosa coincidencia con Nietzsche, la intuición es ya prácticamente saber); las palabras que le ayudaron a entender, a explicar, a interpretar su propia vida (p. ej., su relación con Melanie Köchert) y su época, y, en el caso de su propia obra, también a plasmarla. Y llegó un día en el que Wolf y Nietzsche (los que de verdad importan) se encontraron: El consejero Crusius todavía está aquí y por la tarde y por la noche oiremos espléndidos Lieder de mi hermano y de Hugo Wolf.

El sexto apartado va dedicado a la relación entre Hugo Wolf y la literatura. Leyendo todos los apuntes que aparecen en las cartas, vemos que Hugo Wolf era un lector curioso, voraz y concienzudo. Las lecturas formaban parte de su vida diaria y en las cartas que dirige a sus amistades siempre hay apuntes librescos, ya sea recomendando lecturas, solicitando libros, ofreciéndose a prestarlos. En las cartas vemos la manera en la que una lectura es capaz de conmoverlo: Lo primero que hice fue leer la escena de la Pascua del Faust de Goethe, que me trasladó a un frenesí de placer; Solo hay un escritor y ese es Dickens; Con los dos tomos de las cartas de Keller, que recibí ayer, me ha dado una gran alegría; La mujer abandonada de Balzac es exquisita y sublime. He leído Eugenia Grandet. Es también un libro muy hermoso; Algunos capítulos de Modeste Mignon me han ayudado a recuperar el equilibrio perdido; Ahora leo a Keller y nada más que a Keller; Hace poco he leído Germinal, de Zola, un libro muy emocionante que hay que leer, aunque las cosas ahí no sean de lo más limpio.

Y todas estas lecturas no caen en saco rato y es evidente que a Wolf y a cualquier lector lo que lee lo transforma, y esto explicaría cómo si en un principio Wolf rechaza el libreto de El Corregidor que le presenta Rosa Mayreder, cinco años después, y tras haber leído Wolf, la novela Niels Lyne, de Jens Peter Jacobsen (que marca el principio del fin del Naturalismo), cabe pensar que le sirvió para allanar el terreno para otra lectura del texto de Rosa, para esta vez leerlo con otros ojos.

Entre lo leído destaca también las ausencias notables como es el caso de Flaubert, del que Wolf no hace ni una sola mención, como si hace con Zola, Balzac o Maupassant.

Y ya para acabar, Wolf confiesa que reconoce que fracasaría si intentaba poner el Faust en música, lo cual lo entristecía profundamente.

El autor azota la vara nitzscheana, cuando afirma que hay que aceptar y afirmar que la figura de Fausto va más allá del gusto por la manera en la que se ha plasmado, y lo contrario significa, y siento decirlo, una falta de altura y profundidad intelectual. Si no se atreve con el Faust de Goethe puede hacerlo con el de Chamisso, Baggesen, Heine, Klingemann, Grabbe

Una toma de posición respecto a la figura de Fausto en la que ya abundaba Roberto Vivero en su obra Fausto, porque si hay algo que va secreta y abismalmente unido con Fausto, eso el gran teatro del mundo y la vida como sueño.

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Recuerdos de Hugo Wolf: Entre el cariño y la polémica (Roberto Vivero)

Recuerdos de Hugo Wolf: entre el cariño y la polémica.

Como apunta Roberto Vivero (responsable de la traducción y edición) en la presentación, este libro sobre Hugo Wolf (1860-1903) representa una realidad compleja y confusa.

Sin haber obtenido el éxito de otros músicos como Wagner o Beethoven, con el correr de los años, la figura de Hugo Wolf está siendo más y más reivindicada, ocupando el debido lugar en la historia del Lied. El libro lo conforman textos de amigos de Hugo Wolf, que accedieron a su intimidad y disfrutaron de su amistad y compañía: Michael Haberlandt, Michael Kukula, Karl Kraus, Hermann Bahr, Marie Lang, Rosa Mayreder, Heinrich Werner, Friedrich Eckstein, Alma Mahler y Edmund Hellmer

Sumando todos estos fragmentos, las distintas opiniones iremos armando el puzle que supone toda personalidad, la de Hugo Wolf, también. Hay aspectos en los que la mayoría inciden. Wolf fue siempre alguien austero, frugal en sus comidas, que necesitaba ser valorado para abrirse sinceramente al otro, temeroso del público, con poca confianza en sí mismo, de extraordinaria personalidad, de naturaleza indomable, desconfiada y singular, para el que la poesía se va convirtiendo en su inseparable compañera, en un diálogo secreto entre musas, que en cuatro años, entre (1888 y 1891) compuso Der Corregidor, su obra decisiva, hombre tímido y excesivamente sensible, de naturaleza tranquila y sosegada, interpretable a menudo como mal humor, independiente, obstinado, vehemente, un genio de versatilidad omniabarcadora, alguien al que cuando piden una nota biográfica y una fotografía responde Me llamo Hugo Wolf y estoy vivo, la estúpida jeta no importa nada, capaz de ponerse grosero ante la palabrería huera y los arrogantes incapaces, alguien que era en el pleno sentido de la palabra, amable: digno de ser amado, incapaz de compromisos o disimulos, fervoroso de Pentesilea, pues era la tragedia de su propia alma, quien odiaba los medios externos con los que se consigue el éxito, que cuando tenía todo el poder en su mano no abusaba de él, que cuando se le concedía una libertad ilimitada, se ponía sus propios límites, no quería ser halagado con elogios, consideraba su persona como algo secundario pues debía de ser su obra, su música la que debía ser amada y valorada, al que fascinaban las obras de Calderón de la Barca, necesitado de silencio y recogimiento, tan necesario para las condiciones de su vida mental y su trabajo creativo, que al final de sus días muere joven y enajenado mentalmente, que dejó huella en personas como Heinrich Werner, que dijo Su música ha sido el edificante consuelo y el firme báculo que nos ha guiado a través de las fatigas de cada día y de la miseria de los años.