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Sin embargo, Kafka (Roberto Vivero)

Sin embargo, Kafka (Roberto Vivero)

Kafka es para mí todo un misterio. Para otros es un ministerio, y ahora que se cumplen 100 años de su muerte, vamos a tener Kafka para aburrir.

Traté de desvelarlo leyendo una biografía sobre él de casi mil páginas escrita por Roberto Mosquera. He leído La metamorfosis, El proceso, Carta al padre, El otro proceso de Kafka de Canetti, algunos de sus relatos y cuando pasa un tiempo veo que no recuerdo nada de lo leído, y que lo leído tampoco ha dejado ninguna huella en mí. Y me pregunto a qué atiende entonces la inmortalidad de Kafka.

He leído ahora el ensayo de Roberto Vivero titulado Sin embargo, Kafka, disponible en edición digital y diseñado y compuesto en abril de 2018.

Kafka quiso a su muerte que quemaran sus escritos. No sabemos si lo dijo con la boca pequeña, pero el caso es que Max Brod no le hizo caso, publicó lo escrito y hoy Kafka es inmortal. No disfrutó Franz del éxito en vida, y sus libros tenían escasas ventas, seguramente porque no eran la alegría de la huerta y las narraciones de Kafka resultaban desoladoras, deprimentes por su lucidez, por su tono opresivo, por dejar al descubierto la naturaleza humana, siempre tan vulnerable.

El ensayo sobre Kafka son aproximaciones a su persona, desde distintos puntos de vista (pero no abundando en lo introspectivo) que tampoco van a desvelar el misterio Kafka. Seguiré pues sin tener claro qué hay en los libros de Kafka para que tenga el predicamento que tiene hoy en día.

Brod escribió una biografía de Kafka, y la consideraba el Kafka de Brod, igual que hablamos del Sócrates de Platón. Debemos situarnos en 1912 para entender el contexto en el que vivió Kafka, a saber, La Gran Guerra, la caída del Imperio Austrohúngaro, la vida praguense de un judío alemán como Kafka, Palestina como proyecto espiritual, etc.

Tres mujeres están presentes en la vida de Kafka: Felice, Milena y Dora. La tercera es perfecta, según se nos dice si queremos hacer de Kafka un santo y un profeta. Porque Dora era judía, sabía hebreo y estaba dispuesta a irse a con Kafka a Palestina.

Todos veían que Kafka era especial, pero pocos sabían en qué consistía ese ser especial, luego era necesario un intérprete que explicara quién era realmente Kafka. Y ese fue Brod, en cuya novela, El reino encantado del amor, su personaje Garta es un trasunto de Kafka, al que angeliza. Luego, unos se posicionan a favor y otros en contra. Pero Kafka siempre en el centro.

Brod reconoce en Kafka su coherencia interior, la necesidad de llevar sus ideales hasta el final y si no le es posible, entonces la muerte. Hablamos de la santidad entendida como una lucidez a toda costa, la de una humanidad exacerbada.

En cuanto a la consideración que tienen de Brod otros escritores, se menciona aquí a Kundera, para quien Brod es un provinciano, la antítesis literaria de Kafka. Para Kundera, el imperdonable pecado de Max Brod fue inventar la kafkología, es decir, el espolio de las obras de Kafka en aras de la exégesis, espolio que le roba todo a la crítica literaria.

En el estudio de Kafka por Albert Camus, apuntar que Albert Camus (y parece que nadie mejor que él podría hacerlo) entendió que la obra de Kafka se movía entre el absurdo y la esperanza, entre la implacable lógica de la tragedia y la inevitable e irracional espera de la vida cotidiana, del mero estar vivo. Esta impresión de la proximidad entre Camus y Kafka se extrae no tanto del acierto interpretativo de la obra literaria como de los apuntes y confesiones contenidos en sus carnés En estos cuadernos, Albert Camus escribe sobre asuntos que los familiarizados con Kafka reconocerán como temas esenciales en la vida y la obra de este último: la soledad necesaria del creador; la castidad, la concentración y la humildad como moral, y la moral normativa y punitiva como signo de la imposibilidad de vivir; la justificación como problema existencial; la (im)posibilidad de ser humano; la relación entre la conciencia y todo lo que no es ella misma, la escisión abismal en uno mismo, la monadología solipsista de una conciencia o ente de fricción en relación lingüística y carnal con un mundo que no existe y que no deja de impresionar con pruebas de su existencia.

Para estudiar a Kafka hay que leer también lo que otros han escrito sobre Kakfa, quien ha sido objeto de los álbumes ilustrados. Ahí están El clan de los Kafka de Anthony Northey y Franz Kafka: imágenes de su vida de Klaus Wagenbach.

Ambos cómics nos permiten un acercamiento al suelo que pisó Kafka. El libro de Northey resulta valioso en cuanto permite al lector conocer al clan de Franz Kafka, como llegó este a ser quién era, un abogado judío alemán de buena familia.

El de Wagenbach describe los lugares en los que estuvo Kafka, pone los espacios en relación con su obra, se lamenta de las inevitables transformaciones que todos sufren bajo la esfera sublunar.

Otra de las obras que se menciona es Dibujos de Frank Kafka, de Niels Bokhove y Marijke van Dorst. El libro, según Vivero, viene a llenar un hueco en la bibliografía de Kafka en castellano. Recopila cuarenta y una ilustraciones, cada una acompañada de breves textos que se relacionan con ellas de forma significativa y orgánica.

Kafka también ha sido abordado desde el comic, en Automatic Kafka. Para Vivero dicho cómic despliega falta de ideas, una absoluta carencia de cultura y es un memez intelectual. No merece la pena, creo, dedicarle pues más tiempo.

Si nos vamos al ensayo, ahí comparece Lorenzo Silva, con su ensayo El Derecho en la obra de Kafka. Una aproximación fragmentaria. Escrito en 1999 y releído por el autor en 2007. Leamos a Silva:

No me cabe duda de que el pesimismo y la crueldad son recursos que Kafka empleó deliberadamente y que tienen mucho que ver con su visión del mundo. Pero Kafka no es solo eso, y ocultar el resto contribuye a proyectar una imagen de él que no por extendida resulta menos infiel. Hay en Kafka otros dos rasgos, que afloran incluso en las obras y en los fragmentos comentados a lo largo de este trabajo, y que terminan de redondear su valor: el humor y la fe.

Otro de los ensayos mentados es este. VV. AA., Europa y el Cristianismo. En torno a «Ante la Ley» de F. Kafka. El ensayo tiene 107 páginas, y en la 82 aún no se ha mentado a Kafka, así que no le voy a dedicar más tiempo.

Uno de los capítulos lleva por título, Kafka fue al cine, y también fue en moto.

La mejor, o quizás la única manera de comunicarnos con Kafka es a través de la literatura, dice Vivero. Y leemos, pues lo que escribe Enrique Vila-Matas:

A Kafka le gustaba todo lo ultramoderno y por tanto le gustaba el cine, como a casi todo el mundo, pero en realidad su fascinación por aquel nuevo invento, por el cine mudo, le venía directamente del teatro yiddish.

En este terreno, el libro de Zischler, Kafka va al cine, nos enseña a ver el papel del cine en la vida de Kafka, cómo influyó y entretejió sus impresiones y sus expresiones vitales, fuera de la literatura escrita en libros. Aunque títulos como Seltsame Insekten («Insectos raros») pueden hacer calibrar la posibilidad de que tal cinta inspirase a Kafka a la hora de escribir La metamorfosis, por ejemplo.

Kafka y la muñeca viajera de Jordi Sierra i Fabra. En la historia de Sierra i Fabra la niña que ha perdido la muñeca y recibe las cartas de Kafka se encuentra con este a solas y siempre será así hasta el final. Y, también, la historia concluye cuando Dora le da a entender a Kafka que la muñeca ha de casarse para, así, poder despedirse de la niña. Y todo termina con un regalo de Kafka: le da a la niña otra muñeca y la bautiza con el nombre de Dora.

Lo importante es que aquí el autor nos muestra a Kafka en su humanidad y más allá, es decir, en su ser, y el ser de Kafka era la Literatura. Así que su humanidad no entendía de verdades y mentiras, sino de la vida como ficción y de la ficción como síntesis de verdad y mentira: una ilusión que puede animar a seguir ilusionándose o todo lo contrario. La historia que cuenta Sierra i Fabra es hermosa y solo pueden entenderla los adultos, y versa sobre cómo es posible compaginar amor y libertad, yo y otro, ego y desasimiento.

En el apartado dedicado a las ficciones sobre Kafka, Vivero pone el ojo en los siguientes libros:

Nadine Gordimer. Su ‘Letter from His Father’, en su: Something out There. Un libro verdadero y excelente. Retengamos eso.
De Fausto Guerra Nuño, El hijo de Kafka. Y de Mónica Sánchez, La hija de Kafka. Este último sale mejor parado que el de Fausto.

Si pensamos que podemos conocer a alguien a tenor de los libros que forman su biblioteca, ineludible esta, Kafka Bibliothek de Jürgen Born.

Entre las novelas que formaban parte de la biblioteca de Kafka (con 279 títulos) encontramos, en francés, las de Flaubert L’Éducation Sentimentale y Madame Bovary, y una de Balzac, La Peau de Chagrin. Ya en traducción alemana, están, por ejemplo, El Quijote, Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, Guerra y Paz y La sonata Kreutzer. Son abundantes los títulos de Knut Hamsun. Entre los poetas se encuentran Stefan George, Rimbaud y Verlaine. También hay libros de Kleist, Schnitzler, Wedekind, Zweig, Widmann y Grillparzer. No solo hallamos biografías (por ejemplo, de Napoleón), sino los diarios y las cartas de Lord Byron, Amiel, Dostowieski, Madame Du Barry, Eckermann, Flaubert, Tolstoi, Theodor Fontane, Gauguin, van Gogh, Grabbe, Gogol, etc.

Uno de los capítulos más descacharrantes de este ensayo es ¡P0RN0! ¡CUL0S, TεTAS y KAFKA!. Pero prefiero que lo descubran por sí mismos, porque en cuento en un blog cultural aparecen ciertas palabras, el blog deja de ser cultural para convertirse, a los ojetes censores, en p0rn0gráfic0, y se dan la espantada mis nueve seguidores.

Nos hartaremos de publicaciones de Kafka este año, eso es seguro. Bienvenidas sean todas.
Y aunque este párrafo lo escribe Vivero en relación al Kafka de Adorno, creo que sigue siendo vigente hoy:

Kafka se había convertido en el souvenir monopolizado por ciertas sectas de lectores-escribidores y por los que confunden su capacidad para leer y no entender con el hecho de entender más que los que no lo han leído.

Y ahora vas y lo kafkas.

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El poder de las palabras (Simone Weil)

Simone Weil murió con 34 años, en 1943. Antes de su muerte dejó como legado un buen número de textos. Algunos de ellos, como el presente, han sido publicados bajo el título El poder de las palabras por la Editorial Godot, y otros tantos han visto la luz gracias a la Editorial Trotta.

Weil vivió el auge de los totalitarismos, tanto del fascismo como del comunismo, y sus escritos versan sobre el papel que juega la economía, en concreto sobre la propiedad privada y la idea del “equilibrio económico”, el poder de las palabras y su vaciado o banalización, algo que cada vez está más presente, o ese mundo categorizado y etiquetado que impide cualquier asomo de aplicar el pensamiento a la realidad.

Levantar en general el nivel intelectual favorecería los esfuerzos de clarificación para desinflar las pretendidas causas de los conflictos. Ciertamente, no nos falta gente para predicar la calma en todos los ámbitos, pero en general, esos sermones no tienen el objetivo de despertar las inteligencias y eliminar los falsos conflictos, sino de adormecer y sofocar los conflictos reales”.

Algo aplicable hoy en donde conflictos reales como la masacre de miles de niños palestinos, la desigualdad mundial, cada día mayor, o el cambio climático, parecen importar mucho menos a la ciudadanía que otros conflictos, avivados con ruido, furia y odio, a diario y de muchísima menor entidad, desde los pesebres políticos.

Decía Maquiavelo que los hombres olvidan más fácilmente la muerte de sus padres que la pérdida de su patrimonio”.

Pero nunca es bueno cargar con una doctrina detrás de sí, sobre todo si en ella se encierra el dogma del progreso, la confianza indefectible en la historia y en las masas. Maquiavelo es infinitamente más útil que Marx para formarse un juicio”.

Dedica Weil dos artículos a analizar la situación de la llegada al poder del Frente Popular, y el gobierno de León Blum en 1936.

Una de esas máximas es que quien asume el poder debe tomar enseguida todas las medidas rigurosas que estima necesarias, y no después, o, en todo caso, cada vez menos. Ya que los ministros socialistas creen en la eficacia de algunas medidas fiscales y financieras para llenar las arcas del Estado, sostener la moneda y establecer cierto civismo en materia de dinero, deberían, como es evidente, tomar todas esas medidas en junio de 1936 y no un año más tarde”.

El poder de las palabras, puede servirnos como un buen vestíbulo a la obra de Weil, a su vívido pensamiento, a la necesidad de cuestionarse el mundo que la rodeaba sin echar mano de los conceptos como si estos fuesen letras de molde, esas etiquetas que evitan la manía de pensar, y más bien yendo hacia su esencia o significado.

Fue Simone Weil una mujer comprometida con su tiempo e hizo práctico su compromiso. Lo llevó hasta tal límite que le supuso la muerte.

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Nietzsche (Malwida von Meysenbug)

Comentaba el otro día el libro Nietzsche, noble y filósofo, de Meta von Salis-Marchlins, que junto a Lou Andreas-Salomé, Elizabeth Förster-Nietzsche y Malwida von Meysenbug pueden ser consideradas sus cuatro evangelistas.

Nietzsche y Malwida fueron amigos durante dieciséis años. Esta amistad se forjó en parte por la proximidad personal, y en parte por correspondencia. Este libro es la quintaesencia de esas cartas. Para Malwida Nietzsche era alguien bondadoso en el trato personal, como despiadado juez en su última concepción de la vida.

A Malwida le causó una honda impresión la lectura de El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, y ahí vio el ojo vaticinador del poeta que capta la íntima verdad de las cosas con mirada visionaria, ahí donde el pedante erudito de biblioteca solo se queda con la cáscara externa, considerandola lo esencial.

En las cartas que ambos se dirigen vemos cómo la esperanza del Sur era para Nietzsche un consuelo, por eso en octubre de 1876 eligen una villa en sorrento en la que pasarán juntos unas cuantas semanas Nietzsche, Malwida, Paul Rée y Albert Brennen. En la proximidad Malwida aprecia en Nietzsche un corazón amable. Es en esa época donde se despierta la predilección de Nietzsche por los aforismos, y Malwida aprecia en Nietzsche una transformación.

El primero y más poderoso impulso para esta transformación era la violenta inclinación de su personalidad natural a desprenderse de las poderosas influencias que en su juventud lo habían dominado para seguir su propio camino.

Nietzsche se enroca en su soledad y es consciente de que nadie va a acompañarlo en su camino, consciente de que sus escritos disgustan a mucha gente y convencido de que debe confiar a su obra su vida, siempre menoscabada por su precaria salud, pues solo su obra le ayuda a vivir. En 1878 dice encontrarse en armonía consigo mismo. La sensación de inmensa fecundidad de su nueva filosofía le hace no sentirse terriblemente sólo.

Este fue el final del primer periodo en la vida del hombre digno de ser amado, benevolente y sensible, de la naturaleza artística para cuyo ideal era abominable todo lo putrefacto, engañoso y caduco, y la cual se sentía lo suficientemente fuerte como para emprender la lucha contra todo eso. Ahora siguieron como en rápida sucesión, los lances del destino, externos e internos, que propiciaron la segunda época. Irrumpió una amargura que arrojó una sombra oscura sobre todo lo que una vez le había sido querido, que convirtió su amor en odio, destrozó sin piedad los ideales que había tenido hasta entonces, lo enredó en contradicciones consigo mismo y privó a la exposición de sus pensamientos de la bella claridad de sus primeros trabajos. En primer lugar estaban los sufrimientos físicos, casi incesantes, que lo incapacitaban prácticamente para vivir y que lo obligaron en 1879, a abandonar la universidad de Basilea, la cual le mostró a él como un profesor todavía tan joven, su más alto respeto, al dejarle como pensión el salario íntegro.

Esta transformación era para Malwida la segunda fase de su desarrollo, como un período de pruebas y esperaba que de esas conclusiones de las mismas, que se deslizaban hacia un extremo odioso y falso, surgiese el noble espíritu de Nietzsche, tal como se había mostrado en sus inicios.

Por eso Malwida, aunque renuncie a Nietzsche después de aparecer El caso Wagner, seguirá confiando (como una madre con un hijo díscolo) en su restablecimiento, más allá de los malos presagios que Humano, demasiado humano pintaban en el horizonte vital de Nietzsche, tras cuya publicación se fue quedando solo en el camino.

Nietzsche
Malwida von Meysenburg
Ápeiron Ediciones
Edición, traducción, introducción y notas de Roberto Vivero y Venancio Andreu Baldó
88 páginas
Año de publicación: 2020

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El Corregidor. Libreto de Rosa Mayreder para la ópera de Hugo Wolf (Roberto Vivero)

El Corregidor, el libreto de Rosa Mayreder para la ópera de Hugo Wolf, cierra a la trilogía que Roberto vivero ha dedicado a Hugo Wolf, con otros dos títulos que son Recuerdos de Hugo Wolf: entre el cariño y la polémica y Hugo Wolf: Spanisches Liederbuch, Nietzsche y literatura, ya comentados aquí con anterioridad.

El Corregidor es uno de los personajes de la obra de José de Alarcón, El sombrero de tres picos. Antes de abordar la lectura de este libro creo conveniente leer el de José de Alarcón. Está disponible en la web Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Esto es así, porque lo que lo que hizo Rosa Mayreder fue adaptar dicha obra, una novela, a un libreto que pudiese ser musicado por Hugo Wolf, cómo había hecho por ejemplo con los poemas de Mörike, y que se trataría de su primera ópera.

El libro nos permite hacernos una idea acerca de cuál era la personalidad de Hugo Wolf, para quien vivir consistía en crear.
Asimismo vemos el ascendiente que tenía la obra El sombrero de tres picos, ya que según Hugo Wolf en los países germanohablantes, esta obra después de El Quijote y de Don Juan era la obra más leída y la más apreciada de la literatura española.
Después de haber leído la novela está claro que el libreto carece de muchas de las virtudes que encarecen la obra de José de Alarcón, pensemos en la sátira social, la psicología de los personajes, o la narración que no sigue un orden cronológico es una de las virtudes de la novela. Aquí, además, lo cómico se presenta como tragicómico. Obra de Alarcón que el autor del ensayo relaciona también con Otelo de Shakespeare, de la que dice es la obra de filosofía del lenguaje.

Antes del libreto de Rosa tenemos una reducción dramática, que ayudará a quien no haya leído la novela o no quiera leerla.
En el libreto rosa se tomó ciertas licencias como cambiar el personaje de Garduña por el de Repela. Luego Wolf se tomó a su vez la libertad de hacer cambios sin avisar a Rosa de los mismos. Lo curioso del caso es que el libreto que le presentó Rosa Mayreder en su día a Hugo, este lo rechazó, para retomarlo cinco años más tarde totalmente ilusionado con el proyecto.
La ópera se estrenó el 7 de junio de 1896 en el célebre Hoftheater de Mannheim. Wolf no pudo cumplir su sueño de ver representada la obra en Viena, en donde Gustav Mahler estaba al frente como director. La obra fue representada el 18 de febrero de 1904.