Viaje a Sicilia

RELATO DE UN VIAJE A LA ISLA DE SICILIA EN NUEVE DIAS A COMIENZOS DEL SIGLO XXI. 1300 KM.

¡Dame un poquitoooooo! Este fue el grito de guerra que nos permitió mantenernos juntos en nuestra aventura. Buenas majos (se entiende que puede haber vida humana ahora mismo leyendo esto), regresamos a casita sin problema alguno, la patera con hélices cumplió bien su tarea. El bocata en el avión con doble de queso y jamoncito a medio curar previsible y las azafatas de sonrisa profident en su línea de flotación.
Comencemos con la historia que tiene tomate o pomodoroooooooooo como dirían por la Gran Sicilia.

6 de Julio (Logroño-Catania)

Es el día elegido para nuestra partida. Madrugamos y de paso vemos amanecer. El punto de encuentro es a las 5 de la mañana y a las 7 estamos en Sondika tras cruzar el Gran Bilbao y ya hace un frío que jode.
El avión sale con retraso, algo esperable y asumible en los previos de una gran aventura como la nuestra. Para ir a Milán tenemos una patera con hélices, una nuez con dos alas y catorce filas, y nosotros estamos sentados en la última. Al menos no sufrimos los empellones y acometidas del de atrás. En Milán esperamos otro poquito, porque el avión otra vez va con retraso. A nuestro lado la gente que va a Palermo, en una cola grande, la nuestra hacia Catania es un colín.

Llegamos a Catania y el calor nos da un toque en la frente rociándonos de sudor del bueno. Pillamos el coche que tenemos alquilado, con ese sistema que los ingleses llaman flight and drive, es decir: vuelo más coche.

El que nos atiende es un listo y la que le atiende a él una jamona con chorreras (una Sofía Loren en sus años mozos). Como somos tres y llevamos varios bultos nos cambian un coche micra pequeño con lector de cd, por un hyunday elantra 1.6 sin música pero más grande. Aceptamos el cambio, y tras sortear la emplumada que nos quieren hacer de cobrarnos un suplemento de 2 Euros al día por tener la opción de que otra persona puede coger el coche, salimos de allá, pillamos el Hyunday chorreando con el asfalto derretido y el volante más calentito que las sepias a la plancha del Choche.

Y entramos en Catania y lo primero es comer y luego ya veremos, que el estómago es el rey y señor en estas horas. A la hora de aparcar vamos tomando idea de cómo se conduce al ver pasar a coches acariciándonos las pantorrillas y ciclomotores sorteándonos por ambos lados.
Nos topamos con un mercadillo y al lado hay un «ristorante» y entramos y comemos pasta al forno y parmeggiana (berenjena rebozada y rellena de queso parmesano) rociado todo ello con unas morettis que luego se convertirían en nuestras fieles aliadas en nuestro transitar por la isla.

Tras comer y aplatanados por el calor vamos paseando por las grandes avenidas que tiene la ciudad con edificios barrocos y señoriales. Uno dice que se parece a la Habana; lo cierto es que impresiona. Pero necesitamos echar una cabezadita a la sombra de algún árbol solidario con el viajero. Y a poco de allá vemos un parque en rampa y en lo más alto, entre la arboleda, sobre unos bancos metálicos con parte de la ciudad a la espalda y el sol intentando jodernos asomándose entre las ramas, intentamos planchar la oreja, y algo hacemos.

A nuestra izquierda hay un tren con vagones, una atracción, custodiada por dos ancianos. En las dos horas que pasamos allá solo se montó un crío, justo en el momento en que Morfeo estaba trabajándonos el hueso.

Con los barrotes metálicos dibujados en la espalda y cara de pocos amigos tras la siesta toca buscar un sitio en donde dejarnos caer. Así que a las afueras a 6 km de la ciudad pillamos sitio en el Camping El Europeo. Es un camping grande y bien pertrechado de duchas, lavabos, piscinas, zona de baile etc.
Montamos la tienda en una extensión de arena al lado de unas danesas. Nos pegamos un duchazo con la esperanza de que remita la caloriza. Se informa a la familia de que hemos llegado con bien. Lo mejor del camping es que la playa se encuentra en el mismo camping, a 100 metros y nos damos uno de los que será el baño más reparador de la historia. Situémonos: La playa vacía, el sol sin quemarnos, de fondo la ciudad y el volcán Etna. El agua calentita, y en el cielo aviones tomando altura.
Pasadas las 8 nos vamos a la ciudad a cenar. Y toca pizza esta noche y las sucesivas.

Tres pizzas Catanese con dos birras morettis de 66 cl. (En toda Sicilia nos encontramos que la cerveza grande es la de 66 cl formato que en España no se estila tanto y predomina el cuarto y el tercio).

El restaurante se llama Ristorio Rosa (Vitale M. Rapesardi 83)
Y de postre un helado en otro garito. Lo de los helados también es curioso porque el corneto semplice, el helado más sencillo, es un cono pequeño al que le van poniendo paletadas de helado y por 1,40 Euros acabas saciado, cosa que no ocurre por nuestros lares. No había helado de banana
¿Cómo que no hay?
Se non c’è, non c’è
OK

El helado nos lo jalamos en un parque en el cual habíamos aparcado el coche y en donde los borrachos se arrastraban entre los setos. Al final de parque, en una mesa, una familia se había bajado los arreos gastronómicos y cenaban allá más de una docena de personas.
La ciudad parece vieja, sucia, decrépita, ajada.
Ya en el camping hacemos tentativa de sobar, pero la música que viene de la piscina a 20 metros de nosotros nos lo impide.

Vamos a ver que se cuece y allá está media Polonia junta, bailando canciones latinas: el borriquito, bamboleo, la bomba etc.
Un polaco vestido de verde baila a sus compatriotas haciéndolas el baile del yoyó variante del de la peonza, pero de mayor belleza visual. Y se llevó una polaca al agua y luego a él también lo tiraron y bailaron juntos chorreando agua clorada.
Sudamos las morettis, y algo más en la pista de baile que era reducida.
Un miembro de la expedición estaba en estado catatónico pero no llegó a darse cabezadas contra la barra que tenía delante y para que dejase de sufrir, pasado un rato nos fuimos al sobre y los mosquitos nos acompañaron toda la noche, salvo al Choche que tiene sangre azul.

7 de Julio (Catania- Messina-Taormina-Volcán Etna- Catania)

Con la luz solar ya instalada en el azul del firmamento nos dispusimos a afrontar el día con ganas. No teníamos nada para desayunar así que tomamos sitio en una impresionante silla de madera al lado de la tienda en donde dos danesas nos hicieron saber que estaban en Catania porqué iban a un concierto de música. Al preguntarnos que sabíamos de su país: la sirenita, Laudrup y las cookies danesas, la conversación duró poco. Una de ellas llevaba una tanga muy llamativa que dejaba traslucir en cualquier postura, incluso dentro de la tienda, junto a la camiseta de New York 69 no había forma humana de que las torres gemelas nuestras no fuesen hasta lo más alto.

Dejamos el camping y fuimos hacia Messina por una carretera comarcal concurrida. No fluimos en condiciones hasta que cogemos la A18. En Messina vamos hacia la zona de embarque «traghetti «y mirando al mar y parte del estrecho de Messina con la punta del talón enfrente desayunamos el capuccino, el cornetto relleno de mermelada y el zumito de naranja.

El calor sigue siendo la tónica dominante de la jornada. Vemos la ciudad o caminamos por las calles más concurridas y antes de partir nos tomamos tres cervezas por tres euros, el dueño del bar se va antes que nosotros conminándonos a dejar nuestros vasos bien puestitos en la ventana del bar. Cosa que hicimos.

Fuera de Messina está Camaro. Menudo barrio. Dimos tres vueltas al mismo sitio, viendo una iglesia protegida por unos alambres electrificados. Para comer nos apostamos en Roccalumera en el paseo, pasadas las tres en el pub «Night and Ray». Le pegamos al pulpo, spaghettis alle vengole y al pez espada a la plancha. Y luego rumbo a Taormina. La ciudad está a rebosar de gente. Vamos en dirección hacia lo más alto y al final encontramos puesto junto a un castillo en la carretera que te lleva a CastellMola.. Taormina es la ciudad más turística de Sicilia. Tiene de todo, su parte cultural y lúdica, avalanchas de terrazas, garitos, chiringuitos, playas, restaurantes, hoteles, etc.. y unas vistas espectaculares propias de una situación en altura. Para recargar líquidos lo solventamos haciendo una parada en un pub Irlandés donde de paso escribimos unas postales y un senegalés nos pregunta si somos argentinos. Pues no, somos Españoles. ¿De Madrid?. No. De Barcelona?. No. De Logroño
Ni idea. En el norte, Pamplona? Cerca, toros, cerca, etc…

Y como la fiesta no podía parar y el «non-stop» era el lema fuimos rumbo al volcán del Etna, echamos unas fotos lo más cerca que pudimos, pero nada que ver con lo que luego uno ve en las postales con el volcán echando lava o en los documentales de la 2.

A Catania llegamos pasadas las nueve y ya de noche. A la hora de aparcar dentro del camping el coche se quedó encallado en arena y al ir a sacarlo comienza ese olorcito tan rico a caucho quemado. Con la ayuda de un animador del camping llamado Francesco logramos sacarlo sin problemas. La cena se hace en el camping: pizza con mozzarella, champiñones, tomate y más cosas, con una cerveza y de postre licor «Malsavia» con unas pastas para untar en el licor.

De nuevo hay fiesta en la piscina y llegan italianas morenas y polacas rubias, y solo faltan pelirrojas irlandesas para tener a las Ángeles de Charlie, las polacas se ondulan como el trigo y bailan todas las canciones igual dejadas llevar por el frenesí de la velada y pasan las horas y vamos a la tienda. Y esta noche hay calor+mosquitos+charla pues las danesas están dale que te pego con dos tíos y no callan hasta pasadas unas horas.

8 de Julio (Catania-Siracusa-Marsamemi)

Nos despedimos de Catania tras dos noches de camping y nos presentamos en Siracusa. Visitamos el Teatro Griego y l`Orecchio da Dionisio que es una gruta de altura considerable con eco, y unos anfiteatros listos para algún espectáculo musical.

En la zona del puerto transitamos por un mercadillo en donde venden fruta, pescadito, marisco. Todo tiene muy buena pinta. A la hora de comprar un pantalón corto el dependiente al darme los cambios en vez de 2 euros me da dos monedas de 500 liras pero tras decírselo me da lo que es mío y en paz. Cruzamos el puente que permite llegar a la zona del puerto y a la sombra de un árbol en multitud de mosquitos acometemos unas nectarinas que me preparan un cristo en la encía de lo duras que están.

Lo bueno es que con el calor que atizaba en cuestión de horas la fruta maduraba. Y la zona del casco hay que verla, con estrechas calles a la sombra, edificios barrocos, iglesias en cada esquina.
La comida la hacemos en Casibile en un garito de carretera a base de paninis. Nos metemos una arancine, una bomba de arroz, forcacce di spinache, cafe, etc.

Y llegamos a una playa, por casualidad, en Granelli en donde nos damos un baño en una playa no muy poblada y bastante grande. El camping esta noche es Marsamemi y se llama Fort Village. La playa está pegada al camping y nos falta tiempo para ir allá. La playa mola mucho. Los críos juegan a futbito mientras los padres se desesperan. Si no que se lo pregunten al padre de Guiseppe que tenía muy mala cara.

Las duchas frías no son tales pues el agua sale del tiempo y la temperatura ronda los 30 grados. La cena es en el pueblo. Marsamemi es un pueblo costero muy poblado por gente local Allá nos encontramos a una pareja de Españoles, la única en nuestra estancia.

Cenamos en el puerto, en el «Acquario«: una nave enorme de madera. En el lateral, un acuario con peces de verdad, y alimentados con agua del mar.

Nuestra mesa estaba pegada a dicho acuario y cantaba de lo lindo. Cenamos pizza,»pizza acquario» con pez espada ahumado. Nos sirven cervezas, no muy frías y cuando el Capo indaga qué tal nos va la cena y comentarle lo de las birras el tío se estira y nos trae una birra, y dice «questa la pago io» y el pato nosotros no te jode.

El personal del local es de película de Fellini. Está Lupitas, un camarero que va a 12 doce re revoluciones por minuto, que quien sea de la época del cd no sabrá qué digo, pero bueno, el tío era un poco lento.
Otro que tenía un tic un tanto llamativo, que cuando te miraba no sabias bien qué pensar. Y luego el hijo del capo que ejercía de tal.

La música en vivo la ofrecía un hombre mayor al piano, el cual aporreaba, no se le oía apenas y eso le libraba. La cajera cobraba las facturas y fichaba el personal. Y el capo iba cebando su barriguita cervecera noche a noche.

Llegamos al camping a oscuras sin luna que nos guíe ni farola que nos alumbre.
A las 5,30 de la mañana cerramos las escotillas de la tienda y en 5 minutos acabamos con 12 mosquitos que dejaron nuestras paredes blancas de la tienda en una carnicería de nuestra propia sangre.

9 de Julio (Marsamemi-Ragusa-Butera)

Al salir de la tienda, uno de la cuadrilla está en el coche escribiendo. Recogemos la tienda y desayunamos en el pueblo. Si de noche tiene su encanto de día lo tiene aún más. El desayuno en la terraza que da al mar es una delicia. Pasamos por el faro de Portopalo y Pachino y llegamos a Ragusa. Mandamos unas postaliles (sí amigos, hablamos de mediados los noventa) a los colegas.
Comemos bien en «Trattoria Tipica«, un cavetti a la sorrentina y prosciutto con mozzarella. Dejamos Comosso y en Vittoria nueva parada para repostar líquidos. En una cafetería antigua nos tomamos un granizado de limón que está buenísimo. Estamos ubicados en la plaza principal donde se halla el teatro. Toca buscar camping, pasamos por Gela, Y la ciudad da una imagen muy cutre, y abandono, tráfico excesivo, suciedad, calles sin señalizar, una refinería como telón de fondo, etc.

El camping elegido se llama «Due Roche«. Se halla entre las provincias de Caltanisetta y Agrigento en la localidad de Butera. El camping es pequeño, no hay apenas tiendas de campaña. Y abundan los sacos de basura.

El suelo es casi cemento. Íbamos pertrechados del martillo neumático e hicimos una digna labor de desescombro. No hay turistas. Solo nacionales. Cumplimos con nuestro baño marino, rodeados de algas y algo más que nos deja unos escozores bien suculentos en todo el cuerpo. A última hora unos del camping con unas redes van limpiando el agua de algas de forma manual y el cielo esta gris si bien no llega a descargar.

En el camping conocemos al Rocco de Treviso un hombre que al ver que nuestro auto tiene matricula italiana de Treviso se interesa por nosotros, al ser el también oriundo de esa parte de Italia. El hombre va con la mujer y tres churumbeles y se le ve que tiene buena pasta. Les preparaba el colacao a los hijos para el desayuno la pasta para comer y la sopita para cenar. Cenamos en el camping otra magnífica pizza. Llamamos a los nuestros. Habilitan una pista de baile a la que acuden solo pequeñines, que se saben todas las canciones y todas las coreografías. Cuando comienza el bacalao nos vamos al sobre a medianoche. Y los mosquitos, inapetentes, esta noche nos respetan.

10 de Julio (Butera-Agrigento-Eraclea minoa)

El día de hoy es cañero. El sol luce como siempre y calienta como nunca. El café nos lo ventilamos a las afueras de Agrigento. La zona monumental que hay que ver se denomina «Valle de los templos«. Si vas con el coche te encuentras una explanada en la que caben cuatro coches y dos autobuses. Y a la hora a la que fuimos estaba copada. La solución fue aparcarlo a 20 minutos andando de la zona señalada.

Una vez en el valle empezamos a ver piedras. Las más chulas son la del «Templo de la Concordia» templo griego magníficamente conservado. Luego vinieron más templos, necrópolis etc. Fueron dos horas de sube y baja sorteando piedras.

El destino tiene estas cosas y allá estaba Rocco con toda la familia explicándole a sus hijos qué hacían allá todas aquellas piedras y cúal era la historia que habían conformado las civilizaciones previas que dieron pie a la nuestra. Y también había franceses, alemanas, americanas, y japonesas.
En estado de deshidratación y con el melón recalentado tiramos para Agrigento, aparcando en Via Garibaldi, y comiendo en un restaurante en rampa en un giardino !que cachondos! En el giardino había lagartos, pequeños, eso sí,

La comida no fue nada especial pero nos permitió salir del paso.
Las callejuelas, cortiles, y vicolos junto a las iglesias y la Cámara de comercio (edificio blanco con aspecto de iglesia ) son lo más recordable.

El camping lo encontramos en Ericlea Minoa, junto a Ericlea Cattolica, pasadas las cinco de la tarde. Es pequeño pero una gozada el sitio. Plantamos la tienda y desde ahí vemos el mar enfrente, a 40 metros, con el oleaje del mar como telón sonoro de fondo. Y una zona de pinos que se extiende varios kilómetros a lo largo del litoral de la playa. El agua del mar está fenomenal, la playa es enorme, las personas las justas. Algas no hay.

La pizza la comemos en el camping. Es una «Ericlea Pizza» con berenjena, champiñones, tomate, jamón ahumado, cervecita y grappa blanca de colofón.

En frente el mar, a nuestra espalda, una montaña de arena blanca que parece venirse a menos en cualquier momento. A la hora de dormir el sonido de la pleamar y el canto de los grillos hacen el resto.

11 de Julio (Eraclea Minoa-Enna- Eraclea Minoa)

Rumbo a Caltanisetta, entre campos de cereal, dejando decenas de pueblos en sus carteles azules sin visitar.

Sí vemos Enna, el pueblo situado a mayor altura de toda Sicilia. El calor allá en lo alto es igual sino más. Damos una vuelta al castillo situado al lado de donde hemos dejado el coche, disfrutando de las vistas de kilómetros y kilómetros que se otean desde tamaña posición.

A la hora de comer lo hacemos en una balconada, donde nos atiende un hombre mayor, encorvado, llamado Piero. El restaurante tiene la cocina al otro lado de la calle y el hombre se la pasa haciendo viajes, pero es un cachondo y hasta le hacemos unas fotos. Hay quien come gnocchi, otros spaghettis o ensaladas. Después de comer vamos al pueblo de enfrente que está igual de alto que Enna y se llama Caltacsibetta. Lugar desierto a las 4 de la tarde.

Trago de agua en la fuente y vuelta al camping a bañarnos en el mar y descansar. Con los calores la testa parece el bombo de Manolo.

12 de Julio (Eraclea Minoa-Marsala-Trappani-Valderice)

Tras desayunar en el camping vamos hacia Marsala, donde hacemos acopio de líquidos y sólidos: como mozzarella a palo seco. Uno de la cuadrilla tiene problemas con su código pin y se queda sin sacar pasta, otros dicen que el problema está en meter, no en no sacar, cada uno lo cuenta como le va. Cerca de Trappani comemos en un sitio llamado » La Perla» un local aledaño al mar, donde trasegamos un risotto bien rico y un bistec, que tras unos días sin probar la carne se agradece. De postre unas rajas de sandía que por aquí están soberbias.
En Trappani hacemos una visita a la playa, en una porción de playa que es privada, un «Lido» Le pegamos a la cocacola, cerveza viendo el mar y lo que se suspende encima de la fina arena.
La playa no es gran cosa comparada con playas como la de Laredo o Benidorm. El cielo está nublado y caen cinco gotas, ni una más ni una menos.
De fondo están las Islas Egodie, que no visitamos. El camping lo encontramos en Valderice, frente al mar. Camping pequeño, la mínima expresión, en donde todo está muy limpio. La playita también es a juego con el camping, pero la siesta cae a bloque, sin objeción alguna, con camisetas gorras y todo lo que se puede, cubriendo la cabecita pues el rencoroso Lorenzo ni olvida ni perdona.

Este es otro sitio turístico, lo intuimos antes de cenar y la vista del trasiego de tenderetes que había instalados. Tras cenar, esta noche dejando la pizza por cuscus de pescado, spaghettis alla scogliera (sin piedras, que conste) o mejillones a la marinera, vamos al meollo. El paseo está engalanado de tenderetes ofreciendo objetos varios: gafas de sol, zapatos, gorros de paja, cinturones, pulseras etc… A la hora de dormir comienza la saeta de Semana Santa, con dolor de cabeza y esos calores, dormir es una palabra vacía de contenido: de la tienda, al raso, del raso al coche, del coche a pasear… otra vez a la tienda. Cuando ya es de día a las seis paseo por el puerto, el sol calienta ya en condiciones y voy escopeteado al camping a la búsqueda de la sombra.

13 de Julio (Valderice- Erice-Palermo-Cefalú)

Desayunamos al lado del camping frente al mar y subimos al pueblo que vemos desde donde estamos desayunando. No es otro que Erice (ciudad científica ) Otro sitio muy turístico, con calles en piedra, al estilo medieval. Desde el castillo, en lo alto, la vista del mar y de localidades como Trappani, Marsala las Islas Egodie abajo es digno de verse. En el desayuno nos la endiñan, nos clavan 1000 pelas por café, cornetto y zumito envasado. Será la ciudad científica por excelencia, pero los números no nos cuadraban.

Rumbo a Palermo visitando el cogollito, la catedral, el teatro máximo, y paseo por la Vía Roma. Hacemos noche en Cefalú, en un camping en las afueras. Visitamos la ciudad que es un preciosidad. Es de postal, con el Duomo y sus dos torres normandas imponiéndose en el paisaje. Gente por todos sitios, la mayoría turistas. El pueblo tiene muchos desniveles y tras verlo en su integridad, nos dedicamos a cenar una pizza (la peor de todo el viaje) Suele pasar que en los sitios más típicos es donde peor se come o cena.

La noche en el camping es un cachondeo. En la entrada al camping está la vía del tren, y los trenes pasan cada media hora hasta entrada la medianoche. El calor es infernal y encima a dos metros nuestros una pareja en celo se dedica a transmitir los genes y aunque disimulan subiendo el tono de la música, los gemidos de la chica son tales que no hay forma humana de no escucharlos, y fueron más de uno. Y a la mañana siguiente cuando nos íbamos retomaron la labor. Todos los que estábamos por allá flipábamos pues se oía hasta a 50 metros de distancia. Si gimiendo tiene ese chorro de voz, que decir de su acompañante que le hizo llegar hasta lo más alto repetidas veces.

14 de Julio (Cefalú-Palermo-Cefalú)

Palermo hay que verlo. CefalúPalermo por autopista son 0.84 Euros. La entrada por la zona del puerto es cutre a más no poder. Pero dejando el coche al lado de la iglesia de San Giovanni yendo por la Avenida Corso Vittorio Emanuele, viendo la Catedral que por fuera es una pasada y por dentro no tanto, eso sí las pilas bautismales de mármol con relieves son bien bonitas.
Por vía Maqueda vemos el Teatro Massimo, el teatro Politeama Garibaldi. Y nos ventilamos un té con granita, al final de la avenida hay dos parques bien floridas de verde intenso. Nos liamos por la zona del puerto, y una vez encarrilados de nuevo sorteando la carcere dell´ucciardone, nos asentamos en » la cucagna» donde comemos un risotto alla marinera y unos fritos (calamares y gambas)
Y cafecito solo sin azúcar y concentrado. Regresando por Vía Roma cruzamos la pizza due palme y la piazza S. Domenico. El edificio de correos es de tamaño descomunal. Y las casas con patio interior con unas puertas de varios metros de altura hay que verlas.

Regresamos a Cefalú para ver de nuevo el pueblo y cenar algo. Una pizza por ejemplo, la última, y nos quedamos con ganas de probar la blancanieves (solo con mozzarella y orégano). Y al camping a dormir. Si esa noche vieron a alguien en pijama columpiándose y tirándose por el tobogán a las cinco de la mañana antes de que la lluvia llegase a bendecirnos en un nuevo día, que pregunte por mí.
Esa noche llegó un autobús con jóvenes y jovenas francesas que iban a dormir al raso.

Cuando empezó el diluvio salieron a todo correr a la cafetería a guarecerse y a dormir en el suelo y en la mesas. Allá estaban a la mañana siguiente cuando fuimos a desayunar.

15 de Julio (Cefalú- Bagheria-Logroño)

Todo lo bueno se acaba y el año en el infierno también.
Es hora de ir plegando velas y regresar a casita. Antes de ir al aeropuerto visitamos Bagheria, barrio suburbial de Palermo, en donde cuatro con pelas tienen unas casas a juego con el número de ceros de sus cuentas corrientes. La playa del pueblo se compone de rocas. Se hacen las compras de licores, vinos de marsala, grappas, etc..
Llenamos el depósito en ¾ y en el aeropuerto se lo dejamos a la chiquita de easycar que nos empluma 5 euros por que nuestros ¾ no son sus ¾ .

Y desde las 2 hasta las 5 gozamos a cuchillo en el aeropuerto, disfrutando de nuestro ultimo trozo de pizza, en este caso al taglio. La hostelería es un cachondeo. Dos personas pidiendo. Primero se va donde uno que cobra y que solo hace eso, y se le dice lo que quieres, con ese papel, el de al lado te sirve, pero no todo, solo lo sólido, porqué el otro de al lado te sirve las bebidas, total que echamos 20 minutos para pedir y estábamos menos personas detrás de la barra que dentro. Pero está claro que la gente lo vive con mucha calma y no se estresan fácilmente cosa que por otro lado aplaudo.

Y las combinaciones fueron bien Palermo-Milán 1hora y 20 y Milán-Bilbao otra hora y 20.

Conclusiones:

Ir a Sicilia en Julio es pasar mucho calor, sudar en cantidad y achicharrarte.

Los precios son como los de aquí y al menos en comidas y cenas no hay diferencias de precio.

Las carreteras son un desastre, incluso las autovías están sin líneas en la carretera.

La gente conduce como le apetece y sino se te planta en el arcén y a gozar.

Una semana es un tiempo aceptable para ver toda la isla, que tiene una extensión de 5 veces la Comunidad de La Rioja.

Hay que visitar: Erice,Cefalú, Taormina, Enna, Palermo, Catania y otras tantas muchas ciudades y pueblos.
Las postales enviadas desde Palermo tardaron 19 días en llegar. Las de Taormina solo 12 días.

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