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Gradus ad Parnassum (Manuel Fernández Labrada)

Anteriormente, en el libro de minificciones Al brillar un relámpago escribimos, Manuel Fernández Labrada (responsable del insoslayable blog literario Saltus Altus) ya había demostrado una fina ironía para reflexionar en clave de humor sobre algunos aspectos de la literatura: la crítica literaria, la (de)función editorial, las brechas digitales, la fama literaria, entre otras muchas cuestiones.

En Gradus ad Parnassum, recién editado en Ápeiron Ediciones, Manuel sube la apuesta, y en las 260 páginas del libro ofrece una suerte de manual de autoayuda en clave satírica y paródica. Creo que este enfoque satírico no solo es el más oportuno, sino el único posible, dado que todos sabemos que los caminos del éxito literario son inescrutables, y que no hay una receta mágica que otorgue el éxito inmediato al escritor. Además, el humor resultará aquí un bálsamo para los miles de sinsabores que deberá arrostrar el futuro escritor en su camino hacia el Parnaso, si no se queda antes varado en su trayecto hacia la Gloria. La sátira adopta un tono amable, no se va contra nadie, ni se personaliza. Se opta por la generalización. Lo cual no resta un ápice de mordacidad a los múltiples textos del libro, algunos de ellos revestidos bajo la forma de proverbios y minificciones.

El extenso y concienzudo manual trata de dar respuesta y abordar las múltiples cuestiones a las que debe enfrentarse una persona cuando decide escribir un libro. Teniendo muy presente el antes y el después de la (presunta) publicación. Por eso, en los distintos capítulos del libro el autor reflexionará acerca de las redes sociales, la presentación de originales, la autoedición, los concursos literarios, las ferias del libro, los cuadernos de notas, los títulos y seudónimos, los prólogos y epílogos, las biografías, la jubilación del escritor, los amores tardíos, las mascotas del escritor, los cambios de editorial, los epistolarios, las versiones beta, los borradores e inéditos, las antologías, etc. Como se ve, el libro, trata de dar respuesta a las miles de preguntas que le asaltan a todo aquel que decide adentrarse por los caminos de la escritura.

El periplo del libro nos puede hacer pensar en La Divina Comedia de Dante. Aquí no pasaríamos del Infierno al Paraíso, sino que iríamos camino del Parnaso, que se asemeja bastante. El título del libro está tomado de un célebre método para tocar el piano de Clementi, y Manuel lo ajusta o traslada al mundo de la literatura. En la cubierta vemos la ilustración Monte Parnaso del parque Sorghvliet de Johannes van den Aveele. Un Parnaso dentro de un parque, un logro muy a mano; otra fina ironía de Manuel.

El índice del libro ya nos permite ir viendo el camino que ha de seguir el futuro escritor: Bosques y praderas, Aristas y escarpaduras, Glaciares y neveros, En la cumbre, y finalmente unos Anexos que ayudarán al escritor ante situaciones como las entrevistas, o la manera de presentar los originales a las editoriales.

Ha sido un libro que he devorado. Mucho tiene que ver en ello que todo lo que en el texto asoma, no solo me interesa, sino que también me interpela. Como lector, bloguero literario, ex usuario de las redes sociales y escritor, conozco de primera mano todo aquello sobre lo que Manuel reflexiona y aborda con tanto humor, fino ingenio y mucha erudición, pues aquí también hay posibilidad de echar la red y anotar algunas lecturas de las muchas sugeridas por el autor. Las múltiples metáforas que abonan el texto me traían en mientes ecos de La Ilíada. Si bien lo oportuno sería citar La Odisea por cuanto de periplo guarda todo lo que tiene que ver con proyectar la idea de escribir una novela, o un texto literario, y que este vea finalmente la luz.

Dejo unos textos, de los muchos que he disfrutado, para que quien lea la reseña se pueda hacer una idea de por dónde van los tiros, o las puyas.

Gracias al uso continuado de las redes sociales estamos acostumbrados a que nadie comente lo que decimos ni responda a nuestras preguntas; es decir, nos hemos habituado a conversar con las paredes (¿por qué te crees que llaman “muros” a los espacios compartidos de las redes?).

Las reseñas detalladas despiertan mucho recelo en lectores y editoriales, que solo ven en ellas relaciones innecesarias e inoportunas: un efecto del que están libres las sucintas apostillas de los comentaristas de red.

Ya se sabe que el autor es el último mono en este negocio. Así lo demuestra el hecho de que muchas editoriales y todas las librerías puedan vivir de los libros, pero los autores, en su inmensa mayoría, no.

La obligada brevedad de las opiniones, justificada por la falta de espacio para fundamentarlas, explica que solo existan dos categorías de usuario en las redes sociales: autoridades y creyentes.
Si intentas cimentar el prestigio de tu obra mediante el ejercicio de la crítica literaria solo lograrás cimentar el de los demás.

Las editoriales que solo hacen eco de un comentario que las atañe cuando ha tenido cierta repercusión en las redes hacen gala de su saber literario: al igual que sir Daniel, el astuto personaje de Stevenson, solo se implican en la batalla cuando está a punto de ganarse.
(Regla de cálculo)

Todo escritor que aspire a conquistar la fama sin el auxilio de colegas, críticos y editores correrá parecida suerte a la de un arquitecto que pretendiera levantar una catedral con sus propias manos. Con el genio no basta.

Aceptar el veredicto de una reseña sin leer después el libro es lo mismo que dar crédito a un rumor, quizás infundado.

Hoy en día se publican tantos libros que los críticos literarios son más necesarios que nunca: una abundante cosecha de trigo exige una numerosa cuadrilla de segadores (como una población excesiva de roedores, un elevado número de gatos).

No se te olvide citar el nombre completo del crítico o bloguero, medio en el que ha sido publicada y fecha. Si aparece en soporte digital, es obligatorio añadir un enlace que permita leerla completa.

Y acabo:

Abandonar la escritura porque nuestros libros tienen poco éxito sería como renunciar a las vacaciones porque nadie quiere ver las fotos del viaje.

Gradus ad Parnassum
Manuel Fernández Labrada
Ápeiron Ediciones
2025
260 páginas

Manuel Fernández Labrada reseña Cuando el corazón se cierra hace más ruido que una puerta en Saltus Altus

El escritor y crítico literario Manuel Fernández Labrada reseña mi novela Cuando el corazón se cierra hace más ruido que una puerta en su imprescindible blog literario Saltus Altus.

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Presto delirando (Manuel Fernández Labrada)

Después de dos libros de microrrelatos: Ciervos en África y Al brillar un relámpago escribimos, Manuel Fernández Labrada regresa a la novela, que ya había cultivado en obras como Viaje de invierno, El refugio y La mano de nieve; obras de las que ya he dado cuenta en estos pagos literarios.

En Presto delirando (Ápeiron Ediciones, 2024), el delirio implícito en el título de la novela, alimentará luego la chispeante narración, en un hábil manejo del autor, no solo de los planos temporales, yendo del espacio íntimo de Beethoven, hasta el momento presente, de la mano de un narrador, Fortunato, a la sazón becario estudiante de musicología, que víctima del amor fou, hará cualquier locura que le venga en mientes con tal de ganarse primero la atención y ulteriormente el amor de su amada música, la inmarcesible Elise Thunderbolt, bloguera y reconocida pianista austriaca.

Los punzantes textos que comparecían en Al brillar un relámpago escribimos, aquella inteligencia que ponía el acento sobre distintos asuntos, retorna aquí bajo otra apariencia. Así hay jocosos comentarios sobre el engranaje de las redes sociales y toda su parafernalia; acerca de la maquinaria universitaria y el séquito de sopados (licencia que tomo de Escuela de mandarines); sobre las mascotas, más en pugna que en pacífica convivencia con el modelo de familia tradicional fomentadora de la procreación; también un sentimiento de aprecio hacia los animales, en concreto los perros, seres fieles y nobles por naturaleza, que aquí, como una reformulación, que no refrito, de El coloquio de los perros, también tienen su propia voz y parlamento, por boca de una perra que irá pasando de mano en mano, como la falsa moneda.

Las andanzas y desventuras del infausto Fortunato, tanto como el vivaz y disparatado espíritu de la novela me traen en mientes otro libro igual de alocado y divertido: Cándido o el optimismo, de Voltaire. Personajes como ese Casanova de baratillo, el tal Mercurius, no hacen otra cosa que alimentar el delirio y trufar la narración de divertidas peripecias, que buscan reescribir la historia, poniendo la atención en una bagatela: Für Elise, de Beethoven.

Fortunato está empecinado en conectar a la Elise beethoveniana con la Thunderbolt, forzando mimbres imposibles en los archivos. A su vez, el pérfido Mercurius a la sombra del narrador buscará otra vuelta de tuerca para salir a la palestra y ofrecer una teoría, si cabe más inverosímil que la del narrador.

Este continuo delirio se ve avivado en la propia estructura de la novela, pródiga en saltos temporales y compositivos, pues tan pronto leemos unas páginas del diario de Fortunato -mezcla de sueño y vigilia-, como escenas teatrales, o bien noticias de un periódico vienes de antaño y hogaño (ya sea dando cuenta de los proezas de la Thunderbolt o bien de la mujer que tenía cautivo el corazón de Beethoven). De la misma manera, la narración ofrece un sinfín de ecos y resonancias no solo literarias, musicales, o mitológicas, con un lenguaje subyugante en donde el pasado y el presente, lo culto y lo vulgar, lo sesudo y lo inopinado maridan a la perfección, en el terreno fértil que es el humor y la parodia (qué beta o filón se podría extraer, como se evidencia, de El código Para Elisa), manejados aquí con gran desenvoltura.

Y como si el lector se situara frente a un Gabinete de las curiosidades, con igual sorpresa y delectación, verá cómo Manuel extrae de sus páginas, con suma delicadeza, toda clase de objetos narrativos; ora magia, ora autómatas, ora amores imposibles, ora espiritistas. Y sostenido por esa sorpresa y la debida atención en la lectura, se preguntará una y otra vez hasta su resolución, ¿quién es la amada inmortal de Beethoven, quién es la nada convencional alumna?

Quizás el apéndice logre arrojar algún claro (de luna). O no.

Manuel Fernández Labrada
Presto delirando
Ápeiron Ediciones
2024
134 páginas