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Lo absurdo

Lo absurdo (Javier Pastor)

Lo mucho que haya habido de importante para mí, los recursos de los que me haya valido para armar el libro, una vez impreso, en manos del lector, se volatiliza. Lo dicho, lo que haya entre el libro y su lector… no me concierne.

Esto que dice Luis Rodríguez es una forma de verlo, porque Lo absurdo, de Javier Pastor, lo sitúa al otro lado, al lado que concierne, afecta y mueve.

Javier Pastor escribió en 2016 la novela Fosa Común. Un crítico literario la reseñó en Babelia, bajo el título de Grotesca miseria moral y como el conjunto de tu obra (la del crítico de marras, aquí bautizado como Perico Collazo) no da ni para un breve excurso hay que dedicarle una novela (la que escribe Pastor), no sé si captas la lógica, leo en la novela.

Fosa común se integra en la novela, y el autor de la misma se convierte aquí en personaje, en un escritor entretenido en bucear en la obra de Perico, que además de crítico literario (o veterano camorrista de la prensa escrita) es también escritor, con algunas novelas a sus espaldas, para ir también espigando textos. Arrimar la inventiva para a la muerte de un padre, un especular de oído, como aquellos Coños que mosén De Prada solo había visto en el Interviú mientras discurseaba sobre ellos como si los hubiera hurgado en el confesionario. Y no solo espigar las novelas, sino también algunos artículos aparecidos en El País, como Un crucero entre vides por el Rin (el original era “por el Mosela”).

A Perico Collazo, según se deja caer en la novela, se le puede endiñar eso que Cercas (al que no se nombra) calificó en un artículo como El crítico matón. Y en la novela sucede de este modo, porque valga la ironía, un escritor joven (ya saben, cuarentón), se tira por un balcón después de que aparezca una reseña demoledora de Collazo en Homeria (trasunto de Babelia). Una marea humana, un ruido ensordecer incendia las redes y más de cienmil almas recalentadas piden la cabeza de Collazo; estas mareas humanas tan proclives a la cancelación, que firman lo que no no entienden, suman estrellitas o caritas sonrientes o pulgares hacia arriba. Y siguiendo con las cancelaciones:

Ni me siento aludido ni cometeré el error de Ursúa de azuzar a esa jauría que en su vida ha leído un libro ni sabe quién es Ursúa y aún así firmaba no sé donde para expulsarlo de la Academia. Ciento y pico mil indocumentados firmando, nomejj.

Curiosamente, ahora tengo entre manos unas cartas que le escribe José Antonio Martínez Climent en El ángel del manzano.

El caso es que Collazo no está por la labor de dar su brazo a torcer. Eso al comienzo. El desarrollo de la novela dará lugar a un ligero cambio de parecer, que no de perecer, porque Collazo nunca sopesa la idea de quitarse también de en medio, y Pastor tampoco decide eliminarlo, así que seguirá vivito y coleando, aunque su relación de pareja sí que parece camino de irse al garete, a pesar de tener al lado a Emma, tan atractiva, sensata, culta, desinhibida, sincera, amable, una profesora popular y respetada, cocinera de nota con sexto de piano aprobado. E incluso quien sabe si Pastor le ofreceré a Collazo una especie de redención, si este se decide a no usar otra arma que el filo de una página, una línea, un verso indiscutibles.

Hay puyitas para la autoficción, para esos irresponsables que desbraguetan intimidades y las de sus excónyuges, exfamilias, examigos, víctimas desbraguetadas contra su voluntad por el autodesbraguetamiento a contrapelo de un noruego irresponsable. Entiendo que es Karl Ove Knausgård, pero, como en otros muchos casos no se nombra.

Y leyendo lo bien que desmenuza Pastor, con buenas dosis de ironía y trazos caricaturescos el mundillo literario me vienen en mientes estas palabras, por el envés, de Monique Lange:

No te envanezcas del éxito circunstancial de tus libros ni de los elogios desmesurados que reciban. Todas las modas pasan. Lo peor que le puede ocurrir al escritor es caer en la trampa del compadraje y halago. Avanzar sus peones de ajedrecista, calcular la rentabilidad de sus pasos, entrar en el juego de la tribu o fratría, someterse a las reglas de lo establecido y asumir su fecunda normalidad»

Esa verbosidad cultista o zafia de la que hablaba el crítico en Fosa Común está también presente en Lo absurdo, si bien lo zafio se me antoja lo vulgar o la capacidad que tiene el autor para impregnarse de otros ambientes con muy buena mano y oído, y también los constantes estorbos del narrador; estorbo que es más un aliento, la llama que alimenta la novela y la escritura de Pastor. No solo esta, también Fragmenta, Mate jaque y Fosa Común. ¿Qué es el estilo, sino la marca de agua de la escritura? En el caso de Pastor me parece muy reconocible.

Estilo que vibra en cada diálogo hilarante, en cada párrafo sorprendente, en cada reflexión inédita, puyazo o mandoble. En cada ju(e)go de palabras:

La pérdida de su único ingreso regular, el grueso de sus ingresos, su ingrueso.

el corte no le ha venido mal porque de la gran obra están aún en pelota -de tenis, como el preuniverso o anteuniverso y a la espera de esas horas interminables mirando al techo que demanda todo escritor alérgico a la grafomanía. Su instinto no lo engaña, la puerta metálica oportunamente lindante con los meaderos que advierte PRIVADO abre al patio donde se almacenan las torres de botellaje con grande presencia de cajas de Coronita, es la globalización. Y a un paño estrecho de cielo anegado por la lefa ámbar con que Madrid mancilla sus estrellas, de cuando en cuando hay que soltar paridas así para que el lector renuncie a seguir leyendo.

Javier Pastor falleció hace dos meses. No sé si llegó a ver la novela publicada; novela que como leo en los Agradecimientos, nació viva pero murió al poco. Gracias a Ediciones del Azar por su resurrección y publicación.