Luis del Olmo se explayaba a gusto dedicando los siguientes calificativos a Federico Jiménez Losantos: «terrorista de las ondas», «talibán de sacristía», «cantamañanas», «desgracia para el periodismo», «matón radiofónico», «profesional del insulto, la mentira y la demagogia», que «vierte estiércol» por la radio y defiende «intereses bastardos».»La culpa la tiene él, desde luego, y también la Santa Madre Iglesia».
Por su parte Federico Jiménez Losantos con su lengua viperina, y su veneno reconcentrado que suelta en cada frase que dice tampoco se muerde su lengua, al referirse a Luis del Olmo:
«precursor del homo antecesor de la radiocomunicación»,»Aunque no me hubieran dado premio alguno, habría ido a Ponferrada a ponerme a la sombra de la estatua erigida a tu ego y a meditar sobre la imperiosa necesidad de retirarse a tiempo».
Todo esto a consecuencia de la entrega de premios que tendrá lugar el 21 de abril por parte de la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión que entregará en Ponferrada (León) los premios de esta edición. Federico Jiménez Losantos, director y presentador de La mañana (Cope), se llevaba un premio y se ha montado una buena.
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Los periódicos también plagian
Mirando la blog de J.L García Iñiguez lugareño de Logroño como nosotros, veo un post suyo que me ha llamado mucho la atención. Es bien sabido que en la blogosfera el «copy and paste» se estila mucho. Sabemos también de algún periodista que se ganó una buena reputación como cronista y luego resulta que sus artículos los hacía desde su casa, y de alguna laureada periodista, ahora reina de la televisión que fue pillada plagiendo no un libro sino varios, para confeccionar su propia novela, cogiendo un poco de cada lado, pero que un periódico eche mano de la Wikipedia, sin citarlo, para hacer sus noticias es de traca.
En la blog arriba citada, JL, comenta que al buscar información sobre Penélope Cruz en Wikipedia y luego ver una noticia en la versión digital de El País, algunos párrafos eran idénticos. Cuando menos la noticia de «El País» no va firmada por ningún periodista, sino que pone ElPaís.com. No estaría mal que abajo, pusieran la fuente. Si han copiado y pegado lo que hay en Wikipedia que lo citen, porque sino su labor periodística brilla por su ausencia.
La obsesión por los móviles
No tendremos que esperar mucho tiempo para que los ciudadanos acudan a los tribunales culpando a las “operadoras de móviles” de sus males. Si las tabaqueras tuvieron que hacer frente a millonarias indemnizaciones a los consumidores de cigarrillos, pues no se les informó en su día que el tabaco era perjudicial para ellos ni que creaba adicción, ahora que hay estudios que avalan que los móviles también crean adicción y dependencia, similar a las drogas, habrá quien tirando balones fuera culpe a estas operadoras de móviles de generar en sus consumidores desequilibrios, pérdida de la sociabilidad, desarrollo entorpecido, para acabar esclavizado de sus móviles.
Los móviles han experimentado un crecimiento desmesurado en pocos años. Entre los jóvenes se ha convertido ya en una obsesión. Niños cada vez de más corta edad hacen uso de ellos. Se justifica diciendo que así sus padres los tienen más controlados y pueden “seguirles mejor los pasos”. En nuestra generación, hablo de quince años atrás, no existían móviles, solo fijos, y éramos felices. Quedábamos en un sitio y el que aparecía bien y el que no se quedaba en casa. No estábamos como ahora cambiando continuamente de punto de encuentro, de hora. Si nos querían localizar nos llamaban a casa o iban a buscarnos a la cancha de baloncesto, o la biblioteca. Si no estábamos en ninguno de estos sitios es porque buscábamos nuestro rato de esparcimiento, de libertad, donde no había que rendir cuentas a nadie, sin estar “vigilados 24 horas al día”. Si algo grave ocurría nos enterábamos tarde o temprano. Si al llegar a casa veías rostros compungidos y regueros de lágrimas, era porque el abuelo había muerto o alguna cosa mala había ocurrido. Saberlo “al momento” no minimizaba la tragedia. Sigue leyendo
La nieve que me hizo ver todo negro
El coche, ese gran invento que nos hace tanto bien y que tanto nos sirve para fardar ante la piba o los amigos, como para contaminar acústicamente el espacio que todos ocupamos, me jugó una mala pasada, una nochecita mediado el invierno.
Para alguien que viene de secano y solo ve la nieve, en las postales navideñas o por televisión, pilotar en condicionas adversas, con nieve de por medio, puede resultar arriesgado. Esto me ocurrió una tarde que me dirigía a una localidad de Cantabria con mi Citröen ZX. Con el fin de evitar el tráfico que se prepara a la entrada de Burgos, opté por coger otra variante. El recorrido me llevaba por Cenicero, Haro, dirección Pancorbo. Todo este trayecto, una vez pasado Haro fue con ese devenir de pequeña pelusa blanca que poco a poco iba pintando el asfalto. Con las luces cortas se veía mal, pero dando las largas aún era peor, y el limpiaparabrisas no daba abasto.
Muy poco tráfico había en la carretera sobre las 8 de la noche. Crucé Oña, una localidad que parece bien bonita, atendiendo a los monumentos que se observan y a su porte señorial, al menos esa impresión da desde el coche, y tiene además una gasolinera providencial ya que por esta zona hasta llegar a la provincia de Cantabria no hay otra. Sigue leyendo