Archivo del Autor: Francisco Hermoso de Mendoza

Correspondencia_inteletual

Correspondencia inteletual (Enrique Gallud Jardiel & Roberto Vivero)

Vuelve la burra al trigo porque con la lectura de esta Correspondencia inteletual escrita a dos cerebros entre Roberto Vivero y Enrique Gallud Jardiel, llevo ya cinco libros leídos, de los escritos al alimón por esta pareja de humoristas.

Y como lo mío ya es puro vicio tengo entre las manos también otro libro suyo: Erotismo para puritanos.

Vi hace poco a Faemino y Cansado en el Teatro Bretón y me resultó sorprendente cómo parida tras parida mantuvieron al público una hora y media embelesados.

La Correspondencia inteletual es un monto de cincuenta cartas jocosas en la que los autores despliegan toda clase de recursos literarios que exigen no solo que el lector deje en suspenso la credulidad, sino que ejerza como el autocorrector de google, de cara a leer no lo que pone, sino lo que se supone que debería poner, habida cuenta el aluvión de juegos palabras presentes en el texto.

Del prolífico Gallud, consumado maestro de la literatura humorosa, uno puede esperar cualquier cosa, porque su imaginación desbordante no parece tener límites y se desparrama anegando (y por ende, afirmándose) el mercado editorial con tropecientos libros anuales. Pero el caso de Roberto Vivero me tiene intrigado, porque después de haber leído Seducciones, Las fieras, Zoo, Crítica del Barrio Chino, o Carnicería, por citar algunos, no lo veía yo haciendo el humor con la desenvoltura con la que se maneja junto a Gallud, el cual parece ser capaz de extraer de Vivero lo mejor de sí (en cuanto al humor) y el libro se erige en una sucesión de paridas, que como en botica, unas tienen más gracia que otras. Pero el tono desenfadado y el cachondeo y la burla sí se mantienen constantes (como en un partida de ajedrez en donde cada jugador en lugar de piezas mueve textos humorosos) de principio a fin, hasta la esquela, para entendernos.

Hay para el investigador elementos curiosos, como la mención a la traducción de La Torre por parte de Roberto Vivero, que leí el pasado año o a La Taberna de Platón, escrito también a cuatro manos.

Dado que el humor va por barrios, no sé si esta Correspondencia inteletual es recomendable o no, pues no sería el primero que acaba Muerto de risa. Lo que sí es evidente es el ingenio que despliegan ambos autores a los que leo muy, pero que muy compenetrados.

Y podría desnerudar mi alma para escribir los versos más tristes esta noche, para pensar que no la tengo, para sentir que la he perdido, para oír la noche inmensa, más inmensa sin ella, y también podría espigar unos cuantos textos para que valorasen la mucha o la escasa gracia de algunos de los mismos, pero me encuentro modorro, será la cuesta de enero, pienso, así que busquen (el libro), comparen y si encuentran algo mejor (alguna novela mía, por ejemplo): cómprenlo (o hagan una desiderata en las cientos de bibliotecas públicas de este país).

Para ir aliterando gabrielcelayescamente:

Las epístolas son poemas cargados de futuro.

No siempre.

PD. De la portada no voy a decir nada.

IMG_20220519_190639

Los enanos (Concha Alós)

Concha Alós fue merecedora del premio Planeta en 1962 por la novela Los enanos.

Leo:

Somos enanos rodeados de enanos, y los gigantes se esconden para reírse.

Los enanos viven como pensionados, nada sobra y todo falta, mientras se suceden las escenas costumbristas, bajo el régimen franquista, sin apenas recursos y sobreviviendo a duras penas.
Ellas preservando el honor, ellos mancillándolo. Aquel código. Mundo binario. Mundo pasado, pasado mudo, pero no periclitado.
La voz de los desfavorecidos como materia prima. La ominosa y mugrienta realidad ahoga y ultima a ratas y personas.

La novela fue adaptada para la televisión. La serie está dispuesta en RTVE

IMG_20220708_184727

Barrio de maravillas (Rosa Chacel)

Ahora, si un libro no me gusta lo abandono. Con Barrio de Maravillas de Rosa Chacel he hecho una excepción.

Ya se quejó en su día la autora de que su novela no había sido entendida.

No es excesivamente larga, no llegan a 300 páginas apretadas (en la Editorial Bruguera) pero me cuesta mucho coger el hilo y una vez cogido, no perderlo.

El Barrio de Maravillas es lo que hoy es Malasaña. En uno de sus edificios viven dos niñas: Isabel y Elena. La historia se sitúa en la segunda década del siglo XX. Somos testigos del asesinato del el político Canalejas en 1912, del archiduque Francisco Fernando en 1914, y también del comienzo de la Primera Guerra Mundial.

Rosa se demora en exhaustivas narraciones, ya sea acerca de la luz o sobre las figuras pictóricas, prosa que deviene ensimismada, perdida en el laberinto del lenguaje, quedando el lector al margen.

La narración tiene, no obstante, un punto seductor en su insolencia, en su nula necesidad de complacer, alentada por la pura nece(si)dad de contar.

6A0B8B9D-9296-42B4-A3D8-4E011EBD82AD

Un invierno en Mallorca (George Sand)

Cuando George Sand, pseudónimo de Amantine Aurore Lucile Dupin de Dudevant abandone la isla de Mallorca después de su estancia durante poco más de tres meses con los suyos (un hijo, una hija, una camarera y su pareja: Chopin), en la tercera década del siglo XIX (1838-1839), en el barco que la conducirá a Barcelona y luego a Francia se sentirá como aquel que después de haber dado la vuelta al mundo abandona a los salvajes de la Polinesia por el mundo civilizado, porque la autora conecta con el mar espléndido ante sus ojos, con la feracidad del paisaje, encareciéndolo -una dádiva para cualquier pintor; Eldorado de la pintura- pero denosta el paisanaje, al pagés, al oriundo mallorquín al que pone a caldo perejil, porque la autora, al contrario que Walter Benjamin cuando visitara Ibiza un siglo después, va con aires de suficiencia y altanería; así los isleños le resultan gente bruta, codiciosa, maliciosa, nada empática con los extranjeros; perfectibles, reservados, nada ilustrados, poco menos que bestias que apenas hacen uso de la razón en su quehacer diario. Salvo una joven, Perica, nadie pasará la prueba para la autora quien no se corta un pelo a la hora de denostar el vino peleón, el aceite de oliva nauseabundo, la alimentación basada en la carne de cerdo, la falta de caminos que faculten el comercio.

La timan en cada compra que hacen. Todos quieren sacarle los cuartos y aprovecharse de ellos. A pesar de todo esto disfruta George de la estancia en Valldemossa, en una celda de la Cartuja desamortizada por el Decreto de Mendizabal.

Hay mucha paja en el texto, publicado en su día por entregas, echando mano George de las notas de otros autores en lo relativo al arte o a la historia de la isla como Tastu o Laurens (como la nota relativa al Convento de Santo Domingo). Resulta interesante el texto cuando la autora (que escribe aquí bajo el género masculino) es capaz de hablarnos sobre sus impresiones, a menudo polémicas, centradas en la religión, pues a ella le choca la fuerte presencia que la misma tiene entre la población local; religión que ha moldeado las mentes de una manera muy diferente a la suya, que viste a su hijas con ropa de hombre, que no acude a misa y que no encuentra poesía alguna en la vida ascética, eremítica, como la de esos monjes cartujos. Provechosas son las notas de Luis Ripoll, responsable asimismo de la traducción. Parece que a George lo que más le molestaba, aunque no lo confesara, era la indiferencia con la que fue recibida por los lugareños, de ahí su necesidad de hacer de menos al otro, de querer situarse siempre por encima, ya sea moral o intelectualmente, sin lograr en esos tres meses hacer una amistad, lo cual no deja de resultarme curioso pues el texto termina con un párrafo moralizante en el que apela a la necesidad que tenemos los unos de los otros.

He leído una edición de Rey Sol de 1974. Si logro leer la edición de José J. de Olañeta con prólogo de Robert Graves, daré cuenta de ella.