Archivo del Autor: Francisco Hermoso de Mendoza
Complejo lagunar de Laguardia
A poco más de quince kilometros de Logroño se encuentra la ciudad de Laguardia. En el entorno de dicha ciudad hay unas lagunas muy interesantes para visitar.
Si se accede a Laguardia en bicicleta por la GR-38, partiendo desde Oyón, o empalmando con esta GR cogiendo algunos de los caminos que salen detrás del Monte del Corvo, a nuestra disposición tendremos las vistas de los viñedos, el perfil de la Sierra de Cantabria, Laguardia encaramada en un promontorio, los chozos entre los viñedos y las referidas lagunas, que al ser ya casi verano, y una vez que se ha evaporado el agua en los humedales, muestra una superficie blanca por la costra de la sal, tanto en la laguna de Carravalseca como en Carralogroño.

El abismo del olvido (Paco Roca y Rodrigo Terrasa)
¿Los cómics se ven o se leen? Leo y veo este librazo de Paco Roca y Rodrigo Terrasa con una frase de Kafka percutiendo sin parar: Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros. Y para nada deja indiferente este cómic (las viñetas de Roca son muy explícitas), que aborda primorosamente el asunto de la memoria. Por eso el título es tan gráfico, El abismo del olvido. Así es, somos memoria, y si nos empeñamos en olvidar, en hacer de la amnesia el pan nuestro de cada día, nos iremos desconociendo poco a poco, en un descargo de nuestro ser que tiene consecuencias fatales, como se ve hoy en día.
La historia se centra en Paterna. En su cementerio municipal existen 135 fosas comunes. Allí fueron fusiladas 2200 personas después de haber acabado la guerra civil. ¿Era esa la manera que tenía el Régimen de impartir justicia?
Uno de los enterradores fue Leoncio Badia. Republicano excarcelado al que le asignan la labor de enterrar a los suyos. Por otra parte, Pepica Celda, hija de uno de estos hombres asesinados por el régimen, está presente, encaramada en un árbol, el día que su padre fue fusilado. Sabe perfectamente dónde está su cuerpo y emprende su particular Odisea administrativa, para sacar a su padre de la fosa común y poder enterrarlo dignamente.
La narración, además de ir mostrando aquellos años convulsos, previos a la guerra civil, años violentos y represivos, primero con la represión republicana y luego franquista, nos sitúa luego en el cementerio en el que trabaja Leoncio, que iba para profesor (enamorado de la astrología y la cultura griega: hay un hueco aquí para hablarnos de Aquiles y de su amado Patroclo, de la importancia de tener un sitio físico en el que llorar o poder recodar a nuestros muertos) y acaba como enterrador. Hasta en la noche más oscura siempre hay un jirón de luz, hasta en la abyección más profunda, siempre hay un resquicio para la humanidad. Leoncio ayudará a las mujeres cuyos padres, hijos, hermanos han sido asesinados. Les dejará ver los cuerpos, a espaldas de las autoridades y antes de introducirlos ordenadamente en las fosas. Recortará alguna pieza de tela, un cordel de cuerda, incluso les pedirá que en una botella incluyan el nombre del difunto; mensaje que será descubierto décadas más tarde, cuando Leoncio espera que toda aquella barbarie haya pasado. Así, uno de los equipos forenses encargados de cumplir con la Ley de memoria histórica impulsada por Zapatero y abortada por Rajoy (Ni un euro público más para las fosas de la guerra; claro impulsor como se ve de la desmemoria histórica) encontrará en sus exhumaciones estas botellas cuando excaven la fosa 126. Los asesinados por la República ya habían sido exhumados durante las cuatro décadas de dictadura, con todos los honores y medios económicos a su alcance. ¿Qué entiende cualquier persona de bien por dar una digna sepultura?
Como apuntan los autores, en todos los países europeos, salvo en España, al acabar una guerra cada bando ha recuperado sus cuerpos. España es diferente. Aquí se venció, se represalió y se condenó al olvido, a las fosas comunes, a millares de personas. Y se apuntaló todo ello con aquella sentencia que dice: No hay que remover el pasado.
Por eso es tan necesario este cómic, duro y conmovedor en todo lo trágico que atesora, en su lucha sin cuartel contra el olvido y la desmemoria, y también como un canto a la esperanza, a la humanidad que como la de Leoncio siempre vencerá a la ignominia.
Berganzo
Hoy de ruta y otra vez por el camino del Ebro. Saliendo de Logroño, pasando la ermita del Cristo, hay un camino a nuestra izquierda que precisamente es el camino del Ebro y finaliza próximo al Centro de acogida animales. Nos espera luego una pronunciada bajada hasta el El Cortijo. Después está Fuenmayor y luego a San Vicente pasando por Baños de Ebro y antes por Torremontalbo. La señalización no es la mejor. No es difícil desorientarse a la salida de Fuenmayor buscando el camino de Buicio. Una vez en él descubres el palitroque del camino del Ebro cuando llevas 400 metros dentro del camino. De la misma manera antes de llegar a Torremontalbo el camino se corta, y has de pasar la bici al otro lado del quitamiedos, si quieres continuar.
De Baños de Ebro a San Vicente a fuimos por la carretera regional. En el altozano vimos el castillo de Davalillo. Una vez en San Vicente de la Sonsierra, quince kilometros distan de Berganzo. Hay una buena masa forestal y bastantes cuestas.
Las cascadas de Berganzo son una maravilla. Bajaban con buenas provisiones de agua.
Superadas los dos de la tarde era hora de comer. No había restaurante en Berganzo, ni en Ocio, y acabamos comiendo en un pueblo de cuyo nombre nos enteramos a medida que comíamos: Santa Cruz del Fierro. Un menú cerrado en el Restaurante Coto de caza El Castillo. Dos perolas, una de alubia roja que se deshacía en la boca y otra de patatas con chorizo. De segundo churrasco o chuletón de ternera. De postre natillas, o tarta de helado de limón. Comida copiosa, sí, pero no nos podíamos permitir una pájara.
Regresamos a Logroño por Briñas y Ábalos, a nuestra derecha un mar de viñas y un horizonte infinito, el sol en la cara, la alegría en el rostro y el cansancio en el cuerpo. Hicimos una parada en Laguardia. Sigue siendo la misma beldad de piedra de siempre.