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La mujer de Strasser (Héctor Tizón 2012)

La mujer de Strasser Héctor TizónIba buscando un libro de relatos de Eloy Tizón y acabé yéndome para casa con La mujer de Strasser del argentino Héctor Tizón. Se ha tratado de una inconveniencia conveniente, pues su lectura me ha satisfecho y de paso he descubierto a un autor, el cual falleció a finales de julio de 2012, al que vale la pena leer.

La novela son 103 páginas que dan mucho de sí. Sigue leyendo

Los andantes (Federico Guzmán Rubio 2010)

Los andantes Federico Guzmán Rubio portada libro relatos Lengua de trapoDespués de leer Será mañana de Federico Guzmán Rubio tenía ganas de leer más cosas suyas. Como de momento no ha publicado más novelas, recurrí al otro libro que ha publicado hasta el momento aquí en España (porque tengo entendido que en México sí que publicó libros infantiles), titulado Los andantes. Un libro de relatos premiado por Caja Madrid(¿entienden los bancos de literatura? No. Pero los jurados se supone que sí, y este lo formaban Gustavo Martín Garzo, Félix Romeo y Lola Beccaria, y estos sí que entienden).

Creo que no he comentado aquí y hasta la fecha ningún libro de relatos, más que nada porque no los leo, no por que dé por bueno razonamientos que hacen ciertos escritores (Rafael Reig por ejemplo) a la hora de decantarse por la novela en detrimento del relato o cuento.

En un libro de relatos estos pueden tener alguna clase de relación o ser totalmente independientes o conformarse como unos cuentos hilvanados o una novela disgregada si atenemos en lo que aparece en la contraportada de libro.

Aquí, los protagonistas son hombres que viajan por el mundo, ubicados en diferentes países de distintos continentes y de quienes conoceremos sus devaneos amorosos. Para ello emplea el autor mucho sentido del humor, siendo la temática de los relatos variopinta. El libro está estructurado en cuatro partes, y cada una de ellas cuenta a su vez de otros tantos cuentos. 15 relatos en total.

Lo bueno de un relato es que si está bien escrito te metes de lleno en la historia casi al tiempo que la acabas, dejándote sorprender por la capacidad inventiva y el repertorio de recursos narrativos de los que hace buen uso Federico Guzmán. Si el relato no vale la pena, lo ventajoso es que habrás pérdido unos pocos minutos en su lectura, como me ha sucedido con su relato Para eso están los amigos o mejor, con la Cuarta Parte del libro que es la que me ha resultado más floja.

La tercera parte de libro (con los relatos Los días iguales, Los días ajenos y Los días distantes) que transcurre en Lyon es mi favorita, con relatos hilarantes y procaces, donde el sexo está presente de una forma muy original y canalla, donde la mujer es la protagonista.

La imagen que nos transmite el autor de la ciudad de Bruselas es demoledora por lo que tiene de real. Una ciudad de calles cansadas, donde todo es tan perfecto que aburre y deprime.

Otro momentazo del libro es el encuentro con el árbitro que pitó el partido en el que Maradona metió aquellos dos goles a Inglatera que le confirieron, si no lo era ya, el estatus de Dios. Sí, Diegoooooooooooollllllllllllllllll Armando Maradona.

El libro a su vez aborda otros cuantos temas, no menores, e igual de sugerentes y atractivos, como el ansia de viajar y de andar de aquí para allá a cualquier precio en una huida permamente de los otros y de uno mismo, el extrañamiento que se sufre en un país ajeno, las pantominas a realizar para ser aceptado cuando eres inmigrante, las locuras y reorientaciones sexuales necesarias a realizar para retener a la amada, etc.

Un libro, en definitiva, con sus luces y sombras con el que, no obstante, he disfrutado bastante.

Click (Javier Moreno 2008)

Click Javier Moreno portada libro Candaya Ediciones
Javier Moreno
2008
264 páginas
Editorial Candaya

En el prólogo, Carlos Pardo, ya nos pone sobre aviso. Quizá esto no sea una novela sino más bien un texto fragmentario, nos dice. Ya saben, así uno siempre puede defenderse luego con aquello de «ya te lo dije», «avisado ibas» «no me vengas con cuentos, mucho menos con novelas que no son tales«, etc. Pero a fin de cuentas (o de cuentos), en cualquier texto, fragmentado o no, su apariencia es lo menos importante. Lo relevante es la sustancia interior, su alma, lo que las palabras nos susurran al oído.

El protagonista de esta historia es Quisque Serezádez, quien ha comprado un billete hacia el más allá, con forma de pistola, una Peacemaker, con la que poner término a su existencia. Mientras juega a la ruleta rusa con la pistola en una mano con la otra mano pluma en ristre, escribe, se desangra en tinta para que sepamos de la ristra de amantes que Quisque ha tenido a lo largo y ancho de su vida. Ha habido un poco de todo: una adolescente convertida en Diosa, la mujer de su jefe, una reportera, una actriz, una astrónoma y algunas más. Mujeres a las cual cortejar y luego abandonar en pos de su siguiente amor, de su siguiente víctima, porque como en cualquier otra disciplina, el amor también requiere aprendizaje, prueba y error, he ahí ese tráfago de cuerpos, oquedades saciadas, corazones palpitantes, promesas incumplidas, deseos insatisfechos, etc.

El autor, que ha cursado estudios de Matemáticas, Filosofía y Literatura Comparada, mezcla todo esto en su novela, lo cual le otorga a la misma cuanto menos originalidad y así nos encontramos un texto abonado con frases como La Ley del Deseo (que parece hecha con Word Art), gráficos, radiografías espirituales, test, principios de física, reflexiones filosóficas, algunos diálogos hilarantes, devaneos mentales, cuestiones astrológicas, sexo, pornografía, amor, anécdotas históricas, y un sentido del humor soterrado y absurdo. Eso en la superficie, en el vacío que dejan las palabras, otras tantas cosas más.

En su lectura he tenido altibajos, momentos en los que he estado embebido y otros en los que ha cundido el desanimo. Su falta de estructura es evidente. La novela se compone de retazos. Como esa Cruz de Cristo que aparece en la novela, donde las reliquias se juntan atendiendo a una voz interior, aquí parece que el autor hubiera ido pergeñando distintos textos y párrafos y los hubiera ido cosiendo a la piel de cada mujer que aparece como si cada polvo, cada felación o relación, cada ofrenda al Dios del amor, fuera ese denominador común que cimente esta historia, la de Quisque, en sus postrimerías.

Javier Moreno cual púgil bien entrenado y con recursos, va lanzando los puños al aire y en unas cuantas ocasiones acierta, alcanza el estómago, el bazo, el corazón de su oponente. Un combate desigual, porque a otro lado está El Mito, La Leyenda, La Obra perfecta.
Javier seguirá peleando, asomando los puños, fajado en su oficio y alumbrará una gran obra: ¿será 2020?.
No es seguro
nada lo es
pero dicho queda.

Bang, bang. Libro finiquitado.

¿Por qué será que siempre leo la palabra bang, me acuerdo, no de Carolina, sino de Point Blank de Springsteen?

La escala de los mapas (Belén Gopegui 1993)

La escala de los mapas Belén Gopegui portada libro

Belén Gopegui
1992
233 páginas
Anagrama

Belén Gopegui con 30 años vio publicada su primera novela La escala de los mapas, que recibió un sinfín de parabienes por parte de otros escritores como Francisco Umbral o Carmen Martín Gaite.

La historia que nos ofrece Gopegui es todo menos comercial, pues su lectura es como una travesía por el desierto o un ochomil, un campo minado donde hay que ir mirando bien el suelo a medida que vamos pisando, leyendo.

El protagonista es Sergio Prim enamorado de Brezo.
Él es geógrafo, ella también.
Sergio está enamorado de Brezo, bebe los vientos por ella, su pasión se ve alimentada al no verse correspondido. Ella le hablaba de sus amores, él encajaba los golpes de esos devaneos amorosos furtivos, fugitivos, ajenos. Porque siempre eran otros, otros, los amores: catarrros mal curados. Pero a veces los sueños se cumplen y los amores no correspondidos se tornan recíprocos y ante esa situación Sergio se devanará lo sesos tratando de conciliar los sentimientos hacia su amada con su obsesión por buscar ese hueco en el que esconderse del mundo exterior.

La idea que Sergio tiene del concepto de hueco lo entendemos mejor a través de estas palabras:

Libro del Tao (XI):

Treinta radios convergen en el centro de una rueda,
pero es su vacío
lo que hace útil al carro.

Se moldea la arcilla para hacer la vasija,
pero de su vacío
depende el uso de la vasija.

Se horadan puertas y ventanas en los muros de una casa,
y es el vacío
lo que permite habitarla.

Sergio parece un personaje vilamatiano, un ser humano entregado a la renuncia, al ensimismamiento, a la opacidad, alguien empeñado en desaparecer, en escurrir el bulto, en habitar las sombras, en vivir en la oscuridad, en ser el párpado que desaparece, el trozo de arena que la marea tapa en su sempiterno reflujo.

A Sergio le cuesta amar, entregarse, darse, quiere eso sí ocupar los huecos, los orificios femeninos, pero sin compromiso, de su amada Brezo, sin ataduras, sin responsabilidad. Le sobra todo aquello que va después del yo te quiero y yo también, amo y señor de un amor centrípeto, enajenado en su búsqueda de ese hueco perfecto, de ese refugio desde que el protegerse de la realidad que acecha, araña y acosa.

Leemos la historia de un ser excéntrico, a la deriva, que nos hace partícipe de su aventura, de su anti epopeya amorosa, de esa lucha interna por mantenerse fiel a su principios, de pelear a la contra en su desafío de una realidad que se cierne e inmoviliza, de hallar ese hueco-refugio, esa ola perfecta con la que todo surfista sueña, ese verso que da la gloria, esa novela que permita a su autora pasar a la posteridad.

La prosa de Gopegui en este libro logra una cosa: no deja indiferente. O te repele o bien te centrifuga y entonces estás pérdido. No hay pues escapatoria. Resta solo dejarse ir hasta el final, gozar de ese puñado de palabras que logran combinaciones prodigiosas, que obran ese milagro que le dan a uno razones para seguir leyendo.

Belén Gopegui | La conquista del aire