Todavía estamos a tiempo de saldar nuestra deuda con el mundo y construir un futuro mejor. Esto completa el título del ensayo, Nuestro reto climático (Editorial Alfabeto) de José Miguel Viñas.
El cambio climático se percibe hoy como una amenaza real y cercana. El concepto de cambio climático es relativamente reciente. Surge a partir del 2001. George W. Bush prefería este término al de calentamiento global.
El mundo anterior era más cálido que el actual. Luego la tierra fue enfriándose progresivamente. La vida surgió con el nacimiento de la atmósfera. Después se sucedieron las glaciaciones. Ahora estamos en la séptima glaciación. La última ocurrió hace 12000 años. Lo siguiente que vendrá, no sabemos cuándo, será otra glaciación, si bien el calentamiento global podría impedir su entrada.
Hay elementos, como la actividad volcánica que podrían frenar (temporalmente) el calentamiento global, por su aporte de aerosoles a la atmósfera. Si bien esto supondrá la pérdida vidas humanas, y también la emisión de dióxido de azufre o fluoruro de hidrógeno.
Lo novedoso ahora es que el tiempo no cambia solo por catástrofes naturales sino que ahora la influencia antropocénica cada vez es mayor. Esto es, la presencia humana. Nos referimos al Antropoceno para hablar de esa nueva época de la historia geológica de la Tierra caracterizada por ese impacto global de las actividades humanas.
Somos responsables de la reducción de la capa de ozono, de la contaminación química, del cambio climático actual, de la acidificación de los océanos, de la producción masiva de plásticos o de los cambios de los usos del suelo.
La subida de temperatura no es la misma en todas los partes del orbe. Donde más acusada está haciéndose es en el Ártico, con grandes pérdidas de toneladas de hielo. Asimismo están subiendo más las temperaturas nocturnas que diurnas, para lo que urge reducir de forma rápida las emisiones de gases de efecto invernadero.
La mitad de la población mundial (la cual va en ascenso) es actualmente muy vulnerable a los impactos del calentamiento global, según el sexto informe del IPCC (organismo creado en 1988 bajo el paraguas de Naciones Unidas). Además, la tendencia es que la población se concentre aún más en las grandes ciudades, creándose el efecto «isla de calor» y aumentando la contaminación atmosférica.
Además del CO2, el vapor de agua es el gas que más contribuye al efecto invernadero. Si aumentan las emisiones de CO2 a la atmósfera, la temperatura seguirá subiendo, y se evaporará más agua de la superficie de los océanos, y el vapor adicional incorporado a la atmósfera potenciará más el efecto invernadero, y lo hará más rápidamente.
En 2021 se emitieron 36400 millones de toneladas de CO2.
Hasta la fecha, la absorción de CO2 por parte de los océanos es una de nuestras tablas de salvación. Llegando a absorber el 93% del calor extra que aportan nuestras emisiones de gas de efecto invernadero. Pero las aguas oceánicas se están calentando y acidificando.
Otra tabla de salvación nos la dan los bosques, al ser capaces de fijar el CO2. Si bien la deforestación actúa en sentido contrario. A lo que hay que sumar la reiteradas olas de incendios.
Desde 1850 la temperatura global ha aumentado 1,2 grados. En el Ártico ha sido de tres grados. No parece compatible reducir las emisiones de gases de efecto invernadero con el actual modelo de crecimiento económico.
El calentamiento global conlleva cambios en los océanos, en las masas de hielo de la tierra, que se están mermando, en los ecosistemas y en las formas de vida animal y vegetal de la tierra; incluso en la morfología terrestre.
El sexto informe del IPCC, afirma que los cambios recientes en el clima son generalizados, rápidos y cada vez más intensos. Habla de que se han alcanzado puntos de no retorno. Hay un ambicioso plan que consiste en la descarbonización neta total en 2050. Hay que dejar de echar madera (carbón, petróleo, gas natural) a la caldera.
El calentamiento global incidirá en las sequías, que serán mayores en el sur de África, el sudeste asiático, Australia y Europa (en su región mediterránea). Serán sequías más duraderas que las actuales.
Una de las soluciones que le parecen factibles al autor consiste en un mix energético de un 60% renovables y un 40% nucleares. De aquí a 2050.
Hay algunas acciones que podemos hacer como ciudadanos para contribuir a reducir la huella de carbono:
Como regular la temperatura de nuestra vivienda, usar bombillas de bajo consumo, usar más el transporte público, ir en bicicleta o caminar, llevar los neumáticos del vehículo en buen estado, consumir alimentos de cercanía y temporada, llevar una dieta mediterránea, reducir el uso de plástico y papel, reciclar más y reutilizar más, reducir el consumo de agua, informarse adecuadamente del cambio climático, pasar de la teoría a la práctica.
Además del CO2 otro gas a tener en cuenta es el metano. Representan un 15%. En su origen animal es tan importante poner frenar el consumo masivo de carne.
El libro se complementa con una nutrida bibliografía de lo más interesante. Ahí podremos abundar más si nos place en el tema del cambio climático, en el impacto del calentamiento global o en cuestiones como los refugiados climáticos, etc.
Un ensayo interesante.