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La transmigración de los cuerpos (Yuri Herrera 2013)

La transmigración de los cuerpos Yuri Herrera Editorial Periférica 2013
Yuri Herrera
La transmigración de los cuerpos
Editorial Periférica
Año 2013
Páginas: 134

Con un título así uno no sabe muy bien a lo que atenerse. No hay elementos metafísicos en la historia. No interesa tanto saber qué hay detrás de la muerte, en el caso de que nos espere algo más que gusanos, ya que el asunto no va de transmigraciones sino de un intercambio de cadáveres.

El protagonista es El Alfaqueque que aprovechará la coyuntura vírica (una pandemia) que asola el país, para acercarse a su vecina La Tres Veces Rubia con quien anhela darse un revolcón. Y lo consigue. Porque él en sí mismo es una combinación irresistible de Verbo y Verga, primero las acaramela con la palabra y luego las colma con el chafalote.

Y cuando parece que la historia no va a dar mucho más de sí que ponernos los dientes largos con lo bien que se lo está pasando la parejta, sobre todo El Alfaqueque y las páginas se empiezan a impregnar de algo parecido tedio, al llegar a la número 37, El Alfaqueque deberá salir a por condones para envasar así su pasión al vacío y será entonces cuando la historia se recrezca, se acelere y coja ritmo y mucha chispa, con las andanzas de El Alfaqueque y el Ñandertal y Yuri nos vaya moviendo de un lado a otro, por un tablero de ajedrez de asfalto y sordidez, de lupanares, y familias truncadas (Los Castro y Los Fonseca) por el dolor que acarrea una pérdida filial y conocer a personajes como Ñora, Vicky, las bacantes de La Metamorfosis y el Íncubo, Muñe, el Menonita, el Hamponcito..

Y echaré mano del Drae en varias ocasiones porque el autor narra sin escatimar en mexicanismos (chamba, ñenga, vocho, bisnero, quiobo..), para crear algo entre lo solemne y lo paródico, con una gran carga visual, dado que los diálogos resultan muy peliculeros, tanto como la historia, como si este libro más que leerse, se visionase. Además, la historia resulta magnética e hipnótica a partes iguales. Yuri al igual que El Alfaqueque maneja con suma destreza y habilidad la palabra escrita.

En resumen, una sorpresa bien agradable la que me ha deparado Yuri Herrera y la editorial Periférica.

En la orilla (Rafael Chirbes 2013)

Rafael Chirbes En la orilla portada libro Editorial Anagrama 2013
Rafael Chirbes
Editorial Anagrama, 2013

Rafael Chirbes se confiesa un escritor amateur, uno de esos que no sabe si escribirá más, porque cada libro es un desafío, una incertidumbre y nunca se sabe hasta cuando podrá uno seguir ordeñando tinteros, emborronando cuartillas, creando historias y personajes.
A Chirbes no lo había leído antes. Sí había visto la serie Crematorio, basada en su novela homónima, que me pareció magnífica. Si en Crematorio se explicaba al por menor cómo fueron esos años dorados de la burbuja inmobiliaria, ahora Chirbes publica, seis años después, En la orilla, cuando la burbuja ya ha estallado, cuando la premisa de que el precio de la vivienda siempre iría al alza, se demostró falsa, cuando los negocios relacionados con la construcción se fueron cerrando en tromba, sucediéndose los impagos, el embargo de bienes, dejando varados como pecios, construcciones a medio hacer, luego abandonadas, y tuvo lugar el advenimiento de esta crisis, de la que nuestros gobernantes nos avisan de que saldremos el año que viene (¿más brotes verdes?).

A medida que avanzas en la lectura de En la orilla te das cuenta de que no hay una trama (así lo reconoce el propio autor en esta entrevista), un argumento definido, sino que estamos ante una polifonía de voces: una desmesura de 437 páginas, donde parece que hay cabida para casi todo, sumando a la voz del protagonista (la de Esteban un empresario carpintero abocado al cierre, dado que un negocio que tenía entre manos se ha ido al traste, arrollándolo y para quien su mundo, ahora, se va derrumbando, sin poder y sin querer ejercer éste oposición alguna), la de Liliana, la mucama suramericana que le limpia cada día el culo al padre de Esteban, la de su amigo Francisco (que permite al autor hacer una crítica demoledora del mundillo de la alta restauración), los recuerdos de la niñez de Esteban, su relación siempre problemática con su padre, al que ahora se ve obligado a cuidar en su vejez y más satisfactoria con su tío. Y hay muchas más voces, tramas superficiales y otras que bullen en los intersticios de la novela, como en esos marjales muy presentes en la novela (que generan una atmósfera asfixiante), en ese estercolero, esa salida al mar, que lejos de purificar, sirve de basurero, donde arrojar cadáveres, materiales de construcción, pistolas y cualquier otra inmundicia.

Y Chirbes va desgranando la historia de Esteban y sus devaneos sexuales, yéndose luego por las ramas, volviendo de nuevo al camino central, para luego ofrecernos más anécdotas, todo ello con una prosa vibrante, potente, contundente, seca y dura, que no ofrece concesión alguna. Puedes abordar el libro por cualquier parte y sacar algo provechoso de él.

Su libro me parece triste y desolador, que no sensiblero ni sentimentaloide, porque tras esos años de bonanza y desparrame, tras bañarse muchos a diario con ese maná que caía del cielo bajo la forma de billetes de 500 euros, tuvo su fin el encantamiento y el comienzo de la pesadilla, y los cierres de empresas, y los despidos en masa, y el deambular con las manos en los bolsillos, llenos de horas pérdidas. Y uno piensa en el dicho que dice “quien siembra viento recoge tempestades”. Y ahí el autor es inclemente. Porque aquí los malos de la película no son los bancos, ni los banqueros (que también se llevan lo suyo), ni las preferentes, ni el mercado, ni los políticos, sino el ser humano en su conjunto, o mejor el ser humano particular, individual, cuando este sufre el mal de la codicia, de la estulticia, de la envidia, cuando la negrura espesa la sangre y enturbia la razón, enajenada ésta por el oropel, por el espejismo que luego fue.

Chirbes mete las dos manos a fondo en el vientre, para tocar las vísceras de sus personajes, y de ahí sale una lectura que desarma, que embriaga de realidad y noquea, que rehúye de echar balones fuera tanto como de la justificación exculpatoria. Más bien a lo hecho pecho y si ahora tocar penar, penaremos. Pero miremos primero hacia el interior, antes de amorrarnos al manido sonsonete que todos conocemos, ese que dice que los culpables siempre son otros, los errores siempre ajenos. Y ahí Chirbes es valiente, porque vuela libre. Y por eso Esteban, ese gran personaje, que se sabe vencido, rumiará su infortunio en soledad, con los brazos caídos, dejando que su cuerpo sea desbrozado por el temporal, por las citaciones judiciales, por la abnegación en el cuidado de su padre.

Además de todo lo comentado, en el libro hay un sinfín de asuntos menores pero igualmente interesantes sobre los que el autor se manifiesta a través de su personajes, mostrando un conjunto muy acertado de lo que es nuestra sociedad (o al menos sobre la parte sobre la que enfoca), mediante un juicio muy lúcido, severo y descarnado a la vez que profundo.

La máquina de languidecer (Ángel Olgoso 2009)

La máquina de languidecer Ángel Olgoso

Editorial: Páginas de Espuma
Año: 2009
Nº de páginas: 136 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Lengua: ESPAÑOL
ISBN: 9788483930458

¿Cómo me he permitido hasta la fecha no haber leído a Ángel Olgoso?. Gracias a ese alud de blogs literarias que pueblan la blogosfera, y buscando entre ellas, a menudo uno encuentra por ahí hallazgos, bajo la forma de reseñas de libros de escritores que llevan ya años cultivando su oficio, sin un reconocimiento masivo, este tipo de autores ocultos que nunca está de más conocer para luego reconocer, nosotros los lectores.

Lo que nos ofrece Olgoso es un puñado de microrrelatos, esa literatura que se mide en las distancias cortas, donde en muy pocas palabras el autor debe engancharnos, cogernos por las solapas, zarandearnos y rematarnos con un golpe certero hasta dejarnos KO. Ahí es nada.

Reconozco en estos microrrelatos el ingenio, la creatividad, el humor, la inteligencia, de un autor capaz de transmitir un montón de sensaciones con muy escasos mimbres: unas cuantas palabras que cobran vida como la arcilla en manos del alfarero. Entre mis microrrelatos favoritos se encuentran Caballería volante, El colibrí del instante, Los ojos, El último lector, Escritura secreta o Subir abajo un trabajo, este último, de orfebre en el que Olgoso da cuenta de lo breve de una existencia, casi un parpadeo, un subir y bajar una escalera. Espléndido.

Si tienen un rato hínquenle el diente a Olgoso y lean sus microrrelatos. Disfrutarán de lo lindo. O quizá no, pero no habrán perdido el tiempo.

Acantilados de Howth (David Pérez Vega 2010)

David Pérez Vega Acantilados de Howth Portada libro
Tapa blanda (reforzada): 188 páginas
Editor: Baile del Sol; Edición: 1 (1 de junio de 2010)

Acantilados de Howth es la primera novela de David Pérez Vega, a quien he conocido a través de su recomendable blog literaria, Desde la ciudad sin cines. Nada hay de especial en que los escritores tengan blogs: Trapiello, Enrique Vila-Matas, Alberto Olmos, Patricio Pron, Pablo Gutierrez, por citar algunos. Lo curioso es que si generalmente llego a estas blogs después de conocer al escritor, en el caso de David he seguido el camino contrario. Leo su libro porque me gusta cómo escribe en su blog.

El libro es un relato que parece autobiográfico, al menos en parte, si nos atenemos a los datos que tenemos disponibles del autor, que cuando escribió el libro tenía 33 años. El protagonista es Ricardo, quien hace una carrera, luego otra más (relacionadas ambas con el mundo de la empresa), escribe poesía, resultando premiado (si bien se cuida muy mucho de alardear de ello como si escribir poesía de un acto criminal se tratara), se va a Irlanda buscando algo, mientras sus amigos consiguen trabajo en Madrid, donde vive, se casan, se hipotecan a 40 años y son felices como pueden, vuelve de Irlanda y se acomoda en una empresa donde currará un montón de horas, al tiempo que su actual pareja le pedirá el suficiente espacio y tiempo para que la incomunicación tome cuerpo y forma de divorcio.

Las primeras 57 páginas son desalentadoras. Por momento pensé que estaba sufriendo un flash-back, no de setas alucinógenas holandesas, sino de una prosa que me recordaba mucho a un libro que leí hace meses y que todavía me produce poluciones nocturnas cuando escribo postales con un bolígrafo de gel verde.
Pocas cosas me aburren más que leer a un escritor describiendo cómo es la vida en una oficina (da igual que sea una multinacional, una empresa tecnológica, una administación pública), donde los roles de los que allí trabajan se reducen a clichés. Además ya voy servido de asuntos laborales después de haber leído La mano invisible.

Afortunadamente, para nosotros los lectores, Ricardo tiene la brillante idea de dejar Madrid e irse a Irlanda, a Dublín, a aprender inglés, derrochando su tiempo en trabajos precarios y mal pagados, y ahí el libro gana varios enteros, pues la prosa de David se vuelve menos adocenada, trabada y reiterativa, para azuzado por el interés que todos manifestamos hacia lo nuevo, contarnos unas historias algunas hilarantes (como la de las setas alucinógenas), otras más emotivas, como la relación que Ricardo mantiene con Ula, así como el relato de ese reguero de trabajos en los que ocupar el tiempo, las amistades que hará, tanto españolas como de otra nacionalidades, y ahí es fácil reconocerse. Todo aquel que ha salido al extranjero, bien a buscar lo que sea o incluso a buscarse a sí mismo, como Erasmus, o con un Interrail o de cualquier otra manera, sabrá apreciar lo que nos cuenta David, quien lúcidamente distingue entre los que van al extranjero buscando mejorar el conocimiento de una lengua extranjera, emociones y diversión (y lo hacen de forma temporal y a menudo con una fecha de regreso prefijada), a pesar de aceptar trabajos que no harían en sus lugares de origen, de aquellos que van allí a trabajar exclusivamente por dinero y su estancia es más una condena que una aventura.

A comienzos del siglo XXI no era complicado acabar una carrera y encontrar un curro. Leyendo ahora este libro uno toma conciencia de lo que ha cambiado todo (a peor) en apenas 10 años. Leer que a los treinta años los jóvenes ya estaban casados e hipotecados, currando desde al menos un lustro, es una situación que se ha desplazado en el tiempo casi una década, de tal manera que si David adaptara su relato al tiempo presente esos veinteañeros serían reemplazados por treintañeros que van camino de los cuarenta con un futuro tan incierto o más, que el vaporoso presente. Cosas del mundo líquido que nos diría Bauman.

Un libro engancha cuando su personaje protagonista engancha. A mí Ricardo me ha caído gordo, al principio sobre todo. Luego no es que te den ganas de abrazarlo pero se vuelve menos petardo y más humano. En nada me ha gustado ese afán que tiene el protagonistad de recordarnos una y otra vez que tiene dos carreras a falta de una, que habla inglés, que es un poeta que debe penar en soledad porque nadie es capaz de reconocer su talento, así como la manera que tiene de despachar a ciertos colectivos reduciéndolos a meras etiquetas, como el caso de los jevis.

Esto se entiende mejor leyendo algo de su libro:

Es un buen tipo, no fuma, no bebe, casi no sale, quiere a mi hermana y a su hija, le gusta su trabajo, está feliz con la vida que lleva. Siempre sonríe, siempre está alegre. Sé que hace feliz a mi hermana. Me gusta verlo juntos (página 176).

Unos comentarios así son más propios de un lector de La Gaceta, no de un joven, nuestro Ricardo, que entre otras cosas y según leemos en la novela se ha ido de putas, se ha metido drogas blandas y setas alucinógenas, ha sido un cabrón porque se acostaba con todas las tías que se lo permitían teniendo pareja o no y prefiere que le dejan a dejar, porque no tiene valor para marcharse.

A pesar de todo lo dicho el libro me lo he leído casi del tirón, porque quería saber si Ricardo en un momento de lucidez se despeñaba por El Acantilado de Howth o no, si le cogía la mano a Ula y le declaraba su amor eterno o si se volvía para los Madriles con el rabo entre las piernas y el corazón lo suficientemente endurecido como para ser capaz de medrar y pisar a quien fuera preciso para escalar lo más alto posible dentro del escalafón social y laboral.

A ver si David además de poemarios publica alguna otra novela en el futuro para comprobar su evolución ya que esta novela data del 2007 (aunque esta se la publicaron en 2010). Es un hecho que no todos los escritores se descubren con novelas primerizas tan notables como La escala de los mapas, A bordo del naufragio, Intemperie o Peaje.