Archivo de la categoría: Venancio Andreu Baldó

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Anti-Nietzsche (Ferdinand Tönnies, Julius Duboc, Franz Mehring)

Leí esta Semana Santa El Anticristo de Nietzsche, y hubo en ese texto unas cuantas sentencias que me produjeron repulsión. Había leído antes Aurora, Ecce homo y Así hablo Zaratustra, y no acababa de entender dónde residía el magnetismo de Nietzsche. Por lo tanto cuando en mi camino se cruzó Anti-Nietzsche no pude resistirme a leerlo yendo en búsqueda de algunas respuestas.

El libro lo componen tres ensayos escritos entre 1897 y 1899. Las fechas nos sitúan por tanto un año antes de la muerte de Nietzsche, en 1900. Los autores de los ensayos son tres filósofos: Ferdinand Tönnies, Julius Duboc y Franz Mehring. El extenso y capital prólogo corre a cargo de Venancio Andreu Baldó, responsable asimismo de la traducción.

El último ensayo, el de Franz Mehring, es un repaso a los anteriores de Duboc y de Tönnies. Franz desglosa la actividad creadora de Nietzsche en tres fases. La primera es la del artista (Nietzsche es el discípulo de Schopenhauer (el despreciador de la historia) y Wagner; Nietzsche vio las formas acabadas del genio en el filósofo, el artista y el santo), la segunda false es la del hombre de ciencia y la tercera es la que hizo popular a Nietzsche: la del desesperado de sí mismo y del mundo, el Zaratustra sin aliento, tempestuoso, vertiginoso, gimiente y fuera de sí, aquel que no puede ser de ninguna manera objeto de comprensión, sino solo de goce estético, cuya filosofía es la sublimación del gran capitalismo, lo que explicaría que hubiese encontrado un gran público, afirma Tönnies.

En su ensayo Duboc liga a Nietzsche con su maestro Schopenhauer, que cuando en 1818 afirma que el pesimismo es el único pensamiento de su obra, nadie le cree. En 1848, treinta años después, vuelve con la misma cantinela, y entonces todos le creen, a él, al profeta de la náusea universal. Para Duboc Nietzsche significa un nuevo despertar a la vida, el nuevo despertar de alguien que ha sucumbido a la sobreexcitación e hipertensión enfermiza, y ese alguien era la propia voluntad. El pesimismo había cedido su lugar al materialismo ético que se celebraba a sí mismo como el paroxismo de la libertad, materialismo ético que compartía muchas aspiraciones con la moral del superhombre. Para Nietzsche la vida era esencialmente apropiación, vulneración, violación de lo extraño y más débil, opresión, dureza, anexión, y al menos explotación. Así se explicaría el gusto de Nietzsche por Napoleón, o por naturalezas humanas depredadoras como la de César Borgia. Por lo tanto, el ser humano servicial, noble y bueno resulta para Nietzsche decadente, y un síntoma de derrumbe. No me explayo aquí (prefiero que los lean ustedes directamente en el texto) en los calificativos tan despectivos con los que Nietzsche despachó a Sócrates, Platón, Spinoza, Carlyle, Darwin o Descartes.

Parte importante del ensayo lo dedica Duroc a hablar de la conciencia. Como síntesis, podemos afirmar que para Duboc, la conciencia representa -no un fantasma moribundo, para decirlo con Nietzsche-, sino una de las mayores palancas en la evolución de la especie humana.

El ensayo más extenso es el de Ferdinand Tönnies. Está dividido en 27 capítulos. Ferdinand en los escritos tempranos de Nietzsche encuentra más sentimiento que conocimiento. Más tarde, Nietzsche ofrece palabras frescas y sonoras al indestructible optimismo de la voluntad y la fuerza. Sus éxitos van de la mano de los intentos de utilizar la teoría de la evolución para sostener el capitalismo y la libre competencia, cuya consecuencia natural es la supervivencia de los mejores, y para lo cual requeriría también la creación de estamentos, la segregación de la aristocracia y el derecho a la herencia.
Nietzsche ya empieza a diferenciar los débiles de los fuertes, a los exitosos de los malogrados y llega a la conclusión (en su libro Genealogía de la moral) de que la moral representa la voluntad de un cultivo opuesto, que en ella persiste la aspiración consciente a la represión del tipo humano de más alta calidad pues era temido hasta entonces; hasta entonces era casi lo temido y a partir del temor, se quiso, se cultivó, se alcanzó el tipo opuesto: el animal doméstico, el animal de rebaño, el animal enfermo hombre… el cristiano.
El anhelo de una vuelta a la naturaleza puede ser entendido fácilmente como cansancio de la cultura, y este como signo de una cultura enferma y envejecida.
Nietzsche se ve sorprendido por la riqueza de la sabiduría de Schopenhauer y se deja arrebatar por sus escritos chispeantes.
Los pensamientos de Nietzsche interpretan El mundo como voluntad y representación. El mundo como voluntad es en términos estéticos la música. Representación es el texto para la música. El nacimiento de la tragedia a partir del espíritu de la música lo considera Ferdinand un escrito genial. Más tarde en Humano, demasiado humano, o La gaya ciencia no encuentra Ferdinand demasiados pensamientos originales (algo en lo que coinciden los tres filósofos que aquí concurren).

En lo personal Nietzsche se va apartando del mundo y en La gaya ciencia llega a la conclusión de que la vida es esencialmente apariencia y juego… y que no tendría en absoluto ningún significado interno o moral.
La compasión trágica le parece superficial o le resulta indiferente. Más tarde, mientras aún daba vivas a la física, apareció una idea metafísica, como una estrella luminosa, a saber, el eterno retorno. Quería Nietzsche dejar de estar solo y aprender a hacerse humano.

Ahora su forma de escribir, antes abundante y suelta, se torna a su vez ampulosa y roma -entre 1885 y 1888 los escritos de Nietzsche se centran en la moral-: Más allá del bien y del mal, La genealogía de la moral, El caso Wagner, Ensayo de una crítica del cristianismo. Ferdinand cree que lo que gusta de estos libros a los lectores inmaduros es lo fluido y torrencial de los mismos, una elocuencia que se agolpa, las violentas invectivas con fuertes expresiones, la manifestación prolija de los sentimientos personales. Su expresión favorita es “decadence”.
Nietzsche critica la moral como negación de la vida, como signo de derrumbe, de cansancio… entiende por moral dar por buenas la compasión y el altruismo, y de la gran revolución económica que atraviesa los últimos siglos y cuya potencia se multiplica en el siglo XIX, que cristaliza como capitalismo y como proletarización del pueblo, no sabe nada, según Tönnies.

Su libro Más allá del bien y del mal, sirve como documento acreditativo de la adoración de Nietzsche por las naturalezas depredadoras: César Borgia y Napoleón. El autor busca una dignificación histórica de los grandes poderes sociales sin aportar nada nuevo o significativo al sociólogo.

En Genealogía de la moral, Nietzsche le da vueltas a la idea de la mala conciencia, a quién fue su creador y llega a la conclusión de que ha sido obra del hombre del resentimiento, y considera la mala conciencia una profunda enfermedad a la que tuvo que sucumbir el ser humano bajo la presión de la más radical de todas las transformaciones que nunca haya vivido -aquella transformación cuando por último se encontró atrapado el hombre por el hechizo de la sociedad y la paz- lo que sin duda vale tanto para los fuertes como para los débiles, pero que necesariamente debía oprimir más a los primeros. Aquí, entonces, la mala conciencia es solo el instinto de libertad reducido a un estado latente de violencia, la crueldad replegada del humano-animal interiorizado, cobijado en sí mismo, por temor, del aprisionado en el Estado para su domesticación.

Respecto al Anticristo, para Ferdinand carece de todo valor científico, a pesar de su aparente lógica, psicología e historia. Son las palabras poderosas, con astucia de abogado y con falsedad artística. Un libro que solo se puede leer como un ejercicio de estilo, del que no se aprende nada, de donde un pensador científico, un sociólogo, no puede extraer nada. En el texto, solo la fuerza y la salud albergarán el futuro de la especie humana. Es bueno lo que eleva, el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el propio poder. Y lo malo es lo que procede de la debilidad.

La evolución moderna hay que entenderla bajo la perspectiva de la economía y de la técnica, y según Ferdinand sorprende la ignorancia científico-social de Nietzsche.

El conjunto de doctrinas, el sistema, de Nietzsche, como lo denomina Andreas-Salomé, es según Ferdinand un aquelarre de pensamientos, exclamaciones y declamaciones, de arrebatos de cólera y de afirmaciones contradictorias y en medio de todo ello muchas chispas de ingenio, luminosas y cegadoras.

Concluye Ferdinand que como una auténtica naturaleza hamletiana, Nietzsche sucumbió a su propia tarea.

Finalmente, en el prólogo de Venancio Andreu, que lleva por título: Un canto de sirenas llamado F. Nietzsche el arco temporal es más amplio y se aborda el impacto que las doctrinas de Nietzsche tuvieron después de su muerte. Una de ellas es la apropiación que hizo de ellas el nazismo, incluso Adorno escribió que Nietzsche, contra su intención, suministró consignas al fascismo. Aunque también tuvo sus defensores, Bataille, por ejemplo, escribe que a Nietzsche le horrorizaba la idea de que se subordinase su pensamiento a alguna causa. Sin embargo vemos cómo Nietzsche se convirtió asimismo en un apologeta indirecto del capitalismo y objetivamente su filosofía supuso un fortalecimiento y justificación del capitalismo. Lukács dijo que exceptuando ciertos capítulos de la filología clásica, los conocimientos de Nietzsche, aunque muy extensos y manejados con viveza y colorido, son siempre muy superficiales y adquiridos de segunda o tercera mano.

Si hay que buscar en sus ideas una cosmovisión, según Lukács sería el “irracionalismo”, una fuga mundi antifilosófica, y en Nietzsche concurren tres tipos de huidas: epistemólogica (le es imposible al ser humano acceder a la verdad, sea en la vida cotidiana o en el complejo ciencia-filosofía), ontológica a negativo (un nihilismo que niega la existencia de determinaciones y, por ende, de causas o legalidades objetuales, tanto en el ser general, como sobre todo en el social; los elementos son el azar absoluto, la fetichización de la apariencia como verdadero ser y la fetichización de la belleza), y ontológica a positivo (fetichizaciones y reificaciones, en la línea del darwinismo social, conceptos pseudocienfícos).
El relato de Rosa Mayreder (autora de El club de los superhombres): Pipin. Ein Sommererlebnis, se nos presente como un texto literario que refleja primorosamente la psicosociología de la pequeña burguesía alemanes de finales del XIX y comienzos del XX. Si es Lukács el autor que más maneja Venancio, es muy interesante ver cómo eran recibidos los escritos de Nieztsche por escritores como Zweig, Thomas Mann, Gide, Ramiro de Maeztu, o por filósofos como Bataille o Deleuze… y cómo en tiempos más recientes, en 1972 se publicó En favor de Nietzsche, con textos de Fernando Savater, Eugenio Trías o Javier Echevarría. Parece claro que Nietzsche a nada que se le lea concienzudamente no deja indiferente.

Y creo que Nietzsche hubiera hoy incendiado las redes sociales, con esas chispas ingeniosas, luminosas y cegadores, y sería el filósofo de moda, porque sus aforismos y salidas de tono harían furor, aunque se convirtiese en una de sus últimas fugas, en un troll.

Aprovecho para recomendar, no solo la lectura de este ensayo indispensable, sino también de otras obras periféricas, editadas también en Ápeiron: Nietzsche de Malwida von Meysensburg, Nietzsche, noble y filósofo de Meta von Salis-Marschlins, autoras que junto a Lou Andreas-Salomé y Elizabeth Förster-Nietzsche conforman las cuatro evangelistas de Nietzsche.

Más lecturas sobre Nietzsche: Mis relaciones con Nietzsche de Carl Spitteler.

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Dios y mundo (Johann Wolfgang von Goethe)

Para Goethe la poesía era la materia prima de la ciencia. Y aunque Goethe es hoy inmortal merced a sus poesías, siempre mostró interés por la ciencia, ya fuese por la naturaleza de los colores, la astrología, la botánica, la anatomía, etc. Y a tal fin, en su afán por divulgar la ciencia, empleó la poesía y una buena muestra de ello es este libro, Dios y mundo. Lo vemos claro si leemos, por ejemplo, La metamorfosis de las plantas, en la que Goethe se afana por explicar, muy poéticamente, el proceso que lleva a la semilla hasta su transformación en fruto. O cómo el minucioso análisis del cielo y las nubes, le lleva a crear poemas como Estrato, Cúmulo, Cirro, Nimbo o Atmósfera. O a dedicar una poesía En honor de Howard, el inglés que dio nombre a las nubes.
Siempre está presente la Naturaleza y la afirmación del poeta de que esta no tiene núcleo ni corteza, porque ella es todo a la vez. Las cuestiones filosóficas y teológicas también fueron del interés del poeta, aquí con poemas tan explícitos como El alma del mundo, Permanencia en el cambio o Uno y Todo. En las poesías la idea de la eternidad, del continuo movimiento, del hacedor, de la nada y el ser; la materialización del estudio de las ideas de Platón, Aristóteles, Leibniz…
El libro concluye con Los sabios y la gente, en donde Goethe se ciñe a aspectos más concretos y prácticos de la existencia. Son diálogos que la gente mantiene (preguntando), con los sabios (respondiendo); filósofos como Demócrito, Parménides, Anaxágoras, Diógenes, Crates, etc…

La gente

¡Explícame qué significa ser feliz!

Crates

El niño desnudo no duda de eso;
se aleja a saltos con su moneda
y conoce muy bien el lugar del pan,
me refiero a la panadería.

Dios y mundo
Johan Wolfgang von Goethe
Ápeiron Ediciones
Edición bilingüe
Traducción de Venancio Andreu Baldó y Roberto Vivero
Año de publicación: 2023
94 páginas

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Mis recuerdos de Friedrich Nietzsche (Paul Deussen)

La vida de Friedrich Nietzsche, tal como transcurrió desde el 15 de octubre de 1844 hasta el 25 de agosto de 1900, presenta tres evidentes puntos de inflexión, los cuales vienen marcados por los años 1869, 1879 y 1889: 1869, cuando, antes de concluir todavía sus estudios en Leipzig, fue invitado a ocupar un cargo de profesor en la Facultad de Filología Clásica de Basilea; 1879, cuando renunció voluntariamente a ese cargo para vivir, de ahí en adelante, como un eremita centrado en sus propios pensamientos y en su elaboración; 1889, cuando los esfuerzos que implicaba ese género de vida antinatural provocaron una parálisis repentina de sus fuerzas mentales, la cual perduró hasta su muerte, privando al sufriente de aquella consciencia clara sobre sí mismo y su entorno.

Es un buen resumen el que nos ofrece Paul Deussen. Nietzsche nació en 1844, Paul Deussen en 1845. Lo interesante del libro de Deussen es que ambos estudiaron juntos en Pforta, y así somos testigos de cómo evolucionó Nietzsche, el cual desde que es un escolar ya destacaba, no con las matemáticas, que es un negado, pero sí en el resto de asignaturas, obteniendo las mejores notas.
Nace entre ellos una amistad, con altibajos, que durará hasta la muerte de Nietzsche.
En sexto curso a ambos les une su amor por las poesías de Anacreonte. Mucho tiempo compartieron juntos y Deussen afirma que no puede imaginarse lo que habría sido de él si no lo hubiera tenido a él (a Nietzsche) a su lado esos años. Da cuenta Deussen del espíritu muy poco teatral de Nietzsche, ya que traía de casa una naturaleza profundamente seria: todo lo teatral, tanto en sentido crítico como laudatorio, le resultaba muy extraño.
El relato de la amistad, va alternándose con el contenido de 26 cartas de Nietzsche dirigidas a Deussen entre 1864 y 1887.

Con apenas 20 años Nietzsche escribe:
Ahora ya conoces mi trabajo y mi vida, que prácticamente se diluyen el uno en la otra.

Además de intereses intelectuales ambos se enamoraron de la misma mujer: Maria Stirner, sin que la cosa cuajara con ninguno de los dos.
Vemos cómo Nietzsche es un lector concienzudo a quien con veinte años interesaba mucho Homero, Sócrates, y Diógenes Laercio.
Y no encontraba sosiego alguno allí donde no pudiera ser productivo.
En 1864, no había nada de esa hostilidad hacia el cristianismo y la moral cristiana que se gestó posteriormente en Nietzsche.

Reconoce Deussen en 1864 que los seis años junto a Nietzsche ejercieron en él una poderosa influencia, pero tenía una tendencia a corregirlo y supervisarlo en todo.

Algo que se repetirá en las cartas, es la necesidad de verse en persona.

Las cartas son simplemente paisajes subjetivos. La presencia forma parte de la amistad: de lo contrario, ocupa su lugar el culto al recuerdo, escribe Nietzsche.

Le da cuenta a Deussen de sus lecturas y afirma: Leer mucho embota terriblemente la cabeza. Al estómago de mi cerebro le resulta molesto el hartazgo.

Deussen a su vez va poniendo al día a Nietzsche de su situación laboral e inquietudes filosóficas, haciendo ver lo importante que había sido para él leer a Kant y ahora a Schopenhauer.

En 1868 Nietzsche se muestra fascinado por Wagner, por haber descubierto al verdadero santo de la filología. El mayor genio y el mayor hombre de nuestra época, completamente inconmensurable.

Ya sabemos que desdecirse es humano, tan humano. Y esto lo vemos claramente en el tono que Nietzsche empleó contra Wagner en su libro El caso Wagner.

En 1869 Deussen se entera de que Nietzsche ha sido nombrado profesor de la Universidad de Basilea sin haberse doctorado, y este le da la enhorabuena, pero sin ocultar cierta envidia, pues a Deussen no le van tan bien las cosas. Nietzsche en una postal da por finalizada la relación, si bien, no fue algo irreconciliable y tras aclarar las cosas la relación continuó.

Con ¿25 años? Nietzsche escribe:

Ya soy demasiado viejo para poder ser vanidoso ¿a ti te pasa lo mismo?

En 1869 Nietzsche anima a Deussen a no encubrir las palabras con el encubridor manto de la retórica y en 1870, saluda a Deussen de que este haya encontrado el camino de la sabiduría y como aquel que ataca la cumbre a 8000 metros y lo hace solo, así Nietzsche advierte a Deussen de que a partir de ahora se sentirá más solo que nunca, como dice sentirse Nietzsche.

A su vez, Nietzsche se piensa a sí mismo como el primero de todos los filólogos ¿Es esto vanidad o no?.
O cuando escribe: yo no quiero tener razón para hoy y mañana, sino por milenios.

En las últimas cartas, las de 1887, Nietzsche se lamenta de no encontrar un editor y según Deussen hablaba de su Zaratrusta como de una Biblia de la humanidad. En 1889 encontrarán a Nietzsche en las calles de Turín en un estado lamentable e inconsciente.

Deussen concluye que si Nietzsche no se hubiera apartado a propósito del trato humano, donde alcanzó una posición tan prestigiosa, si hubiese mantenido su puesto, si hubiese fundado una familia y hubiese dejado madurar, lentamente, los frutos de su espíritu, en lugar de en soledad y con una sobretensión estética de sus fuerzas, estar embebido en sus pensamientos durante el día, forzando por la noche el huidizo sueño con narcóticos cada día más fuertes… quién sabe si todavía viviría entre nosotros, pleno de salud, pudiendo aportarnos, en lugar del torso que legó, la figura divina completa de una concepción del mundo excéntrica pero digna de un alto grado de consideración.

En cuanto a su obra considera que Nietzsche no fue un filósofo sistemático, ni con los grandes problemas de teoría del conocimiento ni con la psicología ni con la estética o ética que solo son tratados de paso. Al contrario que Schopenhauer.
La doctrina del eterno retorno le a recuerda la de los antiguos pitagóricos. Y el Superhombre de Nietzsche no deja de ser un ideal de humanidad. El propio Nietzsche se aproxima ya en su último escrito a la idea de que el superhombre no sería un Mesías […] sino un ideal de vida al alcance de todo ser humano.

Y creo que Deussen coincide con Malwida, amiga de Nietzsche al pensar que si Nietzsche hubiera vivido más tiempo, hubiera aclarado sus concepciones y completado un círculo, llevando a cabo una última transformación.

Mis recuerdos de Friedrich Nietzsche
Paul Deussen
Ápeiron Ediciones Baldó
2023
Traducción de Roberto Vivero y Venancio Andreu
152 paginas

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Nietzsche (Malwida von Meysenbug)

Comentaba el otro día el libro Nietzsche, noble y filósofo, de Meta von Salis-Marchlins, que junto a Lou Andreas-Salomé, Elizabeth Förster-Nietzsche y Malwida von Meysenbug pueden ser consideradas sus cuatro evangelistas.

Nietzsche y Malwida fueron amigos durante dieciséis años. Esta amistad se forjó en parte por la proximidad personal, y en parte por correspondencia. Este libro es la quintaesencia de esas cartas. Para Malwida Nietzsche era alguien bondadoso en el trato personal, como despiadado juez en su última concepción de la vida.

A Malwida le causó una honda impresión la lectura de El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, y ahí vio el ojo vaticinador del poeta que capta la íntima verdad de las cosas con mirada visionaria, ahí donde el pedante erudito de biblioteca solo se queda con la cáscara externa, considerandola lo esencial.

En las cartas que ambos se dirigen vemos cómo la esperanza del Sur era para Nietzsche un consuelo, por eso en octubre de 1876 eligen una villa en sorrento en la que pasarán juntos unas cuantas semanas Nietzsche, Malwida, Paul Rée y Albert Brennen. En la proximidad Malwida aprecia en Nietzsche un corazón amable. Es en esa época donde se despierta la predilección de Nietzsche por los aforismos, y Malwida aprecia en Nietzsche una transformación.

El primero y más poderoso impulso para esta transformación era la violenta inclinación de su personalidad natural a desprenderse de las poderosas influencias que en su juventud lo habían dominado para seguir su propio camino.

Nietzsche se enroca en su soledad y es consciente de que nadie va a acompañarlo en su camino, consciente de que sus escritos disgustan a mucha gente y convencido de que debe confiar a su obra su vida, siempre menoscabada por su precaria salud, pues solo su obra le ayuda a vivir. En 1878 dice encontrarse en armonía consigo mismo. La sensación de inmensa fecundidad de su nueva filosofía le hace no sentirse terriblemente sólo.

Este fue el final del primer periodo en la vida del hombre digno de ser amado, benevolente y sensible, de la naturaleza artística para cuyo ideal era abominable todo lo putrefacto, engañoso y caduco, y la cual se sentía lo suficientemente fuerte como para emprender la lucha contra todo eso. Ahora siguieron como en rápida sucesión, los lances del destino, externos e internos, que propiciaron la segunda época. Irrumpió una amargura que arrojó una sombra oscura sobre todo lo que una vez le había sido querido, que convirtió su amor en odio, destrozó sin piedad los ideales que había tenido hasta entonces, lo enredó en contradicciones consigo mismo y privó a la exposición de sus pensamientos de la bella claridad de sus primeros trabajos. En primer lugar estaban los sufrimientos físicos, casi incesantes, que lo incapacitaban prácticamente para vivir y que lo obligaron en 1879, a abandonar la universidad de Basilea, la cual le mostró a él como un profesor todavía tan joven, su más alto respeto, al dejarle como pensión el salario íntegro.

Esta transformación era para Malwida la segunda fase de su desarrollo, como un período de pruebas y esperaba que de esas conclusiones de las mismas, que se deslizaban hacia un extremo odioso y falso, surgiese el noble espíritu de Nietzsche, tal como se había mostrado en sus inicios.

Por eso Malwida, aunque renuncie a Nietzsche después de aparecer El caso Wagner, seguirá confiando (como una madre con un hijo díscolo) en su restablecimiento, más allá de los malos presagios que Humano, demasiado humano pintaban en el horizonte vital de Nietzsche, tras cuya publicación se fue quedando solo en el camino.

Nietzsche
Malwida von Meysenburg
Ápeiron Ediciones
Edición, traducción, introducción y notas de Roberto Vivero y Venancio Andreu Baldó
88 páginas
Año de publicación: 2020