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Transeuropa (Rafael Argullol)

Leí por vez primera Transeuropa en 1999, al poco de su publicación. Ese año el Euro acababa de entrar en los mercados financieros. Diez años atrás había caído el Muro de Berlín. Rafael Argullol (Barcelona, 1949) en Transeuropa, que releo hoy, creo que transforma lo que bien pudiera ser un ensayo en una novela fallida, poniendo a Europa en el punto de mira. La Europa de los márgenes, de la periferia, aquella Europa profunda que se funde casi ya con Asia. La novela, es un relato portátil, donde un hombre se trasladará desde Barcelona a Kazán para inaugurar el puente que él ha levantado sobre el Volga; un viaje en avión y en tren que le permitirá trazar puentes con su pasado, acometiendo un viaje vertical, que le permite desvelar su pasado y enfrentarse a sus fantasmas. Todo ello sostenido por las notas de un violín, las arrancadas por su prima Vera. La narración se alucina y muda onírica a momentos, se embosca en lo fragmentario y el personaje principal, el narrador, Víctor, me resulta desleído, como esas figuras que desde el andén vemos apoyadas en la ventanilla de un tren que pasa a toda velocidad. Lo que hay son poco más que sombras, visiones, espectros, pensamientos como esquirlas, y un movimiento cifrado en ir cruzando ciudades, países: Viena, Brno, Varsovia, Moscú, Kazán, Austria, República Checa, Polonia, Rusia, República de Tartaristán… donde el narrador que viaja y se reconstruye será testigo visual de lo que ante sus ojos se expone, sin poder tampoco poder sacar muchas conclusiones de lo visto, dado que todo es en esta novela crepuscular, efímero, inasible, líquido, más allá de los puestos callejeros o la fisonomía urbana de esas ciudades que mudan de piel cual lagarto a medida que se van demoliendo y reconstruyendo, una Europa que hemos visto que durante buena parte del siglo XX devino un sudario sanguinolento. Tan solo cuatro años antes de la publicación de esta novela finalizaba la Guerra de los Balcanes.

Rafael Argullol en Devaneos | Pasión del dios que quiso ser hombre

Acantilado

Pasión del dios que quiso ser hombre (Rafael Argullol)

Rafael Argullol (Barcelona, 1949) se acerca a la figura de Jesús no desde el dogmatismo, ni desde el fervor religioso. Tampoco desde el ateísmo, sino más bien desde la incertidumbre, desde el interrogante, como queda expresado en la confesión que cierra el libro. La lectura de las Sagradas escrituras sin imposiciones, leídas de forma voluntaria le permiten a Argullol formularse unas cuantas preguntas acerca de la naturaleza de Jesús, aquel dios que como Aquiles renunció a la inmortalidad y quiso ser hombre, vivir, emocionarse, sentir el amor y la soledad y morir como tal, sin sustraerse al sacrificio, al dolor, a toda la tragedia de la Pasión. Sorprende que si esta representación macabra, es obra de Jesús, él su guionista, una vez en la cruz le preguntara a su padre por qué le había abandonado, si dicho abandono ya estaba escrito y abonaría el camino para la resurrección de la carne.
Jesús podría ser concebido como un mago, como un loco, como un visionario, como un Mesías. El relato comprende desde la Anunciación a María, su embarazo, con un sorprendido José a su lado, el nacimiento y un extracto de los 33 años, pasando por los distintos momentos que todos conocemos, hasta acabar crucificado sin que Poncio Pilato pueda hacer nada por evitarlo. Argullol se pregunta qué es la verdad, cuál es la verdad de Dios.

El arte pictórico y escultórico, los distintos cuadros y esculturas que han ido recogiendo las distintos momentos cumbres en la vida de Jesús y de sus allegados, a pesar de que todos estos cuadros, esculturas y retablos de Velázquez, Leonardo da Vinci, Grünewald, Lehman, Bellini, Rafael,Giuseppe Sanmartino mienten, en conjunto, todos dicen la verdad, según Argullol y suponen un acercamiento a la figura de Jesús, mucho mayor, mucho más potente, que el que proporcionan los teólogos o los propaladores de la palabra de Jesús porque «Los artistas han captado la carne del sacrificio de un modo que las palabras, por mucho que se transmitieran con exactitud, no podían hacerlo».

Me ha gustado tanto este relato de Argullol como en su día lo hizo El evangelista de Adolfo García ortega.

Editorial Acantilado. 2014. 88 páginas.

Rafael Argullol en Devaneos | Transeuropa

Día del Libro

Rafael Argullol Visión desde el fondo del mar

Hoy me he dado un homenaje. He comprado Visión desde el fondo del mar de Rafael Argullol, que pretendía hace tiempo y aprovechando el descuento del 10% durante esta semana como consecuencia del Día del libro, en lugar de 29 euros me ha costado 26,90 €.

La diferencia en el precio de los libros siempre me ha parecido una cosa muy curiosa. A menudo los libros que se editan en bolsillo cuestan la mitad de lo que cuestan en sus ediciones originales, en su lanzamiento. No siempre ocurre, ya que también hay libros de bolsillo que cuestan algo más de la mitad que en su lanzamiento y llegan a costar hasta 18 euros, como Contraluz de Thomas Pynchon (1.344 páginas) y otros que los venden a cinco euros o incluso a 3,95 euros. No hay tampoco relación entre el número de páginas y el precio. El libro de Argullol son 29 euros y 1.212 páginas. Habida cuenta de que el precio de muchos libros se sitúa a menudo por encima de los 15 euros, a pesar de que muchos de ellos no llegan ni siquiera a las 200 páginas, no se me antoja nada caro, además Acantilado es una de mis editoriales preferidas. La tipografía de los libros que editan es una maravilla.

Si uno es picajoso y más allá del contenido se queda también con el continente se puede entretener comprobando cómo las editoriales a veces nos venden un libro que no daría ni para cincuenta páginas y consiguen dilatarlo hasta las 150 o más, haciéndolo así más vendible. Este artículo nos da unos ejemplos válidos.

El alcohol y la nostalgia de Mathias Enard son 96 páginas. El tamaño del libro es el de una mano. Una cucada. Una cucada que en condiciones normales no daría para más de 50 páginas y en lugar de una nouvelle sería una micronovela. Lo que tampoco sería un mal irreparable a la vista del éxito de Indignaos y sus 64 páginas, que evidencia el poderío del contenido sobre el continente.

Y hablando de libros, me viene en mente el protagonista del libro de Olmos, A bordo del naufragio, que siempre llevaba a cuestas una mochila llena de libros. Me pasa/pesan lo mismo. El día que me convierta al ebook no sé que pasará, pero mi intención es dilatar ese momento, como la llegada de la próstata, lo máximo posible.

Ahora que estoy finalizando este post caigo en la cuenta de que el libro de Argullol que pretendía era Enciclopedia del crepúsculo y no Visión desde el fondo del mar. Ambos son dos buenos tochos y los publica Acantilado. ¿Y ahora después de este monumental lapsus, qué?

Ahora me quedan dos opciones, quedarme quieto o echar a correr. (!Conchita, no nos dejes nunca!)

Devolver un libro me parece un traición, casi tanto como dejarlo a medias. Así que me lo quedaré, y si algún día logro acabar el libro de Rafael Argullol, ya haré un resumen, o escribiré un libro-reseña, porque ¿debería haber alguna relación proporcional entre la extensión de la reseña y la extensión del relato, microrelato o novelón, ejemplar o no?. ¿Los libros de relatos se reseñan comentando cada uno de los relatos, o se hace una composición del conjunto?.