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Hombre lento (J.M. Coetzee 2005)

J.M. Coetzee
260 páginas
2005
Editorial Mondadori

Hay ciertos escritores agraciados con el Premio Nobel de Literatura ante los cuales guardo ciertas reservas. J.M, Coetzee era uno de ellos. A otros, como Mo Yan o Jelinek, creo que no los leeré nunca.

Coetzee, como a Paul Rayment Wayne Blight, me atropelló, me cogió con las defensas bajas, y me vi leyendo un libro suyo que tenía a mano. Hombre lento, publicado en 2005, por Mondadori, con traducción de Javier Calvo.

El libro me parece una ácida reflexión sobre lo que supone envejecer, sólo, solitario y disminuido, en sentido literario. Cada cual nace y muere de una manera, así que este último paso no es igual para todos. En el caso de encontrarnos ante un jubilado que decidiera pasar sus últimos años viajando con el IMSERSO, bronceando su piel en las playas de Benidorm, yendo a hacer ejercicio por las mañanas y echando la partida por las tardes, no habría libro, más allá de una manifestación explícita del hecho de estar jubilado y la voluntad de exprimir cada día como naranjas de zumo, hasta quedar ahíto.
No, este libro no va de eso, este libro va de Sigue leyendo

La broma infinita (David Foster Wallace 2002)

La broma infinita libro David Foster Wallace
David Foster Wallace
Mondadori
1208 páginas
2002

Hay libros que no quieres que se acaben y otros que no ves la hora de terminarlos. La broma infinita es uno de ellos.

El libro del escritor americano, ya fallecido, David Foster Wallace (DFW), es uno de esos libros a los cuales les precede su fama. DFW se suicidó después de media vida con depresiones. Cuando alguien muere está demostrado que la obra de cualquier artista coge vuelo, la de los escritores también.
La Broma Infinita (The infinite jest) la publicó DFW en 1996. En España llegó en 2002. DFW junto a otros escritores americanos como Philip Roth, Cormac McCarthy, Don DeLillo y Thomas Pynchon, nos dicen especialistas en literatura americana como Eduardo Lago que conforman un cuarteto de los mejores escritores americanos vivos. Me temo que la literatura americana contemporánea no es lo mío. Quizá tenga que ver con un hecho cultural, con lo poco que tiene que ver un americano y un europeo o español. Así he leído a DFW con curiosidad reverencial. Hay un alud de páginas en la red donde la gente se dedica a explicar de qué va el libro, a desmenuzarlo, capítulo a capítulo, como hacían los fan de Perdidos en Lostpedia.
A medida que lo vas leyendo, uno entiende el sentido de estas blog aclarativas.

DFW tenía un mundo propio. Un mundo que al lector no le resultará fácil entrar.

En ciertas páginas me he reído y asombrado con las cosas que DFW es capaz de plasmar en el papel. Tanto por su originalidad como por lo caústico de su prosa. Pero ha sido un espejismo. Más allá de la página 600, he sufrido leyendo. Algo parecido a hacer el Camino de Santiago andando sin entrenar previamente. El desafío consistía al final en acabarlo, para comprobar que casi todo queda en el aire.

Me gustan los escritores concisos. DFW peca de verborrea digital y da la impresión de que todo lo que le venía a la cabeza lo vomitaba en el papel. El libro hubiera resultado igual de bueno o malo con muchas páginas menos. A la larga, la historia se alimenta de otras muchas historias. El libro lo podemos visualizar bajo la apariencia de un árbol y donde DFW es una ardilla que corretea por el mismo a su antojo, ya sea por el tronco o por las ramas.

Hay páginas que tienen el mismo atractivo que el de un prospecto. Hay páginas que son ristras de acrónimos. La galería de personajes que nos presenta DFW es lo mejorcito que uno puede conocer o soñar: drogadictos, prostitutas, sádicos, violentos, alcohólicos, pederastas, violadores, acosadores sexuales, etc. Si uno cree que ya todo está perdido y que el mundo está podrido La Broma Infinita quizá le ayude a precipitarse al vacío, porque el libro es triste y gris como el grafito.

Encontrarán en la red personas para quienes este libro es un objeto de culto, críticos literarios que nos digan que este libro es una las cien mejores novelas americanas de todos los tiempos (que ha influido e influirá a miles de escritores), otros a quienes su lectura les ha transformado (esto se entiende que es para bien). A mí La Broma me ha hecho perder casi un mes de mi tiempo. Tiempo que hubiera dedicado gustosamente a leer a otros libros que tengo esperando sobre la mesilla desde hace semanas. Un amigo me pasó La Broma infinita en epub para leerlo en el móvil. Resultaban más de 5000 páginas, así que decidí acarrearlo de un lado para otro, valiéndome de un carro.

Paseando La Broma infinita

La broma infinita no lo es. Por los pelos.

Leyendo un domingo soleado en un parque La Broma un niño que conocía me preguntó si eso que estaba leyendo era La Biblia. Le mostre el título y se encogió de hombros. Eso sí, la portada le resultó muy graciosa.

Plegarias nocturas (Santiago Gamboa 2012)

Santiago Gamboa Plegarias nocturnas portada libro Editorial Mondadori
Santiago Gamboa
Editorial Mondadori
2012
286 páginas

Plegarias nocturnas lo entiendo como un libro de resistencia, si acaso el término todavía es portador de alguna clase de contenido en estos días, donde en los países occidentales, las barricas han reemplazado a las barricadas.

El autor, Santiago Gamboa es colombiano, pero ha vivido en Madrid, París y ahora en Nueva Delhi. Ha viajado y eso le da la suficiente perspectiva como para hablar de su país, Colombia, sin dejarse nada en la manga.

La historia, es una historia de amor fraternal imposible, entre Manuel y su hermana Juana. Al primero lo trincan en un aeropuerto en Bangkok con unas pastillas y las autoridades locales lo acusan de tráfico de drogas. Su vida corre peligro pues en el caso de no declararse culpable lo pueden sacrificar en el acto. Entonces pide ayuda y al reclamo acude el cónsul colombiano en Nueva Delhi (pues en Bangkok no hay consulado colombiano), quien actuará como puente entre Manuel y Juana.

Primero Manuel nos desgrana su historia, sus primeros años, su iniciación a la lectura, su relación con unos padres entregados a la causa de Álvaro Uribe, su comienzo en la universidad, mientras su hermana Juana, es una presencia borrosa, difuminada por sus constantes ausencias, que le llevará al cine, le comprará libros y pintura para sus graffitis, que se preocupará por él, y le ofrecerá todo aquello que suplirá en alguna medida su no presencia.

Cuando el cónsul se implique en cuerpo y alman en la búsqueda de Juana, esa presencia hasta entonces velada, tomará cuerpo y voz para adensar y alimentar la trama.

Situar la historia en determinado momento en Teherán, con aeropuertos y visados de por medio, recuerda mucho a la película Argo y atender a la confesión que Juana hará al consul a lo largo de 65 páginas ininterrumpidas, nos la presentará como una Rosario Tijeras, que ansía ser como la protagonista de la película Colombiana, utilizando el sexo como un arma de destrucción masiva, que manipulada con tiento puede causar estragos.

Pero los personajes, Manuel y Juana, se golpean contra el muro de la realidad y son tumbados.

Manuel y Juana ansían el esperado reencuentro y Gamboa nos mantiene en ascuas hasta el final, y lo que le da entidad al libro y lo hace relevante, es esa pasión que Gamboa siente por su oficio de escribir, de ahí que las páginas estén plagadas de citas, de referencias literarias, como si más que crear algo nuevo, un escritor lo único que puede hacer es añadir algo más en ese palimpsesto que es la literatura universal, dar unas leves pinceladas en ese lienzo de Pollock que es el Mundo.
Y más allá de la literatura que contiene la novela, de esos zigurats literarios con los que rematar una bonita velada entre amigos, está muy presente el contenido político, la denuncia explícita de los ocho años del régimen de Uribe y de los suyos, su connivencia con los paramilitares, su lucha con los terroristas dándoles a probar su misma medicina, una política de chantaje y extorsión con la que bajarse o desaparecer a elementos indeseables que osaran cuestionar las decisiones del Presidente. Un régimen el de Uribe, puesto ahí y apoyado por la clase media, la más servil y aborregada, que llega a creerse eso de que ciertas muertes son necesarias cuando lo que está en juego es la supervivencia de la Patria. Una violencia real y explícita que se vería reemplazada por otra violencia latente.
En ese territorio Gamboa no da puntada sin hilo y la voz descreída y cínica del personaje Echenoz, contada a través de Juana, deja las cosas en su sitio.

Otra cosa que me ha gustado es como maneja el lenguaje Gamboa. Así nada tienen que ver las páginas en las que el Cónsul aparece con las que la protagonista es Juana, a medida que esta se interna en ciertos círculos y ahí el lenguaje colombiano lo inunda todo, con una prosa fluida y absorbente, donde todo es sexo, droga y don perignon.

Plegarias nocturas es bastante más que un libro entretenido, merced a sus múltiples escenarios, a una historia de amor fraternal contrarreloj, ya que contiene un mensaje escondido entre sus páginas, que vale la pena descifrar.

Diario de una caída (Michel Laub 2013)

Diario de una caída Michel LaubSi Francisco Umbral hubiera estado en un campo de concentración y hubiera sido escritor es seguro que al visitar cualquier plató nos hubiera dicho «Yo he venido aquí a hablar de Auschwitz«. A sus 40 años el brasileño Michel Laub escribe Diario de una caída para saldar deudas con su pasado, con su herencia y para reconciliarse con su padre, a quien va dedicada la novela. No quiere hablar Laub de Auschwitz, pero al final como judío que es, lo lleva en la sangre.
Nos dijo Gasset «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo». Laub parte de la base de que él existe porque antes vino a este mundo su padre y antes su abuelo. Un abuelo que sobrevivió a Auschwitz, pero que como tantos otros supervivientes, Primo Levi, (cuya obra magna Si esto es un hombre, está muy presente) por ejemplo, quizá atormentado sine die, por el hecho de haber sobrevivido él y no otros, trataron de conjurar esta condena a través de la única liberación posible: el suicidio.

Laub nos presenta a su abuelo dejando el campo de concentración y poniendo rumbo hacia Brasil, donde se afincará, donde se casará y tendrá un hijo, al padre de Laub.
Ser judío se convierte para Laub en una maldición. Acude a colegios judíos donde sus profesores le recuerdan cada día las perrerías que les han hecho pasar a los judíos a lo largo de la historia, sin la menor intención de querer olvidar el asunto y teniendo siempre muy presentes quienes han sido los verdugos.
Laub acaba la niñez y la preadolescencia, a sus 13 años, hasta el copete de los nazis, de los judíos, de su padre y de sus compañeros de su colegio hasta el momento clave en el que en el, bar mitzvan, un rito judío por el que se accede a la edad adulta, los amigos del homenajeado, João, lo lanzan al aire y lo recogen tantas veces como años cumple (13), pero en el la decimotercera vez que lo lanzan, lo dejan caer y estrellarse con el firme. Ese hecho atormentará aLaub durante un buen periodo de su vida y encontrará a esa pronta edad un refugio en el alcohol, al que se aferrará luego durante décadas.

El objeto del libro es que el hijo de Laub, recién nacido, sepa algo más de su padre, de su abuelo y bisabuelo y hacia él dirige Laub sus palabras, reconociendo sus errores, tratando de desprenderse a toda costa de la herencia recibida.

El punto de inflexión en la vida de Laub tendrá lugar cuando la tercera mujer de Laub le obligue a dejar el alcohol, al tiempo que a su padre le diagnostican Alzheimer, esa muerte a cámara lenta, que no deja escapatoria, porque tanto el que se irá como los que se quedan tendrán tiempo, si quieren, de arreglar las cosas, si creen que vale la pena.

Laub toca todo estos temas familiares, exponiéndose, sin guardarse nada en la manga, convirtiendo su escritura en una expiación, abierto al optimismo, a la posibilidad de cambio y de mejora, en pos de ese borrón y cuenta nueva, ilusionado con un horizonte luminoso y brillante, donde el amor hacia su esposa, hacia su hijo recién nacido lo inunda todo.

Un libro, el de Laub, que es muy difícil no leerlo del tirón, porque su prosa transparente y vibrante engancha y emociona.