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Berganzo

Hoy de ruta y otra vez por el camino del Ebro. Saliendo de Logroño, pasando la ermita del Cristo, hay un camino a nuestra izquierda que precisamente es el camino del Ebro y finaliza próximo al Centro de acogida animales. Nos espera luego una pronunciada bajada hasta el El Cortijo. Después está Fuenmayor y luego a San Vicente pasando por Baños de Ebro y antes por Torremontalbo. La señalización no es la mejor. No es difícil desorientarse a la salida de Fuenmayor buscando el camino de Buicio. Una vez en él descubres el palitroque del camino del Ebro cuando llevas 400 metros dentro del camino. De la misma manera antes de llegar a Torremontalbo el camino se corta, y has de pasar la bici al otro lado del quitamiedos, si quieres continuar.

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De Baños de Ebro a San Vicente a fuimos por la carretera regional. En el altozano vimos el castillo de Davalillo. Una vez en San Vicente de la Sonsierra, quince kilometros distan de Berganzo. Hay una buena masa forestal y bastantes cuestas.

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Las cascadas de Berganzo son una maravilla. Bajaban con buenas provisiones de agua.

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Superadas los dos de la tarde era hora de comer. No había restaurante en Berganzo, ni en Ocio, y acabamos comiendo en un pueblo de cuyo nombre nos enteramos a medida que comíamos: Santa Cruz del Fierro. Un menú cerrado en el Restaurante Coto de caza El Castillo. Dos perolas, una de alubia roja que se deshacía en la boca y otra de patatas con chorizo. De segundo churrasco o chuletón de ternera. De postre natillas, o tarta de helado de limón. Comida copiosa, sí, pero no nos podíamos permitir una pájara.

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Regresamos a Logroño por Briñas y Ábalos, a nuestra derecha un mar de viñas y un horizonte infinito, el sol en la cara, la alegría en el rostro y el cansancio en el cuerpo. Hicimos una parada en Laguardia. Sigue siendo la misma beldad de piedra de siempre.

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Valvanerada en coche

En los años de mocedad, allá por 2002 y 2003, hice la Valvanerada. Como el nombre ya indica hay algo de exageración en aquella caminata que consistía en recorrer 61 kilómetros andando entre Logroño y el Monasterio de Valvanera. Más de mil personas lográbamos pasar la línea de meta. Al contrario que en otras rutas que son por el monte, como la marcha de Hoyos de Iregua, o por los Montes de Tobía, la Valvanerada va por asfalto, salvo el tramo que media entre Logroño y Navarrete que sigue el curso del Camino de Santiago.

La ruta comenzaba a las ocho de la tarde en Logroño y finalizaba unas trece horas después (quien lo hacía corriendo tardaba bastante menos), cuando ya había amanecido. Había tramos infernales como la recta de Baños del Río Tobía. Al frente, durante casi dos horas, un edificio iluminado, de una fábrica de embutidos. Una vez en Anguiano aún restaban quince kilómetros de ascension. Lo bueno eran los avituallamientos, algunos con chocolate caliente y bizcochos.

Hoy hice ese mismo camino pero en coche. Más cómodo, claro. En un día propio del invierno, ventoso, lluvioso, y a ratos nevando. Unos de esos días en los que apetece meterse entre pecho y espalda un buen cocido o un plato de cuchara; unas alubias de Anguiano, por ejemplo, secundadas con una carrillera y un buen arroz con leche. Y finalmente regado todo ello con el inmejorable digestivo que es el licor de Valvanera. Además, la comida estuvo amenizada con La Traviata de Verdi. ¿Se puede pedir más?

Visitamos el Monasterio. Vimos la Virgen con el niño en brazos y este con el libro, y sus pies estrábicos. Me chocó la imagen, por inaudita, de una máquina expendedora de velas. A la salida había un libro de notas en el que la gente registraba el consuelo que la virgen les ofrecía. Algunos solicitaban incluso la curación de enfermedades ajenas.

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Moncalvillo

A tiro de piedra de Logroño está Moncalvillo. Es la excursión perfecta para el que quiera hacer piernas con la bici.
Vi el vídeo de Perico Delgado acompañado por la ciclista riojana Sheyla Gutiérrez ascendiendo a Moncalvillo y me entró el gusanillo.
Con la eléctrica es un paseo, eso sí, las vistas no te las quita nadie.
Es un lugar elevado y el horizonte parece inagotable.

Me acompañaba un amigo que es dado a recoger toda la basura que ve en el monte. En la parrilla regresó con más de una docena de envases de plástico y latas. Es de 1º de Civismo que el monte se deja como uno lo encuentra y no se va a ensuciarlo.

Haciendo una U bastante pronunciada cerquita de las antenas están las neveras de Sojuela que vale la pena visitar.

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Cruce de caminos

Cruce de caminos, reza el himno de Logroño. Así es. Ayer cogí la bicicleta y a apenas siete kilómetros de Logroño está Viana, en Navarra. Se mezclaban antes de llegar a Viana dos olores, el de la aceituna en la almazara y el de la galleta en la fábrica. Hacia la izquierda está Moreda, a tres kilómetros, y nos encontraremos en Álava. El espacio físico va por tanto alternando comunidades autónomas, aunque el paisaje apenas cambia: un manto de viñedos, ahora en vendimia. Y como sucede en Torino con la Mole, o en Berlín con la torre de televisión, por estos pagos riojanos, alaveses o navarros, al fondo, vela nuestro deambular el León Dormido.

En dirección hacia Aras, un rompepiernas, superado el pueblo, alcancé el parque eólico “El Camino”. Al pie de uno de estos molinos de viento gigante vi lo anchos y grandísimos que son. En La Población el bar estaba cerrado y de regreso, parada en Barriobusto y Labraza, pueblo con caserones de piedra, todo muy bien cuidado, y privilegiadas vistas hacia la Sierra de Cantabria desde la Iglesia de San Miguel, en la plaza Mayor, para luego regresar a Logroño por Viana y pasando por Oyón.

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