Archivo de la categoría: Literatura Española

El regreso de Orfeo (Campos Reina)

El regreso de Orfeo (Campos Reina)

La lectura de un relato de Campos Reina (1946-2009) incluido en el último número de la revista del relato corto Tales fortaleció mi deseo de leer a este autor.

El regreso de Orfeo forma un díptico junto a La cabeza de Orfeo. Es esta una novela breve que no llega a las 100 páginas. Orfeo aquí es León. Si Orfeo era un consumado tañedor de la lira, León hará lo propio al frente de un piano. El infierno de León pasa por quedarse ciego después de un accidente automovilístico. Deja Madrid y su consulta de cirugía y se traslada a Sevilla, la ciudad de su niñez.
Su vida es un sinsentido, anclado en la desesperanza. Si bien prontamente el amor entra en su vida, aireando el cuarto oscuro de su alma. Primero con Fátima y luego con Bet. A esta última la conoció en la infancia y luego se perdieron el rastro mutuo.
Una vez ciego León, este debe aprender a mirar de otra manera. Ahí están los recuerdos, la memoria, el mapa de su existencia. Pero todo aquello no deja de ser un lastre. León necesita un futuro, no un pasado inflamado, con accesos de melancolía.
La soledad de León se irá vaciando poco a poco. Campos Reina describe esta metamorfosis detalladamente, con sutileza y sensibilidad, tanto como la pugna en la que se debate León, que parece amar con el freno de mano echado, con miedo a despeñarse y a arrastrar a su amada en su delirio amoroso. Pero amar es eso. Vivir es eso. Arriesgarse. Jugársela. Habitar, dejarse habitar.

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Enfermos antiguos (Vicente Valero)

Acudo puntualmente a mi cita con Vicente Valero después de haberlo descubierto con la lectura en 2015 de El arte de la fuga. Luego vendrían la estupenda novela Los extraños, Experiencia y pobreza, Walter Benjamin en Ibiza, Las transiciones y Duelo de alfiles.

De una manera inopinada pero muy en comunión con los tiempos que corren he ido leyendo novelas que tienen la enfermedad como almendra literaria. No entres dócilmente en esa noche quieta, Tierra de luz blanda y ahora Enfermos antiguos.

Como sucedía en Las transiciones, Valero echa la vista atrás y regresa a sus años de la infancia, cuando éste tenía unos diez años. Corre el año 1973. Hay dos enfermos que se llevan la palma, por su notoriedad: Franco y Pablo VI. Uno moriría el 20 de noviembre de 1975, el otro el 6 de agosto de 1978.

Valero recuerda acompañar a su madre en la visita de los enfermos. Muchos de ellos conocidos de su abuela que al morir joven, con poco más de sesenta años, deja a su hija esa herencia de auxilio y acompañamiento al prójimo y así Valero se verá acompañado de su madre (muy dada a los festejos y a las alegrías populares que deparaban los toros, el fútbol…) visitando a familiares y conocidos, enfermos todos. Aquello no deja de ser para el joven una escuela de vida.

Presente en la narración está la escuela, la relevante presencia de un joven profesor con aires de hippy que resultará ser de alto rango nobiliario. Algo que le permitirá a Valero entender la pleitesía que todos le tributan a pesar de su juventud y apariencia. Reina también la amistad, con Guillermo, hijo de unos exiliados que regresan a Ibiza después de unas cuantas décadas fuera, con los nuevos vientos que soplan, porque el abuelo de Guillermo quiere morir –y lo consigue- en casa.

Guillermo viene como se va, después de haber dejado una profunda impresión en Vicente, tanto como la presencia de sus hermanas, a una de las cuales verá desnuda, disfrutando por vez primera el infante de la flamígera y subyugante belleza femenina.

Los nuevos tiempos que trae la caída de la dictadura y los albores de la democracia se rumian por los insulares con cautela. Lo que parece evidente era que el progreso asomaba ya por todas las partes y en la isla en la que vivía Valero, Ibiza, el turismo será el presunto nuevo maná, fuente de riqueza y empleo (los jóvenes querían ocupaciones menos esclavas que el campo, o que un bufete de abogados) que podría generar resquemor, pero también mucha esperanza, haciendo la sociedad más abierta, menos endogámica.

El tránsito, no hacia la vida eterna, pero sí hacia una –presunta- vida mejor, es la que cifra muy bien Valero en este sucinto texto de fluida prosa, que uno desearía fuera más extenso, pues da la impresión de ser este texto esa clase de novelas que se publicaban siglos atrás por entregas. Así la novela parece un episodio vital necesitado de una continuación que deseo llegue en el corto plazo.

Periférica. 2020. 142 páginas

Vicente Valero en Devaneos

El arte de la fuga
Los extraños
Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza
Las transiciones
Duelo de alfiles

Tierra de luz blanda

Tierra de luz blanda (Ezequías Blanco)

La enfermedad está tan presente en nuestro día a día como lo está en la literatura. Ezequías Blanco describe una situación personal, que le abocó a un hospital, a lo largo y ancho de 38 poemas. Vive el poeta para contarlo o para poemarlo, con poemas de títulos tan explícitos como Dolor, Gotero, Fiebre, La cama, Drenaje, Quirófano, Anestesia, que dejan poco espacio para dilatar la imaginación y donde el poema consiste en dar grosor a la palabra enunciada en el título. Lo que prima es la euforia, del que se sabe sino sano sí vivo y eso conduce la mirada a la belleza del ser y del estar, tras la convalecencia, después de haber practicado durante días la imperativa horizontal, tras verse ramificado por toda clases de tubos que salen de su cuerpo; raíces que no deben enraízar. Los sentidos adormecidos, anulados, puestos en suspenso, fiado todo al pensamiento, el constructor de mundos. El ímpetu, los bríos, la energía, todo ello drenado: un objeto que se puede ver pero no tocar. El poeta ruge y suelta entonces un endecasílabo Tu alma es un pozo oscuro entre las sombras. Pero la sombra muda en luz y el pozo no es tal, cuando lo asole la esperanza, a lomos de la belleza, aquel amante furtivo e inasible.

El poeta vuelve al camino, a la carretera, al papel, recosido, reparado, renacido; una amalgama de jirones que levantan acta de una vida mellada. Si la literatura alivia, si es un bálsamo de Fierabrás o no, lo desconozco, tanto como si este libro estará a mano de cuantos ahora se vean obligados a pisar un hospital y no tengan la mente ni el cuerpo para ladrillos bestsellericos y prefieran algo más ligero, más portátil, más sentido. Un fruto maduro de la experiencia.

Me llama la atención (aunque visto el percal que manejamos en la lectura no debiera) que el autor dedique su poemario a un doctor y a una doctora.

Los libros del Mississippi. 2020. 60 páginas

La lámpara maravillosa (Ramón Del Valle-Inclán)

La lámpara maravillosa (Ramón del Valle-Inclán)

Dejando de lado el costumbrismo de Benito Pérez Galdós echo mano de la narrativa completa de Ramón del Valle Inclán (1866-1936) y así leo La lámpara maravillosa publicada por primera vez en 1916 y corregida en 1922. La edición de Espasa, al contrario que la de La Felguera que la ha publicado no hace mucho, no va acompañada de ilustraciones.

No me parece ésta una lectura fácil habida cuenta de la terminología que maneja el autor, lo cual no significa que no se pueda apreciar la belleza de muchos de los párrafos como cuando habla de la poesía, la pintura, o el arte en general.

El gnosticismo, el quietismo, la contemplación, la belleza mística, el sentido de unidad, la teología, el amor como fuente primaria y última son algunos de los elementos del texto, que se erige como un tratado espiritual en un Valle-Inclán inclinado hacia el esoterismo, el ocultismo y el espiritismo.

Aprovechando que recientemente La Felguera ha publicado Valle-Inclán noir (al que sí pienso (acud)ir), una vez que lea los ensayos recogidos en el mismo sobre estos temas, haré una relectura de La lámpara maravillosa.

La lámpara maravillosa en Biblioteca Cervantes Virtual.

Ramón del Valle-Inclán en Devaneos

Epitalamio