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Los príncipes valientes (Javier Pérez Andujar 2007)

Los principes valientes Javier Pérez Andujar portada libroLos príncipes valientes supuso el debut de Javier Pérez Andujar en el mundillo literario, si bien atendiendo a su biografía lleva ya unos años ligado al mundo de la letras. Lo hace con un obra autobiográfica, la cual no abarca lo que ha sido su existencia hasta la fecha, sus 43 años hasta el momento, sino que se centra en el maravilloso mundo de la infancia. La obra son algo menos de 200 páginas, que al fin y a la postre supone un elogio a la amistad, a esos compañeros de escuela a los que conocemos por sus apellidos, con quienes compartimos experiencias inolvidables. En el caso de Javier, su afición a la lectura le une a otro amigo suyo lector compulsivo, un tal Ruiz de Hita.

Ambos juntos irán descifrando los códigos del mundo real, a través de sus lecturas, principalmente con los tebeos de la época y las novelas de Julio Verne, Jack London, Edgar Allan Poe, etc. A la par de lo literario está omnipresente el mundo de la televisión y ahí el autor, establece paralelismos entre las figuras televisivas de la época, entre Kojak y Colombo, no faltan tampoco las referencias familiares, marcados por su republicanismo, por su oposición al régimen franquista, figuras muy atractivas como la de su tío Ginés, con unas anécdotas hilarantes, su padre y sus huelgas en la fábrica, la figura maternal, viviendo todos ellos, en casas obreras, junto al río Besòs, donde todavía no había tenido lugar el desarrollismo inmobiliario, de ahí que los niños pudieran corretear todavía por campas y solares vacíos, incluso enterrar libros junto a los postes de alta tensión, esos donde algunos niños subían y morían como pajaritos fritos. Una novela que he leído con agrado.
No pertenece Andujar a mi generación, pero entiendo y comparto su amor infantil y primigenio por las letras, por la tinta impresa, por esos mundos que evocan las novelas, que permiten abstraerte del mundo real y hacer más enriquecedora la existencia. Una novela que bien vale la pena leer. Andujar acaba de publicar ahora su segunda novela Todo lo que se llevó el diablo, que habla sobre las misiones pedagógicas.

Manuel Rivas

Todo es silencio (Manuel Rivas)

Todo es silencio, así se titula el último libro publicado de Manuel Rivas. Este silencio es el que impera en Brétema, en la costa gallega, donde ciertas personas se dan al contrabando de matute primero, y de cocaína después. El silencio es lo que permite vivir a las personas, ese mirar para otro lado, o sencillamente tomar parte de esas actividades y lucrarse, las cuales mueven cantidades ingentes de dinero. Al frente el cacique local, ese a quienes todos rinden pleitesía y depositan sus silencios y voluntades.

En poco más de doscientas páginas Rivas pergeña una historia apasionante, con personajes creíbles, bien definidos, que evolucionan con el paso del tiempo, de ahí que los que antes eran jóvenes, ahora ya tienen sus profesiones respectivas o bien están sumidos en las drogas o se han pasado al otro lado de la ley, y eso permite que uno de esos jóvenes que dejaron Brétema vuelva ahora al pueblo convertido en policía encargado de investigar esas redes de contrabando que allí imperan y que tan bien conoce, pues también él fue testigo mudo.

La historia sigue una trayectoria lineal hasta que un momento dado se fragmenta, dando pie a diversos saltos temporales. Rivas sabe de lo que habla, y más allá de la historia del narcotráfico que abunda en elementos propios del thriller, lo que prima son las mareas interiores, esas acciones que definen al ser humano, esa lucha interior entre el sentido del deber y la desobediencia civil, con momentos hermosos, evocadores, sugerentes, cargados de dramatismo, de sensualidad, es ahí donde Rivas esplandece.

La hermandad de la buena suerte

La hermandad de la buena suerte Premio Planeta 2008

A mí los Premios Planeta me dejan muy frío. De los que leído estos años del que mejor recuerdo guardo es el de Juan José Míllas. Lo que no me cuadra es que presentándose tantos cientos de autores al final los libros ganadores sean tan mediocres. Se preparó una buena cuando Juan Marsé despotricó contra la ganadora de hace tres años con el libro Pasiones Romanas. El ganador este año ha sido Fernando Savater, que además de su faceta como filósofo y su posicionamiento contra ETA, escribe también ensayos, libros infantiles y novelas bajo pseudónimo como esta. El libro no sé muy bien como catalogarlo, porque me ha dejado de un aire, como un pan a medio cocer.

No hay demasiada intriga que digamos y una vez que nos presentan a los personajes, estos dan muy poco de sí. Se ambienta en el mundo de las carreras de caballos, donde dos mandamases se disputan la victoria de un torneo, llevando a cabo prácticas poco legales para conseguir sus fines. La lectura se hace amena, eso es cierto, y Savater hace gala de buen humor, insertando continuos chascarrillos algunos más logrados que otros. La trama se insufla de cierto misterio porque hay un presunto caso que resolver por parte de un grupo de maleantes. A Savater le puede su profesión de filósofo y hace continuos insertos de pensamientos clásicos en boca de los protagonistas de la novela.
El final queda abierto y el resto del libro también, como si el afán del autor no fuera cerrar círculos, sino abrirlos, dejar una huella ligera en la arena que luego lamerá la marea.

Dudo mucho que este sea el mejor libro de todos los presentados al premio, pero me temo que lo que buscan los gerentes de Planeta no es a un Don Nadie, sino alguien conocido que les permita vender libros como rosquillas (la gente entra en las librerías y pide directamente un Planeta o un par de ellos, si se coge el pack con el otro finalista), y Savater cumple perfectamente, el criterio de «rostro conocido«.

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Los girasoles ciegos (Alberto Méndez)

Hay pocos libros que me hayan impactado y este es uno de ellos. Buscando algo sobre su autor, Alberto Méndez me entero de que tras publicar este libro, el primero de su vida, a sus 63 años moriría once meses después. Le concedieron a título póstumo El premio nacional de narrativa, en 2005.

El libro lo componen cuatro relatos a cual mejor. Versan sobre los años de la guerra civil y la postguerra. Se sale el autor de lo trillado en otros libros, de cifras que avalen la criminalidad de un bando o la avalancha de datos que certifiquen cómo un ejército rebelde despojó del poder al gobierno en ciernes para alzarse ellos, los nacionales.

En el primer relato, un soldado franquista el día en que los nacionales van a tomar Madrid, decide entregarse al bando republicano, pues a pesar de su victoria él se considera un vencido. Habla de la usura de la muerte, del precio de la misma. No se quería ganar una guerra sino matar el mayor número posible de enemigos, de vencidos, de contrarios al régimen.

En otro relato un adolescente huye con su mujer embarazada al monte, tras su muerte debe hacerse cargo de su hijo mientras la muerte afila los dientes.

En otro relato un preso republicano le dora la píldora a uno de sus torturadores, porque conoció a su hijo franquista, asesinado por los republicanos. Al final su sentido del deber se impone a sabiendas de lo que le espera.

Finalmente en el cuarto relato que da título al libro Los girasoles ciegos, el cura, uno de tantos, voluptuoso y malnacido ve el resultado a sus lances amorosos de un modo trágico. La historia está escrita a tres voces; la del narrador, a través de la misiva que el cura dirige a un reverendo y de la voz de Lorenzo, el pequeño de la familia. Nos encontramos con un padre, que se esconde en el armario, haciéndose pasar por desaparecido, difuminando su existencia, lanzado al olvido.

La prosa del autor es deliciosa, la sensibilidad que muestra, sin asomo de morbo o sentimentalismo va al grano, mostrando una riqueza argumental en algo aparentemente sencillo pero con una gran carga de profundidad. Un texto que pone los pelos de punta y el corazón en la garganta, con guiños para el humor surrealista, para la derrota manifiesta, para el honor y la dignidad, para dejar constancia de lo que pasó.

Todo lo que se narra en este libro es verdad, pero nada de lo que se cuenta es cierto...” nos dice el autor en la contraportada del libro. Los adalides del revisionismo reformularán la historia a su antojo, quitarán muertos de un sitio y los quitarán de ciertas listas, muchas las justificarán, se defenderán atacando, pero al final cierto o no, muchos saben lo que pasó, por mucho que quisieran olvidarlo o no hablar de ello para no generar más rencor en la legión de los vencidos.

Los girasoles ciegos es un libro que recomiendo leer con calma, pues a pesar de sus 155 páginas, conviene reparar en lo que se dice y en cómo se dice, para sacarle todo el jugo a un texto que contiene un macrocosmos en su interior.