Archivo de la etiqueta: Literatura Española

Las manos pequeñas (Andres Barba 2008)

Las manos pequeñas
Se publican un aluvión de libros en España cada año. 103.000 libros en 2011. El tiempo es limitado y esto al lector le obliga a seleccionar las lecturas.
A tal fin, me inicio en la lectura de la obra de Andrés Barba con su libro Las manos pequeñas, publicado por Anagrama en 2008. Es un libro de 112 páginas. Su extensión me lo hizo recomendable para esas horas muertas que cobran vida con un buen libro entre las manos. En este puñado de páginas el autor, dando muestras de su habilidad con las palabras, logra cimentar un universo claustrofóbico, donde vive Marina, una niña que tras perder a sus padres en un accidente de tráfico, ira a vivir junto a otras niñas en un orfanato, donde marcará las diferencias, siendo fruto de las envidias del resto de sus compañeras de viaje. La violencia soterrada está ahí, cociéndose a fuego lento hasta aflorar.

El libro perturba, desasosiega, toca la fibra. Como el anciano que en una residencia recibe atención pero no cariño, Marina en el orfanato recibe asistencia pero no besos, caricias, abrazos, y eso la va vaciando al tiempo que crece. De ahí esa busqueda por la piel ajena, ese aliento ajeno que le insufle vida, como las pilas a una muñeca.

Andrés Barba | La hermana de Katia (2001)

El viaje vertical (Enrique Vila-Matas 1999)

El viaje vertical Enrique Vila-Matas

Me inicié en el mundo vilamatiano con la lectura de Dublinesca. Después vendrían Doctor Pasavento, Aires de Dylan (el último libro de Vila-Matas pubicado hasta la fecha) y ahora El Viaje Vertical. Los tres últimos tienen elementos en común. El autor parece por tanto seguir dándole la vuelta a lo mismo, haciendo bueno eso de que uno siempre escribe una y otra vez la misma historia.

En Doctor Pasavento el protagonista quería alejarse del mundanal ruido, aislarse, desaparecer, o mejor, pasar desapercibido, ser un Pynchon más, alguien por tanto celebre y laureado que quiere vivir de espaldas a la notoriedad pública, un trasunto por ejemplo de Robert Walser, al que el autor se refiere reiteradamente en esta obra. Pero no dejar de ser un quiero y no puedo, un avisar que me voy pero me quedo, a fin de ponderar el peso de la ausencia, los rastros efímero que deja el abandono en playas lamidas por el mar.

En Aires de Dylan, en lugar de desaparecer todo giraba en torno al fracaso y a la derrota, como si este fuera el camino a seguir en contraposición al éxito, a la vanidad. En El Viaje vertical, obra de Vila-Matas que data del año 1999, hilando con Doctor Pasavento, que vendría después, pues es de 2005, también hay una huida, en este caso forzada. La que sufre Mayol, a sus 70 años cuando su mujer el día después de celebrar los 50 años de ca(n)sados (el uno del otro) le dice que necesita espacio, tiempo, libertad, y que por tanto ahí tiene la puerta, que no quiere verlo más.

Toca por tanto cual serpiente mudar de piel, reinventarse. Mayol emprende entonces ese viaje que a la par que exterior es interior. Decide en ese viaje vertical, iniciar un descenso, una caída, hacia el sur; Barcelona, Oporto, Lisboa, Funchal, Madeira. Al mismo tiempo no le queda otra que reinventarse, despojarse de su piel actual, escamada, putefracta, superar el tema familiar, sus hijos, su mujer, sus amigos de tertulia en la ciudad condal, y tratar de ser otro, o el mismo pero mejorado, en la creencia de que las expectativas que tenemos de nosotros mismos son el motor del cambio, la gasolina de la acción.
Así Mayol a pecho descubierto va viajando y descubriéndo(se) el mundo que le rodea. Salda deudas con el pasado. Nunca es tarde para volver a estudiar, para retomar esos estudios truncados por la Guerra Incivil Española, sintonizar con la cultura, ver el mundo con otros ojos, deleitarse con un buen libro, una conferencia amena, una música embriagadora, una película subyugante. Mayol aspira ya a enriquecerse como persona, alimentar el espíritu, a través paradójicamente del despojamiento material. Alcanzar la sabiduría de la lejanía.

A EVM (de quien de paso diré que tiene la mejor web que he visto de un escritor) se le reprocha que no sabe construir personajes, su referencialidad a otros textos, a otros autores. EVM no copia a nadie. Escribe así, ese es su estilo.
El caso es que lo que uno lee le conmueva, le atrape, le remueva algo ahí dentro, o bien, que uno aprecie esos destellos hilarantes, la puesta en escena, la idea subyacente, las bonitas frases negras sobre la celulosa blanca, pero que como los fuegos de artificio, el espectáculo dure lo que estos duran, que su estela desaparezca en el firmamento, casi de inmediato.

He ahí la barrera entre lo banal y frívolo de lo trascendente. Para mí EVM es el rey de la mascletá, el alumno aventajado, el trilero de las letras, un presdigitador que saca libros de la chistera con facilidad y a quien si no le descubres los trucos, te impacta y sorprende.

1999 El viaje vertical
2005 Doctor pasavento
2010 Dublinesca
2012 Aires de dylan

Dublinesca (Enrique Vila-Matas 2010)

Dublinesca
Enrique Vila-Matas
288 páginas
2011
DeBolsillo

Dublinesca es un torrente de sensaciones, un artefacto cargado de sorna, de mucho humor, con alicientes varios como ese viaje que siempre promete aventuras, ese salto inglés, que cambiará la vida del protagonista de nuestro libro, Samuel Riba, editor sin editorial, autocrítico consigo mismo, que ve como su esperanza de vida son ya unos pocos años en el horizonte, con visitas semanales a sus ancianos padres que se alimentan de los viajes que éste les narra, en convivencia marital con una mujer que decide hacerse budista, que pasa de la literatura como pasa de él, un Samuel Riba, que ahora que no está bajo los focos, se siente desnortado, de ahí que busque a toda costa (aunque sea en la Irlandesa) un momento en el centro del mundo y convenza a unos amigos, escritores, para ir a Dublin a celebrar el funeral de la Galaxia Gutenberg (una de las editoriales de nuestro país), la muerte de la literatura, del autor, de su figura de editor. Una cátarsis paródica de un hombre postrado en una mecedora que a pesar de tenerlo todo en contra, a la deriva de mares etílicos, encontrará de nuevo la esperanza. Cierto. Somos nosotros, estamos aquí. La putada es que no hemos venido para quedarnos, o quizá mejor así y tengan razón los días laborables.
A Enrique Vila-Matas, es un placer haberlo leído. Si tenía ya unas cuantas razones para leer Ulisses de Joyce, ahora me lo ha puesto en bandeja (en 2016, cayó Ulises y yo en él).

Como colofón comentar que el autor se mueve bien en terrenos virtuales, no sé yo si será un hikikomori pero su página web es una delicia, a años luz de otras muchas de otros escritores, donde solo aparece una foto, la bibliografía y nada más. Si queréis haceros una idea de cómo ha impactado el libro en su web tenéis comentarios a porrillo. Lo de la bola de billar con el número 8 ya es para nota. Sí, Babelia lo considera la octava mejor novela del año. Esto de las listas es una sandez, pero a las editoriales les viene de maravilla para promocionar a sus autores. Si quieres leerlo, por tema de pasta no creo que sea problema pues sale en edición de bolsillo por menos de 10 euros el 4 de marzo.

www.devaneos.com

La playa de los ahogados (Domingo Villar)

Acabo de leer la segunda novela de Domingo Villar, tras Ojos de agua. Ésta se titula La playa de los ahogados. La historia transcurre de nuevo en Galicia, en Vigo y sus alrededores. Leo Caldasy su ayudante aragonés Estévez deben resolver un caso en el que un marinero aparece ahogado en la arena de una playa con las manos atadas con una brida. Todo apunta a que se trata de un suicidio, si bien poco tarda en aparecer en escena la sombra de un fantasma, el capitán Sousa, quien murió en un naufragio, en el barco que gobernaba junto al ahogado y otros dos marineros.

En esta entrega, con el doble de páginas que la anterior, Villar da algo más información sobre Caldas. Sabemos de él que gusta del vino blanco, de la música de jazz, que vive solo, que tuvo una relación con un mujer llamada Alba, con la cual se habla pero con quien no convive. Conocemos también al padre de Caldas y al hermano de este, que está enfermo. Así lo dramático está presente a lo largo de todo el libro. Villar abre así distintos frentes que entiendo irá desarrollando en sucesivas entregas.

La relación de Caldas y Estévez sigue dando mucho juego pues el aragonés sigue sorprendiéndose con la forma de ser de los gallegos, y sus reflexiones las suelta a bocajarro, de forma franca y directa, logrando a menudo granjearse nuestras sonrisas.

Villar es eficaz en los diálogos. Estos hacen avanzar la trama al tiempo que bien el mundo que rodea a los personajes, así se nos comenta desde la forma de preparar unos percebes, hasta la forma de capturarlos, sin olvidar a esas manadas de turistas que llegan a Vigo en transatlánticos o los desmanes cometidos en las zonas costeras en cuanto a la construcción de inmuebles se refiere, haciendo mención a lo lluvioso que es Vigo. Caldas a su vez sigue colaborando en la radio, convertido en el Patrullero de las Ondas.

La historia tiene jugo y cuando uno parece ver las cosas claras, siempre aparecen en escena nuevos personajes o historias que hacen que el curso de la investigación tome un nuevo rumbo. Tras haber leído las dos obras publicadas por Villar, ahora espero con ansiedad su nueva novela.