Archivo de la categoría: literatura argentina

tristezafiestas

La tristeza de las fiestas (Mariano Peyrou 2014)

Mariano Peyrou
2014
Editorial Pre-textos
130 páginas

Hasta que no leí el sexto relato de los doce que componen el libro, no caí en la cuenta de quién era Mariano Peyrou. Peyrou ha traducido Jota Erre la novela de William Gaddis que acabo de leer. Llegué a pensar que la prosa de Peyrou estaría infectada del estilo de Gaddis, de su fragmentación, del caos, de ese balbuceo como metáfora de la (in)comunicación moderna. Pues, no, los relatos de Peyrou son tan convencionales como aburridos, a pesar de que en la contraportada del libro lea que Peyrou es «un narrador sorprendente, dotado de una prosa sutil y lúdica y de una mirada penetrante y muy personal«.

De los relatos leídos ni uno sólo me ha sorprendido, más allá de poder apreciar ciertos toques humorísticos como el que tiene como protagonista a un jugador de ajedrez, que como no puede ser de otra forma, es tan extraordinario como repelente, o ese otro relato en el que Peyrou se deshace con palíndromos.
La prosa sutil no la encuentro por ninguna parte, tampoco esa mirada penetrante. Coincido con lo de la mirada (muy) personal. No sólo Peyrou, todos tenemos una mirada personal, creo.

La mayoría de los relatos son tan breves como inofensivos. Son como bengalas, fugaces fogonazos, tracas que mueren al poco de nacer, como Tres rosas, un escorzo de lo que es un ligue entre desconocidos.
El relato que da título al libro, La tristeza de las fiestas, lo mejor que tiene es el título. El relato contiene juegos literarios sobre el sentido de las palabras y esa batalla irresoluta entre los teóricos y los prácticos.
De La política exterior, lo he releído tres veces y.
En Lluvia y Descartes nos encontramos algo de filosofía que siempre viene bien para tratar de dar algo de caché a un libro. Disquisiciones sobre la esencia y la apariencia. Una filosofía que ni viene a cuento ni a relato. ¿El deseo que experimentamos es fruto de la esencia o de la apariencia ajena?.
Efectos secundarios. ¿Os gustan las sopas de letras, los autodefinidos, el juego del ahorcado?. Pues ánimo coger este li y a gozar del re.
En Las voces del coro, estamos expuestos a una relación entre un literato y su novia poeta y crítica literaria, que parece ir camino de la extinción. Entre las sombras acechan las vocecillas de Verlaine. Irónica vivisección de un poema.
La Colección no es más que una nimiedad de tres páginas. ¿Que qué colecciona el protagonista del relato?. A leerse, el libro, majos.
En Entrevista a Tobías, niño repelente, un niño ajedrecista y repelente pone de vuelta y media a un entrevistador que acaba haciendo al niño las preguntas que éste le formula. Resulta un entretenido pasatiempo matemático.

La manera en que organizamos el mundo, consiste en categorías establecidas para salir bien parados. Un sordo que no supiera que es sordo creería que todos los demás son mudos.

En Las ciencias exactas, dos hermanas divagan sobre el amor parejil, el compromiso, las infidelidades, las ataduras, las rutinas, la autoestima, desde puntos de vista contrapuestos, un relato que se infla como un globo, y revienta al poco de coger altura.
En Roma el autor se despacha a golpe de palíndromos. Hay quien esto lo considera ingenio.
Me quedo con uno de ellos. Asirnos a la sonrisa.

Y el último, Teatro, es una pieza teatral donde un maromo sobre el escenario solicita acostarse con cinco mujeres distintas y desconocidas y todas ellas, de una en una, le dan calabazas, aduciendo distintos motivos, para no acostarse con él. ¿Qué jodidos son los prejuicios, verdad?. No podía faltar en este contexto la manida contienda entre sexo y amor, sentimientos mediante.

En fin, que este librito de relatos de Peyrou me ha parecido de lo más corriente, previsibles y olvidadizos, por mi parte.
Eso sí, la traducción de Jota Erre, obra de Peyrou, me pareció excelente.

La débil mental - Ariana Harwicz

La débil mental (Ariana Harwicz 2014)

Ariana Harwicz ha publicado su segunda novela titulada La débil mental. En Argentina la publica Mardulce editora. En España de momento veo que no se vende. Ójala que Lengua de trapo (que publicó Matate amor) o cualquier otra editorial española se atreva a publicar esta novela.

La anterior novela de Harwicz, Matate amor, fue una de mis mejores lecturas del 2013.

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Roberto Arlt

La pista de los dientes de oro y otros relatos (Roberto Arlt 2014)

Roberto Arlt
Carpe Noctem
76 páginas
2014

Hay libros que cuesta menos leerlos que reseñarlos. O casi.

Tras la desilusión que me he llevado con la novela del zaragozano Larraz, Autopsia, en cuyas redes caí al leer esta reseña (si esta es la clase de novela o cima narrativa que los libreros, editores y casi todo resto de la crítica alaba, vamos dados), cruzo el charco y me voy hasta Argentina.

Seguimos.

Mientras me tomaba un café en una librería y al tener una mano libre me vi casi en la obligación de coger al vuelo el primer libro que tuve a mano y fue este. Nada sabía de la vida de Roberto Arlt. Luego supe que era argentino, que nació en 1900 y murió en 1942. Que fue novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor.

La editorial Carpe noctem reúne cuatro relatos de Roberto. Resultado 76 páginas, en un libro mínimo que ocupa menos que la palma de una mano.

Los relatos son:

1. La pista de los dientes de oro: se comete un crimen. El motivo: la venganza. El asesino se ve asediado y una dentista alertada por la policía intuye que su paciente es el criminal. No sabe si denunciarlo porque a la chica le da morbo asomarse al precipicio. Él cree que tras explicarle por qué hizo lo que hizo, ella no lo delatará. Todo son hipótesis.

2. Los cazadores de marfil: Dos hombres uno Pequeño y otro Grande se ganan la vida con el tráfico del marfil. El Pequeño y codicioso, decide tirar de la barca en la que van al Grande para quedarse con los beneficios. Tras el crimen el Pequeño vive comodamente con su hijo, pero con sus remordimientos. Un día, el muerto, que no es tal, aparece vivito y coleando. Quiere venganza y la obtiene. El hijo que ve la escena, despacha al asesino de su padre y al final el Pequeño y el Grande se van de la mano a la Nada de la que vinieron.

3. La ola de perfume verde: Algo parecido a una plaga asola a la humanidad con la fragancia de un perfume que embriaga y adormece. Resulta que todo aquello proviene de los hidrocarburos de la cola de una cometa que cruza por la tierra. Hay un científico que se lo huele, antes de tiempo, pero que no hace nada por evitarlo, porque ¿cómo dejar pasar algo así?.

4. La doble trampa mortal: Hay titulos que evisceran el relato que contienen, como este. Un agente recibe el encargo de matar a otra agente (no recuerdo si doble o triple) que trabajaba para ellos, porque sus jefes le dicen que es una traidora. Como todos son a cual más espabilados, aquello deviene en un trampa mortal y doble. Pues eso, que mueren el verdugo y la víctima. Un relato de altos vuelos. Por cierto. Es el primer libro que leo donde aparece la ciudad autónoma de Ceuta.

Roberto Arlt
Roberto Arlt

En todos los relatos hay algún muerto y todos ellos acaban con el factor sorpresa, rematando la faena con solvencia.

Arlt es conciso y preciso, despoja sus relatos de morralla y los deja reducidos a su mínima expresión, resultando no obstante lo suficientemente intensos y muy bien escritos como para contarnos historias de los más variado (relatos que se nutren de científicos, policías, asesinos, cazadores, espías…). Me ha gustado bastante. A menudo me pasa cuando no tengo expectativas de ningún tipo con una novela.

www.devaneos.com Editorial Carpe Noctem

El que tiene sed (Abelardo Castillo 2013)

Abelardo Castillo
Editorial Carpe Noctem
2013
222 páginas

Carpe noctem es una editorial de reciente creación. Si todos los libros que publican son como El que tiene sed de Abelardo Castillo, leeré más libros suyos. Otra cosa es que vendan muchos libros, visto que la tendencia es que las grandes editoriales se coman a las chicas: ahí está el monstruo Penguin Random House. En formato e-book, en Carpe Noctem, venden los libros por menos de cinco euros (y explican en su web por qué fijan estos precios y no otros, y uno comprende cómo el resto de las editoriales se llenan los bolsillos a manos llenas, merced a lo digital).

El que tiene sed ¿qué hace? Bebe y se sacia.

Esteban Espósito es un treintañero alcohólico, como otros tantos escritores: Dylan Thomas, Baudelaire, Bukowski, Hemingway, y por mucho que bebe y se destruye, Esteban ni se sacia ni se muere.

El tiempo, en esta narración es una cosa viscosa, informe, donde el antes y el ahora se funden. El tiempo es algo que simplemente sucede, más allá de ciertos mojones temporales que permiten anclar los episodios de la narración en 1972. El tiempo es como una media de esparto, emplazada sobre una pierna, que va enrollándose y desenrollándose sobre la piel. El tiempo es una tierra cuarteada, terrones secos, territorio yermo, como el alma de Esteban, que tiene alergia a vivir.

Esteban, maldito y alcoholizado va camino de su destrucción, inflamando su hígado, apartando a Mara, la mujer de su vida, de su lado, pintando con palabras certezas, un paisaje desolador.

Lo que no decían los libros, lo que nadie había escrito, era esto que Esteban sentía ahora: lo innoble, lo sucio, lo infame que es el lugar por donde deambula, como por su jardín, el alcohólico. Su jardín. La ropa manchada, sudorosa y maloliente, desparramada por todas partes. El olor a orina, y a algo peor que a vómito: a podredumbre. A pura y nada poética mierda, sí Señor. Esto es lo que no habían escrito ellos…. Esto era finalmente el alcohol, y quizá sobre todo era esto. Sólo un alcohólico podía deambular por su inmundicia sin que lo matara el asco. (página 143)

Esteban acude a dar una conferencia a un pueblo de mala muerte, y mientras tanto, bebe, cada latido un trago, cada respiración un trago, cada minuto, otro trago más, alimentando así sus lagunas (etílicas) mentales, convencido de que los ángeles buenos, como la conciencia, como la sinceridad, como el amor, son solubles al alcohol. Y se aparece en su camino, zigzazgueante, un ángel blanco, La Sirenita, de quien se prenda, hasta que la deshace en su mente, y la orina, y la vomita, y es otro espacio en blanco más en su biografía, diezmada, poblada de desmemoria. Y juntos, él y La Sirenita van en un taxi, hasta que ella se baja y él sigue su camino, hacia ninguna parte, hasta que al negarse Esteban a pagar la carrera, lo corren a hostias, el gremio de taxistas, corresponsales en su belicosidad, y de allí a la trena y luego defecado de nuevo a la calle, porque Esteban, que tiene una curda del diez, olvida lo que vive y vive para olvidar, e irse borrando poco a poco, sin encontrarle sentido alguno a esto de vivir, hasta que en un bar, mientras está trasegando, mantendrá una charla con El hombre de los ojos de plata, que le pondrá frente a un espejo en el que se reconoce.

Siempre puede ocurrir algo peor. Vale la pena vivir sólo por eso. Para ver dónde está el límite de la degradación, la infelicidad y el sufrimiento. Hasta dónde somos capaces de humillar y hacer sufrir a los demás, o hasta dónde la vida es capaz de vejarnos, envilecernos y hacernos padecer. Pero sobre todo hasta dónde somos capaces de llegar, hacia abajo sin ayuda de nadie, nosotros mismos. (página 83)

Abelardo Castillo
Abelardo Castillo

Esteban se podría arrojar a las vías de un tren, defenestrarse, volarse la tapa de los sesos o buscar cualquier otra forma rápida y directa de morir, pero en lugar de hacer esto, acude a un psiquiátrico, de manera voluntaria, como turista, acompañado por La Sirenita, para entrevistar a Jacobo Fiksler, el Viejo Poeta, de quien tomará notas (notas que el Viejo Poeta asemeja a pescados muertos, algo que Jesús, Pitágoras y Sócrates, supieron entonces), erigido en su Virgilio, de cuya mano recorrerá las dependencias de la locura, hasta el Árbol de la Vida, donde sus conversaciones se mantendrán en un plano de irrealidad manifiesta, donde Jacobo no permite que nadie a su alrededor vaya de raro, ¡el loco es él!, emplazando a su interlocutor a formularles preguntas raras. La Paradoja de Poincaré, y su error, por ejemplo, mientras cantan los pájaros, mejor, canta un ruiseñor en la tiniebla.

Y allí Espósito logra desintoxicarse durante más de seis meses, si bien, un alcohólico como él lo será siempre, tome o no. Y sus recuerdos y alucinaciones se pueblan de fantasmas, hasta que parece que nos va a dejar, que Esteban va a lograr su objetivo de irse, de borrarse del todo, pero como la naturaleza es terca y el corazón va por libre, Esteban vuelve de las fauces de la Parca y Paula, una de las enfermeras, nos aclara qué pasó.

Y de inmediato su lengua terrenal pasó a informar, tumultuosamente, sobre cierto doloroso chacamento que casi le descuajeringa a Esteban la busarda, cólico renal ocasionado. O altitudo!, por tanta falta de escabio o por brusco cambio de forraje que le escrachó el metabolismo, aunque, a decir verdad, lo peor de todo habría sido el biandaso que en el quirófano le erró la cardiaca…..Los fanguyos, mimoso: los zapatos; en fin, se le había fruncido de tal manera el cartucho, que un poco más lo yugulan (página 189).

Abelardo Castillo mezcla el lenguaje coloquial con otro más culto, hace referencias a la Ofanin, a la sonata de Tartini, a los sueños de Coleridge, a toda la literatura, música, arte, que nace de los sueños, y pone en la boca del alcoholizado Esteban, o bien en su pluma, páginas densas, intensas, inteligentes, impregnadas de humor, acidez, lucidez, acerca del acto de beber y la desintegración humana.

Abelardo Castillo es dueño y señor de una narración potente, compleja, de una combinación de registros, que te obligan a estar alerta en todo momento, para apurar este libro crudo, descarnado y sarcástico, como bien se merece; gota a gota/párrafo a párrafo/palabra a palabra, porque este libro, amigos, no se lee, se decanta.

Huelga decir que gracias a Abelardo Castillo, me he empapado y saciado, de su buena literatura.

Brindemos pues por el autor, por Esteban, por la editorial que lo publica (este libro ronda por ahí desde 1985) y por la literatura capaz de producir fiebre lectora.