-Así lo juro -respondió don Quijote-, y aun le echaré una losa encima, para más seguridad; porque quiero que sepa vuestra merced, señor don Antonio -que ya sabía su nombre-, que está hablando con quien, aunque tiene oídos para oír, no tiene lengua para hablar; así que, con seguridad puede vuestra merced trasladarlo que tiene en su pecho en el mío y hacer cuenta que lo ha arrojado en los abismos del silencio.
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Don Quijote habla sobre ser agradecido
Entre los pecados mayores que los hombres cometen, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento, ateniéndome a lo que suele decirse: que de los desagradecidos está lleno el infierno.
Este pecado, en cuanto me ha sido posible, he procurado yo huir desde el instante que tuve uso de razón; y si no puedo pagar las buenas obras que me hacen con otras obras, pongo en su lugar los deseos de hacerlas, y cuando éstos no bastan, las publico; porque quien dice y publica las buenas obras que recibe, también las recompensara con otras, si pudiera; porque, por la mayor parte, los que reciben son inferiores a los que dan; y así, es Dios sobre todos, porque es dador sobren todos y no pueden corresponder las dádivas del hombre a las de Dios con igualdad, por infinita distancia; y esta estrecheza y cortedad, en cierto modo, la suple el agradecimiento.
Yo, pues, agradecido a la merced que aquí se me ha hecho, no pudiendo corresponder a la misma medida, conteniéndome en los estrechos límites de mi poderío, ofrezco lo que puedo y lo que tengo de mi cosecha; y así, digo que sustentaré dos días naturales en metad de ese camino real que va a Zaragoza, que estas señoras zagalas contrahechas que aquí están son las más hermosas doncellas y más corteses que hay en el mundo, excetado sólo a la sin par Dulcinea del Toboso, única señora de mis pensamientos, con paz sea dicho de cuantos y cuantas me escuchan.
Don Quijote habla sobre el amor
-Advierte, Sancho -dijo don Quijote-, que el amor ni mira respetos ni guarda
términos de razón en sus discursos, y tiene la misma condición que la muerte:
que así acomete los altos alcázares de los reyes como las humildes chozas de los
pastores, y cuando toma entera posesión de una alma, lo primero que hace es
quitarle el temor y la vergüenza; y así, sin ella declaró Altisidora sus deseos,
que engendraron en mi pecho antes confusión que lástima.
Don Quijote habla sobre Santiago Matamoros
-Yo así lo creo -respondió Sancho-, y querría que vuestra merced me dijese qué
es la causa por que dicen los españoles cuando quieren dar alguna batalla,
invocando aquel San Diego Matamoros: «¡Santiago, y cierra, España!» ¿Está por
ventura España abierta, y de modo que es menester cerrarla, o qué ceremonia es
ésta?
-Simplicísimo eres, Sancho -respondió don Quijote-; y mira que este gran
caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios a España por patrón y amparo suyo,
especialmente en los rigurosos trances que con los moros los españoles han
tenido; y así, le invocan y llaman como a defensor suyo en todas las batallas
que acometen, y muchas veces le han visto visiblemente en ellas, derribando,
atropellando, destruyendo y matando los agarenos escuadrones; y desta verdad te
pudiera traer muchos ejemplos que en las verdaderas historias españolas se
cuentan.