Cruce de caminos, reza el himno de Logroño. Así es. Ayer cogí la bicicleta y a apenas siete kilómetros de Logroño está Viana, en Navarra. Se mezclaban antes de llegar a Viana dos olores, el de la aceituna en la almazara y el de la galleta en la fábrica. Hacia la izquierda está Moreda, a tres kilómetros, y nos encontraremos en Álava. El espacio físico va por tanto alternando comunidades autónomas, aunque el paisaje apenas cambia: un manto de viñedos, ahora en vendimia. Y como sucede en Torino con la Mole, o en Berlín con la torre de televisión, por estos pagos riojanos, alaveses o navarros, al fondo, vela nuestro deambular el León Dormido.
En dirección hacia Aras, un rompepiernas, superado el pueblo, alcancé el parque eólico “El Camino”. Al pie de uno de estos molinos de viento gigante vi lo anchos y grandísimos que son. En La Población el bar estaba cerrado y de regreso, parada en Barriobusto y Labraza, pueblo con caserones de piedra, todo muy bien cuidado, y privilegiadas vistas hacia la Sierra de Cantabria desde la Iglesia de San Miguel, en la plaza Mayor, para luego regresar a Logroño por Viana y pasando por Oyón.