Cambiar el sonido del claxon por el repicar de campanas, balidos de ovejas, tintinear de cencerros, gallos que celebran la alborada a cada hora, jaurías de perros ladrando alborozados al nuevo día y frente a la ventana no ver ya el lomo gris del edificio de enfrente sino las montañas impertérritas, atemporales, tapizadas de una cubierta vegetal verdosa que la lluvia alimenta.
Despertares
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