En ningún momento me sentí próximo a nadie. Por supuesto, a algunos podría haberlos conocido mejor, pero mi timidez me impedía importunarlos, una timidez que más tarde reconocería como la secreta y feliz norma de mi existencia: que yo no debía ir en busca de nada y que todo se me daría en el momento oportuno. Lo que a mí me moldeó nunca partió de mi deseo, de mi laboriosa voluntad, sino siempre de la gracia y el destino: y así también esta maravillosa persona, que de pronto entró en mi vida en el momento oportuno y que entonces se convirtió en la constelación espiritual de mi juventud.
Las tres vidas de Stefan Zweig. Oliver Matuschek. papel de liar. 2009. Traducción de Christina Sánchez