Archivo por meses: agosto 2017

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Silencio en Milán (Anna María Ortese)

Decepción mayúscula, la cual quizás tenga que ver con las expectativas que tenía. Silencio en Milán recoge siete relatos de Anna Maria Ortese (1914-1998) publicados en 1958.
En estos relatos el tono se mantiene y lo que ronda en ellos es el malestar, el vacío, el silencio, la soledad que sienten los habitantes de Milán. Para abordar estos sentimientos la autora selecciona distintos escenarios.
En el primer relato es la Estación Central de Milán, la cual se erige como la nueva catedral del progreso y de la técnica, con sus cielos de piedra, de acero, donde la nueva deidad es la técnica y sus retoños la producción en masa, en una sociedad despersonalizada, que vacía al ciudadano, convirtiéndolo en objeto o en un número, anulando su pensamiento, su capacidad de dialogar. Un discurso que me resulta trillado, y que retoma en La mudanza, el último relato, adoptando así el libro cierta circularidad. Ahí brilla el desencanto, viendo que el comunismo que iba a ser la panacea, al devolver al hombre su dignidad, repartiendo el trabajo, anulando las diferencias, permitiendo el acceso a la cultura, no se materializa en Hungría cuando los comunistas se aúpan al poder. Conviene leer Días felices en el infierno de Faludy para ahondar más en este asunto.
El resto de los escenarios son la estampa de los aparthoteles, ese sarpullido clónico inmobiliario que despersonaliza a sus inquilinos; los locales de alterne; un reformatorio apartado de Milán, que al margen de la ciudad solo se conoce de su existencia si se visitan sus dependencias, o un piso que una mujer abandona, o dos hermanos que deben vaciar el piso de sus padres al morir, un vaciado que supone volver del pasado con las manos vacías, para darse de bruces con un presente vacío, inerte, gris, ante un porvenir que a Masa, una de las hermanas, se la trae al pairo, pues ella sigue por inercia.
El estilo de Anna me ha resultado muy mediocre, y algunos relatos como Locales nocturnos o La ciudad está vendida, especialmente malos. Anna tiene un discurso, una visión de la realidad que trata de plasmar en estos relatos y crónicas, que me resultan tópicos, poco ingeniosos, porque su mirada me resulta cansada y eso al leer fatiga tanto como aburre.

Editorial Minúscula. 2012. 172 páginas. Traducción de César palma.

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Historia de Irene (Erri De Luca)

De Erri de Luca (Nápoles, 1950) solo había leído La parola contraria. La Historia de Irene es el primer libro de relatos que leo suyo. La historia de Irene es el relato más largo y en el mismo Erri adopta un tono poético mágico para referir la historia de Irene, una joven sordomuda embarazada a punto de ser madre, en una pequeñísima isla griega, que desconoce quiénes son sus padres, criada entre delfines, una mujer que vive a lomos del mar y de la tierra, una especie de sirena o deidad mitológica que encuentra en la figura de un escritor senil alguien en quien confiar, el cual capturará su historia para nosotros. A lo fantástico del relato Erri aporta datos biográficos como sus aventuras en la montaña y su defensa de los animales, de los delfines en este caso censurando la vida que llevan en los acuarios (en las noticias vimos hace poco como en una playa española un grupo de bañistas vieron una cría de delfín, que entre el ruido y los selfies de turno, entre todos ellos con el ruido mataron al delfín). El relato tiene algunos detalles interesantes pero lo encuentro deslavazado.

El siguiente relato cuenta cómo el padre de Erri, Aldo De Luca, logró quitarse la guerra de encima, la segunda, escapando de Nápoles a Capri en una barca con nocturnidad, acompañado de otros hombres, entre ellos un judío que se hace dueño de la historia.

El tercer relato es un intento fallido de mostrar lo jodido que resulta insertar en el hogar familiar a un anciano decrépito y con los esfínteres echados a perder cuando el hambre y el frío pueden más que el sentimiento de piedad y como un rayo de sol, la espuma del mar o el sabor de una almendra es más que suficiente para acariciar, aunque sea brevemente, la felicidad.

Seix Barral.141 páginas. Traducción de Carlos Gumpert.

Literatura italiana en Devaneos | Marcello Fois, Marisa Madieri, Alberto Moravia, Alfredo Panzini, Matilde Serao, Clarice Tartufari, Tommaso Landolfi, Anna Maria Ortese, Andrea Camilleri, Alberto Savinio, Antonio Tabucchi, Natalia Ginzburg, Giani Stuparich, Leonardo Sciascia, Italo Calvino, Claudio Magris, Elvira Mancuso, Nuccio Ordine, Dino Buzati, Scipio Slataper, Margaret Mazzantini, Dacia Mariani, Alessandro Baricco, Vincenzo Consolo, Paolo Giordano, Chiara Gamberale, Ugo Cornia, Edoardo Nesi, Niccolò Ammaniti, Primo Levi, Elena Ferrante.

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Los indiferentes (Alberto Moravia)

Primera novela publicada por Alberto Moravia (1907-1990) a sus 22 años. En ella el autor nos presenta a cinco personajes de clase bien. María Engracia, su hija Carlota, su hijo Miguel, Leo el amante de María Engracia y Lisa, su amiga. La familia tiene la casa hipotecada y estos problemas económicos los llevan por el camino de la amargura y del aburrimiento, pues lo único que saben hacer es aburrirse y lamentarse ante la posibilidad de perder su posición.
Moravia crea una atmósfera enrarecida, opresiva, demencial, sórdida, inmunda, voluptuosa, donde la moral se pone continuamente en entredicho, con la figura del libertino Leo, quien tras romper con Lisa y aburrirse de María Engracia, se encapricha luego de su hija Carlota, a la que conoce desde niña, sin que ese sentimiento paternal venza a la atracción que la piel joven le suscita, ansioso por conquistarla, por entrar en ella, por desflorarla y ponerla ya de su lado. Al hilo de esto es interesante ver el distinto rasero con el que se juzga al hombre voluptuoso y lujurioso, cuya salacidad va al haber y que en el caso de la mujer, Carlota quien quiere disfrutar de su cuerpo y de su sexualidad su deseo va en el debe y pasa a ser catalogada como chica fácil, perdida, o ramera, que es como Leo la considera.
Moravia hace rechinar la realidad empleando un léxico exacerbado, y así las manos son estúpidas, las caras repugnantes, los pensamientos abyectos o viles o mezquinos.
La realidad es un tablero de juego donde cada cual juega sus cartas con el único objetivo de mantener el estatus, como se verá. En sus acciones prima la hipocresía, la falsedad y en la narración vemos como nada tiene que ver lo que piensan y lo que luego hacen, como si pensamiento y acción fueran dos columnas paralelas sobre las que erigen su mundo, que es una cápsula que los sustrae de la realidad circundante, que ni los roza, ni los altera, pues todos ellos, incluido el indiferente Miguel a pesar de sus muchos pensamientos y a pesar de su impostado nihilismo, asume que la vida que llevan es la que quieren seguir llevando y que esa «otra vida», el abandonar su villa y pasar a vivir en un piso con vecinos, el tener que codearse con gente de la calle, o el tener que trabajar, es una fantasía más, un delirio, pues tanto él, como su hermana y como su madre se rebajarán en su proceder lo necesario para no abandonar su tren de vida.

RBA. 1993. Traducción de R. Coll Robert. 220 páginas.

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Cien años de soledad (Gabriel García Márquez)

Oímos los truenos y esperamos el rayo. Y es tan dulce y tan arrullador el sonido de la lluvia, que nos olvidamos del rayo. Queremos que la lluvia siga, que siga diluviando y así beber de esta sopa de letras que alimenta y esponja el alma. Queremos vivir indefinidamente bajo esta lluvia orquestada de truenos. En este Macondo irreverente, delirante, grotesco, sorprendente y mágico, ubicado al borde de la pesadilla, de la alucinación, en una ciénaga, dónde los humanos sobreviven, se aparean, se atormentan, se vierten con furia en otros cuerpos y se pierden en el laberinto y oquedades de la carne ajena, entre caricias apremiantes, víctimas del ávido deseo húmedo y clamoroso, de las servidumbres de una estirpe que se resiste a ser esterilizada, donde se libran guerras absurdas e interminables, bajo la luz fúnebre de un letrero de guarismos sanguinolentos: 3408, tiempos convulsos y erizados por la áspera caricia de una aurora de dedos artrósicos, figuras centenarias apacentando la espera sin desesperación, libando la hiel de la soledad, donde la vida, siempre de parranda, resulta exultante, cálida, y se llega a una edad en la que se pasa de fabricar recuerdos a sacarles brillo, inermes ante los zarpazos del olvido. Macondo, alucinado y alucinante, inolvidable, es ya carne de nuestra carne, comején de nuestras certezas, alimento de nuestros sueños y quien sabe si también de la peste de nuestras pesadillas. Buendía el que me decidí a leer (buena parte de la misma en voz alta) esta novela. Gabo, allá donde te encuentres, gracias por depararme tantas horas Arcádicas de gozosa lectura. Más de medio millón de ratings de esta novela en GR. Cuando Gabo se cogió un año sabático, que fueron 18 meses y acabó endeudado, no sé si era consciente de que el correr de los años -y el éxito de crítica y público- la acabaría convirtiendo en una obra maestra.