Archivo por días: 18/05/2017

Laura Ferrero

Piscinas vacías (Laura Ferrero)

Cuando te tiras de cabeza en una piscina vacía tienes todas las de perder. Cuando coges un libro que es un cascarón vacío tienes todas las de perder. Cuando un libro comienza ya en parada cardiaca y cada nuevo intento de reanimarlo, cada relato sucesivo no hace otra cosa que demorar la agonía, tienes todas las de perder. Cuando coges un libro y a falta de faja o de recomendaciones de otros escritores para leer el libro que tenemos entre manos, la editorial, en este caso Alfaguara, tiene que recurrir a frases como estas: Vale la pena, !Un libro fascinante!, Muy recomendable, Extrema sensibilidad. Como la vida misma, breve pero intenso, cuando leemos sentencias de este pelo, decía, que son las opiniones de lectores que puntuaron con cinco estrellas este libro, que la autora, Laura Ferrero, se autopublicó en megustaescribirlibros.com con tan buena acogida que más tarde Alfaguara decidió incorporarlo a su catálogo, me asaltan todas las dudas del mundo.
Lo he acabado por inercia.
No encuentro literatura en ningún relato, más bien es un folleto publicitario plagado de separaciones, divorcios, infidelidades, niños muertos, intentos de suicidio, niñas muertas, ancianos teleasistidos tirados por los suelos: todo un cúmulo de fatalidades ante las cuales el lector debería implicarse, desgarrarse por dentro, verterse en lágrimas, arrancarse la piel a jirones. Pues no. Nada de esto me sucede porque todas las historias y conflictos se agotan en el título, en la frasecilla lapidaria, sobre la que crecen -es un decir- los relatos, que abundan en lo tópico y manido, con unos personajes emborronados, de nula entidad, que se ven obligados a decir algo para saber que son humanos y no ositos de peluche, y cuyos problemas son casi los mismos en todos los relatos. ¿Cuántas historias de infidelidades hay? ¿Cuántos matrimonios rotos?. Podemos decir. «Es que esto que nos cuenta Laura está a la orden del día». Sí. Pero abordar lo cotidiano no garantiza nada cuando se hace de una manera tan epidérmica y tan insulsa.

Si un libro de estas características abre la puerta a otros productos similares, tenemos todas las de perder, cuando hablamos de literatura, porque hablamos de literatura y no de productos.

Una amiga comentaba el otro día en GR «a todos nos iría mejor si la gente fuese más lectora y menos escritora«.

Pues eso.

Alfaguara. 2016. 197 páginas.

Juan Rulfo

El Llano en llamas (Juan Rulfo)

17 relatos de Juan Rulfo (1917-1986) conforman El Llano en llamas, que ofrecen un paisaje y un paisanaje tan vívido como desolador. Humanos que viven en terrenos áridos, secos («Sí llueve poco. Tampoco o casi nada, tanto que la tierra, además de estar reseca y achicada como cuero viejo, se ha llenado de rajaduras y de esa cosa que allí llama ‘pasojos de agua’, que no son sino terrones endurecidos como piedras filosas que se clavan en los pies de uno al caminar, como si allí hasta a la tierra le hubieran crecido espinas. Como si así fuera.«) donde apenas llueve y el sol ajusticia sin miramientos; vidas marcadas por la miseria, el hambre, la desesperanza. Ellas abocadas a la prostitución y con un manojo de hijos. Ellos, apareciendo anualmente para seguir aumentando esa familia que ni ven ni asisten, fugitivos de sí mismos; hijos que nacerán y al poco serán corridos del hogar, buscándose así la vida o la muerte (se habla de la emigración en Paso del Norte), una muerte que es el pan suyo de cada día y que abunda en los relatos, con hijos y padres portando los cuerpos de sus padres e hijos a fin de darles sepultura como se plasma en «No oyes ladrar los perros, La herencia de Matilde Arcángel o !Diles que no me maten!«. Se demanda piedad -cuando el remordimiento es un grumo sobre el que no opera el disolvente del tiempo-, pero esta brilla por su ausencia, porque no hay lugar para los sentimientos, para el afecto, para la ternura, sí para las imprecaciones y así hablará el ruido de las balas; el odio y la sed de venganza como vestíbulo del inminente más allá.

Rulfo emplea muchos diálogos y en la mayoría de los relatos como en Acuérdate alguien habla (o dialoga) sin parar, sin que la estructura narrativa tenga apenas efecto, dando más importancia al qué que al cómo y se emplean muchas palabras mexicanas que no dificultan para nada seguir el hilo de las narraciones. Algunos relatos como Luvina («Un lugar moribundo donde se han muerto hasta los perros y ya no hay ni quien le ladre al silencio») o El Llano en llamas me han gustado especialmente. Escasea el humor, pero cuando luce, resplandece poniéndose de manifiesto por ejemplo en El día del derrumbe o en Anacleto Morones, donde Rulfo entre veras y burlas se mofa de los gobernadores locales y de esos santeros que devienen santos al tiempo que en su búsqueda de la inocencia dejan el terreno que hollan diezmado de vírgenes.

Editorial RM. 2017. 176 páginas.