Archivo por meses: agosto 2016

Thomas Bernhard

El malogrado (Thomas Bernhard)

Thomas Bernhard
Alfaguara
1998
168 páginas
Traducción: Miguel Sáenz

De la misma manera que hay autores que tratan de ganarse al lector, otros como Thomas Bernhard (1931-1989) parece que hacen lo imposible por crear un muro de palabras que hagan imposible la empatía con los personajes que aparecen en sus novelas.

«Tu nacimiento fue un error repáralo», se decía en la novela de Juan Goytisolo Señas de identidad. En esa reparación se mueven los personajes de la novela: Glenn, Wertheimer y el narrador. La reparación pasa por el suicidio del primero (un suicidio que también lleva a cabo otro de los personajes de Bernhard: Roithamer en Correción). Un suicida que siempre se verá amenazado por sí mismo. De los tres amigos, los tres virtuosos pianistas. que se conocieron y hermanaron en su años de juventud bajo las clases magistrales de Horowitz, Glenn alcanzaría fama mundial y Wertheimer y el narrador quedarían orillados de la Gloria ajena, convertida en un tolva capaz de moler los sueños, esperanzas e ilusiones de cualquier artista, en esa pugna siempre cruenta entre el (presunto) talento y la Gloria.

Glenn muere de forma natural. Y Wertheimer a los 51 años, hastiado e infeliz se suicida.

«sobrepasado los cincuenta, nos parecemos viles y faltos de carácter, pensé».

El suicidio de Wertheimer, por ahorcamiento, acontece cerca de donde vive su hermana, a fin de destrozarle la vida un poquito más. El narrador, enterado de la muerte de su amigo se acercará hasta el lugar de los hechos y llevará a cabo una reconstrucción de la vida de Wertheimer y también de la suya y ahí veremos como ya desde el primer día Glenn calaría a Wertheimer a quien apodó El malogrado. Lo cual acabó siendo. Palabras mortales, dice Bernhard.

Bernhard (cuya vida fue un rosario de médicos y hospitales) fustiga al lector y emplea para ello un lenguaje duro, donde una y otra vez habla de aniquilación, de odio, de repulsión, de envilecimiento, de destrucción. La ciudad de Salzburgo, al igual que en El origen, se nos presenta como una belleza podrida, Viena también lo es; el hediondo Catolicismo y el Socialismo son dos plagas, los restaurantes austriacos son asquerosos y están mal ventilados, los hoteles están sucios y la gente del pueblo está atontada, el campo es aborrecible para alguien que viene de una ciudad y vivir es un sufrimiento diario para Wertheimer porque nadie le preguntó si quería estar aquí.

«Los padres saben muy bien que prolongan en sus hijos la infelicidad que son ellos mismos, actúan con crueldad al hacer niños y arrojarlos a la máquina de la existencia»

El trío tiene un denominador común: su afán por desaparecer, por ocultarse y permanecer recluidos. Glenn lo consigue en Canadá. Wertheimer solo descansará cuando se quite la vida y el narrador, dejará Austria para encontrar cobijo en Madrid, en donde entre sus paseos por El Retiro y sus visitas al Lhardy parece ser que lleva una vida placentera. Tras la muerte de Wertheimer, el narrador trata de dar con los papeles del difunto, esos papeles, que perpetró durante décadas y cuyo autoFahrenheit 451 parece ser la chispa previa a su postrera combustión y apagón final.

Bernhard especula sobre las posibilidades causa efecto, sobre aquello que hubiera pasado si hubiéramos hecho esto o aquello, tal que quizás Wertheimer no se hubiera suicidado si su hermana (de cuya férula ésta logra escapar, esposándose con un suizo) no lo hubiera abandonado, o si Glenn no hubiera sido tan buen pianista, haciéndolo a él de menos, o si… En fin de cuentas todo son especulaciones, papel mojado, porque si nacer ya fue un error, que la muerte sea un malentendido o no, nada importa.

Capri

Capri (Alberto Savinio)

Alberto Savinio
Minúscula
2008
87 páginas
Posfacio de Raffaele La Capria
Traducción de Francesc Miravitlles

Parece ser que estas páginas que escribió Alberto Savinio (1891-1952), pseudónimo de Andrea de Chirico, las encontraron entre sus papeles después de su muerte, y ha sido un feliz descubrimiento. Savinio visitó la isla de Capri en 1926. Poco o nada tiene que ver esta Capri numinística, con la Capri actual.

Tuve ocasión hace un par de años de visitar la isla de Capri, y apenas encontraremos rastro de lo que leemos en este fabuloso deambular de Savinio. Ahora el comercio y el turismo de masas han dejado la isla reducida a un souvenir (a pesar de lo cual la isla sigue siendo una preciosidad como se puede apreciar en estas fotos), a la que llegan riadas de turistas casi todos los días del año, ya sean en ferrys o en trasatlánticos, para ser arrojados en el puerto, dejarlos pulular por la isla, comer y comprar algo, y retornar al vientre de esas ballenas metálicas, pocas horas después.

En el posfacio de este libro editado por Minúscula, con traducción de Francesc Miravitlles, Raffaele La Capria, habla de páginas musicales, leves, aladas. Tal cual. Cuando uno está inserto en el mundo clásico como lo estaba Savinio, a menudo, a la hora de ver, la mirada resulta artificiosa, pomposa, hiperbólica. Savinio logra transmitir poesía, sin resultar cargante, describiendo una isla que hace casi un siglo sí que podía mantener esa aureola mítica.

María Belmonte ya hablaba de este libro de Savinio en su estupendo Peregrinos de la belleza, donde aparecía Axel Munthe -al que se refiere Raffaele y de quién dice que su visión de la isla era demasiado inverosímil- médico que escribiría la archiconocida La historia de San Michele, de quien Savinio dijo en sus paseos por Capri que era una mezcla entre mezquita, iglesia protestante y tumba noble.

En su deambular Savinio camina por calles angostas, se empapa de luz, recorre caminos que llegan a un mar cristalino, atraviesa senderos feraces, profusos en vides, olivos y limoneros, visita casas cuyos suelos cubiertos de mosaicos emulan a las casas Pompeyanas, se encarama en lo alto de las cimas y allí colecciona lubricanes, evoca el pasado de la codiciada isla, alcanza la Grotta Azzurra y !voilá!, poco después Savinio deja la isla a bordo de una barca, y la estela que caligrafía en el agua es el recuerdo, la estela de una lectura luminosa e interesante, donde Savinio puso su magnífica prosa al servicio de sus ojos y la combinación es un deleite para los sentidos.

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Karoo (Steve Tesich)

Steve Tesich
2013
560 paginas
Seix Barral
Traducción: Javier Calvo

El protagonista de la novela es un escritorzuelo -no un escritor- sino un reescritor, modelador de textos ajenos, tal que esos guiones imperfectos se conviertan en joyas engastadas en la maquinaria de la producción fílmica Hollywoodense, quien se halla en ese momento existencial en el que la vida se despeña y uno va detrás, cuando uno anhela descansar de sí mismo, sin llegar al extremo del suicidio, cuando la carga de significado de cuanto uno hace o no hace, abruma, lastra, merma, socava, irrita, frustra.
Así más o menos parece que se siente Saúl Karoo, el protagonista de esta novela que hace del humor saturado y corrosivo su seña de identidad y es su columna vertebral y que entre bromas y veras, irá desgranando los males, el absurdo y el patetismo de las sociedades del llamado primer mundo, a pesar de que hayan pasado casi 20 años desde su publicación en 1998, dos años después de que Steve Tesich (quien ganó el Oscar al mejor guión original por la película Breaking away) muriera y muchas de las cosas que se dicen en la novela, se hayan visto agravadas, habida cuenta de que internet no había entrado en nuestras vidas, convertidas ahora en una amalgama de tupidas redes sociales, donde la intimidad se cede gratuitamente al dominio público virtual.

La novela, editada por Seix Barral, con traducción de Javier Calvo, es un guion disparatado, donde Saúl, patético y genial, tierno y excéntrico, con una relación patológica con la verdad, que refiere sin miramientos a completos desconocidos y a su vez mentiroso compulsivo con sus seres más próximos, cuya propia identidad entiende como un sumatorio de estados emocionales, marida sus éxitos laborales con el fracaso de su matrimonio, que se verá aliviado con la llegada de una joven, a quien conoció telefónicamente cuando ésta tenía 14 años y dio a su hijo recién nacido en adopción a un par de ricachones de mierda: Saúl y su esposa.

El azar querrá que Saúl y la joven se vuelvan a encontrar, lo que da pie, como el resto de las situaciones de la novela a escenas hilarantes. Cuando Steve Tesich habla de que Dante si viviera hoy dedicaría un anillo de su Infierno a las cintas transportadoras de los aeropuertos, acierta. En esta ocasión y en otras muchas, puesto que Tesich es un agudo y filoso observador, a quien le gusta meter el dedito en la llaga, en los ojetes, tal que las muchas carcajadas que provocan (a no ser que uno, al igual que Saúl es inmune al alcohol,
lo sea para el humor) estallan en la garganta y si no tragas a tiempo corres el riesgo de ahogarte. Dicho queda.

El libro va a más hasta que Saúl y demás familia se van a España de vacaciones, a Sotogrande, o Rollogrande y entonces la novela corre el riesgo de serlo. Decía antes que la columna vertebral de la historia era el humor, una columna que se verá truncada por la tragedia, sí, la MUERTE, siempre hambrienta, siempre insaciable, siempre jodiéndonos la vida.

La narración entonces se vuelve más fúnebre, más reflexiva, menos humorística, ni siquiera hay humor negro, y si Saúl se mirase en el espejo ya no vería ni una (di)versión de sí mismo; brota el elemento familiar, la madre de Saúl está ya vieja, apergaminada, emboscada en los efluvios de la decrepitud y todo resulta más triste de leer que otra cosa, y entonces la narración fantástica homérica (donde Saúl es Odiseo), sobre una goleta solar, cerrará el libro de una manera bastante extraña.

Concluyo diciendo que algunos libros como el presente parecen serlo pero no lo son, son más bien agujeros negros, cuya prosa torrencial, su flujo narrativo, su humor barrenador, ejercen un campo gravitatorio tal, que succionan todo cuanto hay a su alrededor; así desaparece el sofá orejero, desaparece el puff, desaparece el lec…

El fuego secreto de los filósofos

El fuego secreto de los filósofos (Patrick Harpur)

Patrick Harpur
Atalanta
2006
459 páginas

Este libro, una suerte de historia completa de la imaginación, me ha resultado muy interesante, tanto lo que Patrick Harpur nos refiere, como la manera que tiene de hacerlo, pues el autor pone en entredicho cosas que tenemos asumidas como la teoría de la evolución de Darwin al que pinta como un paranoico que tras su periplo marítimo y su clasificación de las especies no quiso volver a saber nada más de la Naturaleza siendo la suya desde su regreso una náusea existencial.

Harpur apela a volver la mirada hacia nuestro interior, tal que a pesar de la calidad de vida de la que disfrutamos, de nada nos sirve si no cuidamos nuestra alma, en una sociedad desacralizada donde derribamos a los Dioses sin reemplazarlos por algo mejor. Un vacío que parece alimentar el nihilismo, el vacío, la depresión, la enfermedad del alma, en definitiva.

Más allá de compartir o no muchos de los planteamientos de Harpur, en su afán por polemizar y desmontar creencias arraigadas, el libro es interesante en su vertiente didáctica, dado que se aprende mucho con esta novela, donde William Blake tiene una presencia destacada, lógico cuando Blake equipara lo real a lo soñado, cuando esta vida es un paso hacia el más allá y donde el autor de los Libros proféticos, quien se comunica con el Otro mundo, este mundo le parece una sombra del Otro.

Respecto a la imaginación Harpur se queja de que hemos perdido la perspectiva, la capacidad de «ver a través de», ya que la perspectiva se convierte en la verdadera visión del mundo, y confundimos el mundo con la visión que tenemos de él. Nuestra mente se ha vuelto tan literal que la única realidad que conocemos es la realidad que conocemos, la cual excluye los dáimones a quien Harpur dedicó su libro Realidad daimónica. Harpur nos viene a decir que hay algo más allá de la realidad que vemos, algo que tiene que ver más con la fantasía, lo oculto, lo imaginado, esa potencia mental, que convertiría nuestro cerebro en pedernal. Hete ahí el fuego.

Sí que he advertido algunos errores tipográficos, que en una editorial como Atalanta que cuida estos detalles al máximo me sorprenden para mal, pero que seguro que en las próximas ediciones que tenga este libro serán corregidas.